Los dos pueblos en guerra que tienen una palabra para nombrar a los padres que recibieron la peor noticia
Se suele decir que no hay una palabra específica para denominar a un padre que pierde a su hijo, como las hay para un huérfano o un viudo, porque se trata de algo tan antinatural y un dolor tan inmenso, que “no tiene nombre”. Pero el actual conflicto en Medio Oriente, recordó que hay al menos dos idiomas, el hebreo y el árabe, que en medio de una trágica frecuencia de esa situación, sí cuentan con términos para expresar un drama antiguo como las guerras que desangran esa región.
La muerte de un hijo es descrita como un dolor desgarrador ante el cual nadie puede prever cómo va a reaccionar. Por ejemplo, la semana pasada el israelí-irlandés Thomas Hand, con la voz quebrada y los ojos empapados en lágrimas, dijo que había sentido “alivio” al confirmarse la muerte de su pequeña hija Emily, de 8 años, que fue asesinada el 7 de octubre apenas ingresaron los terroristas de Hamas al kibutz Beeri, uno de los más cercanos a la Franja de Gaza.
“El Ejército me dijo días después del ataque: ‘Encontramos a Emily. Está muerta’. Y mi reacción en ese momento fue de alivio. Las posibilidades eran que estuviera muerta o en Gaza. Y cuando uno ve cómo está tratando Hamas a los israelíes en Gaza, eso era peor que la muerte para mi pequeña hija”, dijo Hand en una entrevista televisiva. Thomas Hand es hoy un shakul, un padre “huérfano”. (Aunque no se usa habitualmente, el diccionario de la lengua española admite la acepción “huérfano” también para una persona a quien se le han muerto los hijos).
A miles de kilómetros del terreno de conflicto, en Chicago, Hanaan Shaheen, una palestina de 32 años nacida en Cisjordania y emigrada hace algunos años a Estados Unidos junto a su esposo Oday, se convirtió en huérfana de hijo, “thaakil”, en árabe, tras el asesinato por odio religioso del pequeño Wadea, de apenas 6 años, una semana después del comienzo de la actual guerra.
Wadea fue cruelmente acuchillado con 26 puñaladas por Joseph Czuba, de 71 años, propietario de la vivienda que alquilaba la familia en Plainfield, Chicago. Aterrorizado por las noticias de Medio Oriente, Czuba ingresó a la casa de sus inquilinos y atacó a la madre y al pequeño al grito de “¡Muerte a los musulmanes!”. La madre logró reponerse de algunas heridas pero su hijo no sobrevivió. En el funeral del pequeño Oday, el papá de Wadea, un pacifista convencido, advirtió: “No es con balas como se resolverá este conflicto”.
De la misma manera Catherine Russell, directora de la agencia de la ONU para la infancia, Unicef, clamó: “¡Todas las partes deben frenar la violencia y evitar las graves violaciones cometidas contra los chicos!”. Russell dijo que ya son 3400 los chicos palestinos muertos en Gaza y 30 en Israel. Luego de tres semanas de enfrentamientos, miles de familias palestinas e israelíes se convirtieron así en thaakil y shakulim.
El origen bíblico
Los teólogos judíos recuerdan que la palabra shakul es de origen bíblico.
“Sus significados son múltiples en los textos sagrados”, explicó a LA NACION el rabino argentino Abraham Skorka, actualmente investigador de la Universidad de Georgetown en Washington. “Shakul denota desde un animal que pierde su cría hasta toda persona cuyo ser querido ha muerto. Sin embargo, la Academia de la Lengua Hebrea, con sede en Jerusalén, estableció que el uso moderno del término quedó restringido a la situación del doliente cuyo hijo o algún otro miembro de la familia murió en las guerras o en situaciones semejantes, como un ataque terrorista”, explicó Skorka.
Como rabino que acompañó en múltiples ocasiones a padres que perdieron a sus hijos, desde los fallecidos en el atentado a la AMIA en 1994 hasta víctimas de otros ataques terroristas, Skorka recordó una tradición judía con antiguo antecedente: el rasgado de vestiduras del padre doliente. “Así como en la Biblia Jacob rompe su túnica cuando le dicen que su hijo José ha muerto, muchos padres judíos también hoy cumplen el rito de rasgarse su ropa en señal del corazón desgarrado para siempre por la muerte de un hijo”.
En el caso del Islam, aunque existe la palabra thaakil, no es tan frecuente su uso. “Precisamente uno no desea profundizar la herida de un thaakil recordándole su condición”, explicó a LA NACION el sheikh Salim Delgado del Centro Islámico de la República Argentina (CIRA).
Frente a los más de 3000 casos de chicos muertos en la Franja de Gaza a causa de los operativos israelíes, el sheikh reivindicó la necesidad del perdón y la misericordia, y recordó la actitud del profeta Mahoma cuando conquistó La Meca al comienzo del año 630. “Cuando Mahoma tomó la Ciudad Santa sin derramar ninguna gota de sangre, le preguntó a quienes habían masacrado a miles de musulmanes qué les parecía que debía hacer él con ellos. Y, frente a su enemigo derrotado, el propio profeta respondió: ‘No hay ningún reproche contra ustedes. Sigan su camino, porque son libres’”, recordó Salim Delgado. Luego concluyó en referencia al actual conflicto: “La venganza ya no sirve de nada. Alguien tiene que cortar esta cadena de injusticia”.
La respuesta de los lingüistas
Los lingüistas también investigan en un sentido general por qué una palabra existe en una lengua y no tiene equivalente en otra.
“Todos los idiomas encuentran una manera de decir lo que los hablantes necesitan y quieren decir. Las palabras existen para nombrar una realidad”, explicó a LA NACION el lingüista Pablo Cavallero, secretario general de la Academia Argentina de Letras. Así, por ejemplo en el idioma inuit, de los esquimales, hay decenas de palabras para nombrar los distintos tipos de nieve, como en el español hay varias para nombrar la lluvia (llovizna, garúa, chispeo, chubasco, aguacero, chaparrón, diluvio...) y es de gran utilidad diferenciar una palabra de otra.
También recordó que “en su origen la palabra ‘huérfano’ solo significa ‘estar privado’ de algo. Una ciudad puede estar ‘huérfana’ de gente, y se puede decir que un padre está ‘huérfano’ de hijos. De todas maneras, la realidad es que en las lenguas grecorromanas parece que rechazamos de plano la idea, y por eso su uso no es habitual con ese significado. La misma raíz indoeuropea, en cambio, sí pasó al idioma finlandés que tiene el adjetivo ‘orbo’, para un padre que perdió a sus hijos”, explicó el doctor Cavallero.
En su libro Vivir con nuestros muertos, la rabina francesa Delphine Horvilleur, del Movimiento judío liberal de Francia (MJLF) aventura que la ausencia de un término específico en los idiomas latinos es “como si, al evitar nombrarla, la lengua creyera poder descartar la experiencia, como si por superstición nos asegurásemos de no hablar de ello para no arriesgarnos a provocarlo”.
Finalmente explica que el término hebreo “shakul” proviene del reino vegetal y designa la rama de la vid cuyo fruto ya se ha vendimiado. “Un padre doliente es una rama amputada de su fruto, o un racimo al que le han arrancado las uvas. La savia circula por la rama, pero ya no tiene adónde ir, y el brote se seca porque un pedazo de su vida lo ha abandonado”.