Prometen atender a migrantes... los citan en 10 meses

Luis Carlos Rodríguez, enviado

TAPACHULA, chis., enero 5 (EL UNIVERSAL).- Miles de migrantes que se encuentran en esta ciudad empezaron a recibir este miércoles, en la sede de la Comisión Mexicana de Apoyo a Refugiados (Comar), un documento-promesa para una cita que tendrá lugar en septiembre u octubre de este año, cuando les harán una entrevista y se analizará si se les otorga o no la condición de refugiados y solicitantes de asilo.

Todos estos casos se suman al rezago de 111 mil 257 peticiones que se tenían hasta finales de noviembre de 2022.

Pese a la certeza de que pasarán nueve o 10 meses varados en Tapachula, los migrantes se alegran de tener un documento que los acerca a su destino.

"Soy el número 134 mil 31 y tengo cita para el 15 de septiembre, pero me dicen que esté pendiente en Facebook porque los números van bajando. Por lo pronto voy a sobrevivir estos meses trabajando, espero tener la oportunidad. Me encomendé a Dios y a la oración de mi madre para que me guarde y me proteja. Estoy pidiendo una visa humanitaria para quedarme en México, trabajar y conocer. Con este papelito creo que ya no me pueden deportar", dijo a EL UNIVERSAL José Manuel Vega, mecánico nicaragüense, quien huyó de su país por cuestiones de desempleo y represión.

Bajo el quemante sol invernal de Tapachula, José Manuel corrió con suerte, pues apenas esta semana arribó a Chiapas y ya obtuvo la promesa de una entrevista por parte de la Comar para analizar su caso.

Él viaja con un amigo, y junto con miles de personas más forman parte del crisol de nacionalidades, idiomas y culturas que han convertido a esta ciudad fronteriza en un embudo de migrantes a la espera de que la burocracia mexicana les permita seguir hacia Estados Unidos.

Sin dinero, pero con esperanza

Waltes Occean, haitiano de 35 años, cruzó —junto con su esposa y dos hijos— una decena de países sudamericanos y centroamericanos en autobuses, caminando, rodeando por selvas y montañas. "Gastamos más de 5 mil dólares entre pagos a policías y delincuentes, pero ya estamos aquí. Aún no tengo ficha ni cita, pero vamos a esperar.

"Vengo desde Brasil, donde viví nueve años, mis dos hijos ya son brasileños, trabajé como repartidor de comida, en mensajería, limpieza... y quiero ir a Estados Unidos, donde vive mi papá", relata mientras suplica por una ficha a otro haitiano encargado de organizar la fila, luego de la zacapela e intento de toma de oficinas de la Comar que se registró el martes, y que obligó a los funcionarios a agilizar la atención a los migrantes.

Diago, haitiano de 22 años y quien vivió en Chile tres años, dice que llegó hace un mes a Tapachula, y mientras espera su regularización migratoria vende aguas y refrescos a otros solicitantes de asilo.

Con su escaso español se da a entender entre venezolanos y centroamericanos, quienes esperan por horas, días y meses lo que consideran un salvoconducto para no ser deportados.

Blanca Liseth Alvarado, de 29 años, es hondureña y viaja con su esposo y cinco hijos: de 14, 12, seis, cuatro y dos años; llegó hace dos semanas a Tapachula.

En una pequeña casa de campaña que alguien les regaló, ella y sus hijos esperan frente a la sede de la Comar mientras su esposo realiza los trámites: "Caminamos al día como seis horas, [es] muy cansado, peligroso, el coyote nos cobró 500 pesos mexicanos para pasar en la balsa por el río, y al final pagamos hasta con un teléfono celular para que nos trajeran del río Suchiate a Tapachula".

Su plan es pedir la residencia en México porque una de sus hijas, Ana Lucía, de cuatro años, tiene un riñón más pequeño y requiere tratamiento médico.

Elisa, salvadoreña de 25 años, sonriente arribó a Tapachula hace dos días y ya sobrevive vendiendo aguas y tortas. Viaja sola y busca una visa humanitaria para llegar a Estados Unidos. "Es un viaje muy peligroso, mi familia no quería que saliera del país, pero los quiero apoyar, quiero echar para delante", asegura.

"Tardé 15 días desde que salí de San Salvador, estuve unos días en Tecún, Guatemala, pensando si venía para acá, porque me daba miedo. Le tengo temor a la delincuencia, a las violaciones (...) Tengo cita hasta el 8 de septiembre. Quiero llegar a la frontera norte. Por lo pronto voy a seguir vendiendo tortas y aguas para mantenerme", comenta.

"Soy chileno negro", bromea Ricardo, migrante haitiano que arribó a Tapachula el 24 de diciembre y tiene cita para el 24 de septiembre próximo.

Él, junto a otra decena de sus paisanos, logró organizar a la multitud, que esta semana amenazaba con tomar la sede de la Comar ante la burocracia de las autoridades mexicanas.