Pulse: 1 año después

Cuesta creer que una cruel masacre se haya convertido en el improbable tercer motivo de peregrinación a la ciudad mágica de Orlando. Disney, Universal… y ahora Pulse. Un constante goteo de gente pasea por las zonas aledañas a la que un día fue una de las discotecas con más solera del centro de Florida, Estados Unidos, además de una parada obligatoria para la comunidad LGTBQ. Allí, esa misma gente contempla, a menudo en silencio y con lágrimas en los ojos, las incontables muestras de cariño que tanto amigos como desconocidos dejan en los murales que bordean el edificio, hoy de aspecto ruinoso, y en cuyas paredes traseras aún se ven las marcas de los terribles disparos que la noche del 12 de junio de 2016 cambiaron para siempre el curso de la vida de cientos de personas.

Kristen, Nancy, Ivette, Ann Marie, Van y Rachel son sólo algunos de los muchos caminantes que han convertido a Pulse en una especie de monumento involuntario dedicado a quienes fallecieron allí víctimas del ataque terrorista. Los seis describen la poderosa sensación que se percibe al caminar por la zona, una mezcla de solemnidad, tristeza y gozo.

Van, de 27 años, cuadró un viaje de trabajo que lo llevara hasta Orlando para visitar Pulse en el primer aniversario de su clausura y mostrar sus respetos a las víctimas.
Van, de 27 años, cuadró un viaje de trabajo que lo llevara hasta Orlando para visitar Pulse en el primer aniversario de su clausura y mostrar sus respetos a las víctimas.

“Trabajo viajando y busqué específicamente esta ruta a Orlando ahora que se acerca el año, para poder venir a mostrar mis respetos”, dice Van, residente en Phoenix, visiblemente emocionado. El ataque, por haber sido perpetrado en un local destinado a entretener al público LGTBQ, afectó personalmente a esta comunidad y a todos sus aliados: “¿qué vamos a hacer si no estamos a salvo ni en nuestras propias discotecas?” – dijo el joven azafato de vuelo de 27 años.

Dentro de Pulse, en la madrugada del 12 de junio de 2016, durante una noche “común y corriente”, como describen algunos de los supervivientes, alguien entró armado y abrió fuego contra sus clientes. El balance de víctimas mortales: 49. El de heridos que sobrevivieron: 53. El del daño causado a todos ellos, a sus familias, amigos, a la ciudad de Orlando, a la comunidad LGTBQ, y a la humanidad misma: irreparable.

Nancy, Kristen, y los dos hijos gemelos de 5 años de esta última
Nancy, Kristen, y los dos hijos gemelos de 5 años de esta última

La lluvia intermitente, característica del verano floridano, se intercala con momentos de sol, pero ni el uno ni el otro amedrentan a los visitantes. “No siento que esté en un cementerio, siento que estoy en un campo consagrado.” Así explica sus impresiones sobre la visita la evangelista Nancy Cooks, de Alabama: “no vine a llorar, vine a celebrar la vida de quienes se fueron y la de quienes sobrevivieron.”

En el suelo una extraña mancha oscura recuerda la vigilia celebrada inmediatamente después de la masacre, durante la cual se escribió la palabra “love” (amor) con velas, que tras derretirse completamente, sellaron allí un mensaje de compasión que permanece allí día y noche, al menos hasta que el memorial se complete según el proyecto que idea la fundación onePULSE, liderada por Barbara, dueña del local, y que contará con amplia participación ciudadana.

Nancy viene con su hija Kristen y sus dos nietos, dos gemelos que acaban de cumplir 5 años de edad, a los parques temáticos cercanos, desde Mobile, Alabama. “Hablo con gente que es gay, lesbiana, travesti, transgénero, y tengo problemas con pastores y evangelistas por cómo interpreto la Biblia. La gente nace así” – explica Nancy. Kristen, de 27 años, contempló a través de un televisor el horror que se transmitía desde orlando mientras se preguntaba cómo alguien podía hacer algo tan maligno. “Soy madre de dos y les quiero inculcar a mis hijos valores de respeto e igualdad.”

Tatuaje en honor de las víctimas de Pulse Orlando
Rachel luce con honor un tatuaje en honor de las víctimas de Pulse Orlando. Sus uñas y la correo de su reloj también contienen los colores del arcoíris.

Rachel muestra orgullosa a cámara un colorido tatuaje que dice “one pulse” (un pulso). “Todos compartimos la misma sangre, el mismo pulso, no deberíamos ser discriminados por quiénes somos ni por a quien amamos.” Un amigo suyo, Mario Pérez, que se encontraba esa fatídica noche en la ciudad visitando a unos amigos, fue uno de los heridos. “Hubo que operarlo, pero ahora ya está bien”.

Ivette Negrin, de 25 años, natural de Miami, frente a los murales que hay en torno al edificio que servía de hogar a Pulse
Ivette Negrin, de 25 años, natural de Miami, frente a los murales que hay en torno al edificio que servía de hogar a Pulse

Ivette, de 25 años, pasea con una amiga, las dos son de Miami. Prácticamente todas las ciudades cercanas se unieron en duelo al conocerse los hechos. Es difícil para un miembro de la comunidad LGTBQ de casi cualquier rincón del estado no tener algún conocido, algún amigo, algún amigo de amigo, implicado en el desastre. “Lo que pasó aquí esa noche nunca será olvidado.”

Anna Marie pasaba por la carretera que llega hasta el local el día anterior, camino del hospital para ingresar a su marido. Son de Davenport, también en Florida. No le dio tiempo a fijarse bien, pero la parecía recordar que Pulse estaba por la zona, así que salió a caminar hasta encontrarlo y así confirmó sus sospechas. “Quizás a través de la educación los jóvenes sean diferentes, no estamos por mucho tiempo en este mundo, ¿por qué no vivir en armonía?

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