Cuando los principales defensores de la salud mental de los estudiantes son ellos mismos

Otros factores explican el vínculo entre el uso de sustancias prenatales y la salud mental de los hijos
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En octubre de 2023, para conmemorar la Semana de Concientización sobre la Salud Mental, un grupo de alumnos del bachillerato Sacopee Valley en Hiram, Maine, creó la Pizarra de la Esperanza que se hace cada año. La pizarra, con la forma de un enorme tulipán y expuesta en el vestíbulo, estaba cubierta de aspiraciones de adolescentes anónimos. Algunos estudiantes esperaban aprobar el examen para conducir o tener éxito en los partidos eliminatorios. Otros expresaron deseos más complicados. “Estar más feliz que enojado”, escribió un alumno. Otro escribió: “Espero que la gente sea más amable y madura”.

Camryn Baron, de 17 años, creó la pizarra como fundadora del Equipo Yellow Tulip de Sacopee, un grupo de estudiantes dedicado a la salud mental. “Es un medio para que algunos chicos puedan expresar y vocalizar abiertamente algo que les preocupa”, dijo.

Baron ha luchado contra un trastorno alimentario, la ansiedad y la depresión; es bisexual y no siempre se ha sentido apoyada. “Las cosas que muchos de nosotros no tomamos en serio o con las que lidiamos aquí… poder compartirlas con otras personas nos valida”, afirmó.

El Equipo Yellow Tulip de Sacopee es uno de los cerca de 150 clubes de este tipo que reciben apoyo de Yellow Tulip Project, una organización sin fines de lucro dedicada a la educación y la defensa de la salud mental. La organización sin fines de lucro que cofundó en 2016 Julia Hansen, una estudiante de bachillerato de Maine cuyos dos mejores amigos se suicidaron, trabaja para desestigmatizar las enfermedades mentales y ayudar a los estudiantes a priorizar su bienestar emocional.

En Sacopee Valley, el club pone música alegre para darles la bienvenida a los alumnos todos los lunes y comparte información sobre salud mental en los anuncios matutinos. Cada otoño, planta un Jardín de la Esperanza —500 bulbos de tulipán este año— y celebrará la resiliencia de las flores en primavera con un día del bienestar juvenil en el que habrá talleres y actividades. En las reuniones periódicas del grupo, los estudiantes pueden hablar de estrategias para reducir el estrés, así como de la homofobia, la desigualdad socioeconómica y los estigmas diversos que experimentan muchos adolescentes en su comunidad rural de tendencia conservadora.

En años recientes, las organizaciones sin fines de lucro que apoyan a los clubes escolares de salud mental se han encontrado con una gran demanda de sus programas. El aumento es el resultado de dos fenómenos: el número cada vez mayor de adolescentes que luchan contra la salud mental y la escasez de recursos para ayudarlos. Aunque las escuelas buscan soluciones, a menudo los estudiantes son quienes lideran la iniciativa.

Misbah Iqbal, presidenta del club Bring Change 2 Mind del bachillerato Syosset de Long Island, en Syosset, Nueva York, el 16 de enero de 2024. (Jackie Molloy/The New York Times)
Misbah Iqbal, presidenta del club Bring Change 2 Mind del bachillerato Syosset de Long Island, en Syosset, Nueva York, el 16 de enero de 2024. (Jackie Molloy/The New York Times)

“Cuando pensamos en la salud mental, no solo es un asunto de intervenir en las crisis”, afirmó Lisa Padilla, científica social y del comportamiento de RAND Corp., quien ha estudiado los clubes de salud mental. “Las organizaciones que se basan en la premisa de que los jóvenes tienden a discutir cuestiones personales con sus compañeros en lugar de con sus padres o adultos están creando un entorno en la escuela que propone: ‘Valoramos tu bienestar y sabemos que es una parte de lo que eres como persona’. Ese mensaje contribuye a que los alumnos se sientan seguros y empoderados para hablar de sus propias necesidades”.

La salud mental de los adolescentes ha empeorado desde el inicio de la pandemia de COVID-19. En 2021, el 44 por ciento de los estudiantes de bachillerato señalaron que “con frecuencia se sentían tristes o desesperanzados”, en comparación con el 36,7 por ciento en 2019, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. También aumentó el porcentaje de estudiantes que hicieron un plan para suicidarse o se suicidaron, en especial entre los adolescentes de la comunidad LGBTQ. Según una encuesta del Instituto de Ciencias de la Educación realizada en 2022, el 69 por ciento de las escuelas públicas reportó un incremento en la cantidad de estudiantes que buscaron servicios de salud mental ese año, pero el 43 por ciento de las escuelas “estuvo de acuerdo de manera moderada” en que podían “proporcionar el servicio de salud mental con eficacia a todos los estudiantes que lo necesitan”. Tan solo el 13 por ciento “estuvo enfáticamente de acuerdo”.

En 2022, la Casa Blanca se comprometió a invertir 1000 millones de dólares en programas escolares de salud mental durante los próximos cinco años y prometió duplicar el número de orientadores escolares y trabajadores sociales. Según investigadores, los adultos de confianza son cruciales para ayudar a los estudiantes con dificultades.

Según Peter Wyman, codirector del Centro de Estudios y Prevención del Suicidio del Centro Médico de la Universidad de Rochester, las iniciativas que dirigen los estudiantes también pueden tener una función crucial. Wyman afirmó que los líderes de los grupos de coetáneos pueden ser una “influencia significativa” ya que ayudan a sus amigos a evitar conductas de riesgo, como el vapeo o las drogas, y a adoptar conductas para afrontar los problemas, como buscar terapia psicológica. Mientras más cerca esté un adolescente del líder que le transmita un mensaje de prevención o le muestre una conducta saludable para afrontar los problemas, mayor será el impacto, según Wyman.

Niku Sedarat, estudiante de último año de bachillerato de San José, California, y fundadora de la organización de salud mental Unité, afirmó que los adolescentes son más receptivos a los mensajes “competentes a nivel social y cultural” de sus coetáneos. Sedarat ha reclutado a 150 estudiantes voluntarios de todo el país. Provienen de orígenes diversos y tienen la tarea de difundir recursos para la salud mental en sus escuelas. “Cuando los estudiantes sienten que hay quien entiende y es similar a su identidad, es más factible que den el paso para buscar ayuda”, afirmó Sedarat.

Hay evidencia que sugiere que la presencia de un club de salud mental puede beneficiar la cultura de una escuela. Padilla encabezó un estudio de clubes de salud mental afiliados a la organización sin fines de lucro Active Minds, otra organización centrada en desestigmatizar las enfermedades mentales. Padilla descubrió que los estudiantes que estaban familiarizados con el club —aunque no estuvieran muy involucrados en él— señalaron que se había reducido el estigma de las enfermedades mentales. Quienes participaban de manera directa conocían mejor los recursos de sus campus para abordar la salud mental y eran más propensos a brindar apoyo emocional y a poner en contacto a sus amigos con servicios.

Padilla enfatizó que los clubes escolares de salud mental deben originarse en un plan de estudios basado o respaldado en evidencias. “No solo deben ser estudiantes que lo hagan por su cuenta”, comentó.

c.2024 The New York Times Company