Prigozhin podría ya no ser un problema, pero las fallas sobre las que despotricó siguen siéndolo

La vegetación crece alrededor de un tanque ruso destruido por las fuerzas ucranianas a finales del año pasado durante una batalla para recuperar la ciudad de Sviatogirsk, en el este de Ucrania, el 25 de junio de 2023. (Mauricio Lima/The New York Times)
La vegetación crece alrededor de un tanque ruso destruido por las fuerzas ucranianas a finales del año pasado durante una batalla para recuperar la ciudad de Sviatogirsk, en el este de Ucrania, el 25 de junio de 2023. (Mauricio Lima/The New York Times)

El señor de la guerra ruso cuyo motín de 24 horas provocó la peor crisis en sacudir al país en tres décadas ha sido enviado a un exilio incierto, junto con las críticas malsonantes hacia el Ejército ruso que le hicieron ganar legiones de seguidores, especialmente dentro de las filas.

Sin embargo, los problemas identificados por Yevgeny Prigozhin, el líder del grupo mercenario Wagner, no desaparecieron con él, afirman los analistas militares, y lo más probable es que continúen enconándose, enfureciendo a las tropas y reduciendo aún más la moral ya de por sí afectada.

Entre estos problemas se encuentran una ausencia general de mando y control, jerarquía rígida, corrupción, logística enredada, escasez de equipamientos y la carencia de una evaluación pública honesta de la guerra en Ucrania. El surgimiento de otras compañías militares privadas similares a Wagner promete complicar aún más las cosas.

“Si Prigozhin desaparece, los problemas no desaparecerán con él”, afirmó Dmitry Kuznets, analista militar de Meduza, un sitio web independiente de noticias ruso. “Están aquí para quedarse. Este es un problema mayor que el propio Prigozhin”.

Durante el levantamiento, la aplicación de mensajería Telegram estalló con comentarios de quienes apoyaban las diatribas de Prigozhin contra el liderazgo militar –en particular, las dirigidas al ministro de Defensa Serguéi Shoigú y al general Valeri Guerásimov, jefe de Estado Mayor– mientras al mismo tiempo condenaban su motín.

“¿Crees que los tipos que piden miras telescópicas, por ejemplo, son muy halagadores con los grandes generales? Por supuesto que no”, escribió un bloguero militar que usa el nombre “Z-War Geeks” y tiene más de 760.000 seguidores en Telegram. Sin embargo, dijo, la mayoría de los soldados saben distinguir entre su país y el Estado. “La patria es incondicional”, escribió. “No puedes traicionarla o perderla”.

Los cuerpos de dos soldados rusos yacen cerca del costado de la carretera en las afueras del este de Kúpiansk, Ucrania, el 7 de octubre de 2022. (Ivor Prickett/The New York Times)
Los cuerpos de dos soldados rusos yacen cerca del costado de la carretera en las afueras del este de Kúpiansk, Ucrania, el 7 de octubre de 2022. (Ivor Prickett/The New York Times)

La reacción en general reveló un bloque de oposición entre los soldados, los voluntarios que los suministran y la comunidad de Telegram que anima la guerra. “Sabíamos eso antes, pero no entendíamos su magnitud”, afirmó Kuznets. El levantamiento, agregó, subrayó la brecha entre los comandantes y los soldados que combaten en la guerra, quienes generalmente respaldan la idea de que el Ejército está mal gestionado y va encaminado a la derrota.

“Podemos ver que están de acuerdo con Prigozhin en general, pero no están de acuerdo con sus métodos”, añadió.

De cierta manera, los problemas con la guerra van más allá de las personas involucradas y se ubican dentro de la estructura y cultura de las fuerzas armadas rusas.

Las reformas iniciadas hace más de una década tenían como objetivo crear un Ejército más pequeño, ágil y flexible. No fue construido para conquistar un enorme país europeo, por lo que, desde esa perspectiva, el presidente Vladimir Putin les asignó a las fuerzas militares una tarea que supera su alcance, afirmó Alexander Golts, analista militar ruso.

“Rusia tenía fuerzas que podían ganar un conflicto local breve”, dijo. “Eso es todo”.

Pero los reformadores no lograron concretar una mayor flexibilidad, lo que requiere otorgar poder de decisión a los comandantes en el campo. Eso chocó contra unas normas culturales profundamente arraigadas, en particular, la inclinación por una estructura de mando rígida y jerárquica y una insensibilidad sobre las bajas de los soldados que, según algunos, es un legado de la época soviética.

Este mes, el Ministerio de Defensa tomó medidas para reafirmar el control sobre la proliferación de grupos militares privados, insistiendo en que todos firmaran contratos antes del 1 de julio. Eso ayudó a provocar el motín de Prigozhin, pero también destacó un problema que hasta la fecha se había discutido principalmente entre blogueros militares y algunos medios de comunicación rusos.

La medida enérgica “fue un paso en la dirección correcta”, desde una perspectiva militar, afirmó Golts, cuyo informe para el Centro de Estudios sobre Europa del Este de Estocolmo sobre la posibilidad de una guerra civil en Rusia había predicho un levantamiento similar apenas unos días antes de que ocurriera.

La cantidad de ejércitos privados sigue siendo pequeña. Gennady Timchenko, un compinche millonario de Putin, creó uno llamado Redoubt. Inicialmente, tenía la intención de proteger sus instalaciones energéticas en Siria, pero comenzó a reclutar personas para Ucrania tras el comienzo de la guerra, según informes de prensa rusos.

El propio Prigozhin llamó la atención sobre el hecho de que Gazprom, la empresa estatal de energía, había creado tres grupos armados privados: Potok, Fakel y Plamya (Torrente, Antorcha y Llama). La independencia de estos grupos del Ministerio de Defensa sigue siendo turbia.

“Estas personas con dinero piensan hoy por hoy que es un tópico increíble: coleccionar empresas militares privadas”, dijo Prigozhin en una entrevista transmitida en Telegram en abril.

Aunque las milicias privadas siguen siendo técnicamente ilegales en Rusia y el gobierno está tratando en la actualidad de controlarlas, el hecho de que a Wagner se le pagaran casi 1000 millones de dólares durante aproximadamente el primer año de la guerra ofrece un incentivo para crear tales grupos. Y como bien acaba de demostrar Wagner, tienen un enorme potencial para crear estragos.

Después de la rebelión, “todas las personas con armas en la mano entendieron que pueden usar esas armas para sus propios intereses, no para los intereses del Estado”, afirmó Golts. “Fue un giro muy dramático. Prigozhin cruzó la línea”.

En Washington, altos funcionarios del Pentágono afirmaron que la respuesta del Kremlin al motín subrayó las debilidades en la estructura de mando y control del ejército ruso: su incapacidad para reaccionar rápidamente ante acontecimientos inesperados y la mala coordinación entre el Ejército y otros servicios de seguridad.

A los oficiales militares estadounidenses les sorprendió que una columna blindada de las fuerzas de Wagner avanzara hasta llegar a 200 kilómetros de Moscú. Los mercenarios no encontraron resistencia en tierra, pero derribaron media docena de helicópteros militares rusos y un puesto de mando aerotransportado Il-22 que se enfrentó a la columna.

Varios funcionarios del Pentágono afirmaron que esto reflejaba una vez más la falta de coordinación entre las fuerzas aéreas y terrestres rusas. Sin embargo, la débil reacción también podría haber sido una señal de que muchos oficiales y soldados simpatizaban con los rebeldes, opinaron analistas militares.

Aun así, Prigozhin se excedió, posiblemente pensando que meses de llamadas telefónicas de oficiales quejándose del Ministerio de Defensa se traduciría en que algunos se unirían a la rebelión. “Creo que Prigozhin sobrestimó su apoyo: el desprecio por Guerásimov no equivale a apoyar a Prigozhin”, afirmó Dara Massicot, investigadora principal de políticas en Rand Corp.

La sensación generalizada de que los comandantes de alto nivel no rinden cuentas puede representar un desafío sustancial para la capacidad de cualquier ejército para comandar y controlar fuerzas en el campo de batalla. Los analistas afirman que la ausencia de rendición de cuentas socavó la autoridad de Shoigú y Guerásimov en las filas.

“Hizo que ambos parecieran débiles”, dijo Rob Lee, miembro principal del Instituto de Investigación de Política Exterior. “Claramente, hay muchos problemas sistémicos en el Ejército ruso que son atribuibles al liderazgo”, agregó. “La razón por la que Prigozhin tuvo algún apoyo es que muchas de sus críticas al Ministerio de Defensa ruso son razonables”.

En los días posteriores a la rebelión, Shoigú apareció varias veces en público –una señal de que permanecería en su cargo– mientras que los informes de una purga generalizada en el Ejército comenzaron a surgir de los blogueros militares de Rusia.

La baja moral entre las bases solo empeorará con las luchas internas y la respuesta de Putin al motín, si los primeros informes son precisos. “No le dio más moral al Ejército en su mayoría desmoralizado”, afirmó Pavel Luzin, analista militar ruso.

c.2023 The New York Times Company