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No, no se puede prever un terremoto aunque los gurús de Twitter te digan lo contrario

Al momento de redactar esta nota, el número de fallecidos a causa del terremoto de magnitud 7,8 que sacudió el pasado lunes Turquía y Siria ascendía a 11.200 y más de 40.000 heridos. Un balance dramático que, según las autoridades de ambos países, es solo la punta del iceberg, mientras los equipos de rescate trabajan sin descanso en busca de cuerpos y supervivientes bajo los escombros.

En situaciones como estas, tratar de darle algo de sentido a la tragedia en busca de culpables es casi un imperativo y surge entonces la pregunta de si la catástrofe se podría haber anticipado. No faltan entonces los gurús de turno que, valiéndose del potencial de propagación que facilitan las redes sociales, dan un golpe en la mesa asegurando que ellos ya sabían que esto ocurriría.

El título de visionario ha recaído en esta ocasión en Frank Hoogerbeets, un usuario de Twitter de Países Bajos que el pasado 3 de febrero compartió un tuit en el que escribía lo siguiente: “Tarde o temprano habrá un terremoto de magnitud 7,5 en esta región (centro-sur de Turquía, Jordania, Siria, Libano)”. Al poco tiempo de producirse el seísmo, el tuit empezó a correr como la pólvora en la red social de Elon Musk (ya supera las 50 millones de reproducciones) y muchos medios de comunicación se hicieron eco del comentario bajo el epígrafe de que su autor había vaticinado sin peros lo sucedido.

Sobre este autodenominado investigador, poco se sabe, a parte de que trabaja para el Solar System Geometry Survey (SSGS), un instituto dedicado “al monitoreo de los cuerpos celestes en relación con la actividad sísmica terrestre”, según el perfil de Twitter de la propia entidad, en activo desde junio de 2022. De hecho, si uno acude a la página del SSGS y trata de buscar alguna referencia sobre Hoogerbeets en su buscador interno, la página no devuelve ningún resultado.

No es la primera vez que el pseudoexperto hace una predicción similar (y suponemos que no será la última). A principios de diciembre de 2018, vaticinó que habría un gran terremoto de magnitud 8 entre el 21 y el 25 de ese mes y año debido a una “configuración planetaria crítica”, aunque, en esa ocasión, no fijó en el mapa el lugar exacto donde sucedería. Antes de aquello, en 2015, también predijo otro, este de 9,8 en la escala Richter, que arrasaría con la costa oeste de Estados Unidos a causa de la “alineación de cinco planetas con la Tierra”.

Más allá del personaje, la pregunta es una: ¿qué hay de cierto en todas estas predicciones? ¿Hasta qué punto se podría haber anticipado una tragedia de estas características?

Menos pseudogurús y más ciencia

“Gente como esta no merece ningún comentario, es como hacerle la competencia a la bruja Lola. Claro que ha acertado, pero como te puede tocar la lotería. No tiene ninguna base científica”, señala Miguel Ángel Rodríguez, científico titular del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC). “A día de hoy es matemáticamente imposible hacer una predicción”, añade.

En la misma línea habla en LaSexta Nahúm Méndez Chazarra, geólogo y autor del blog ‘Un geólogo en apuros’: “A fecha de hoy no podemos hacer ese tipo de predicciones con día y hora de cuándo sucederá un terremoto, es el santo grial de la geología que no hemos resuelto todavía. Claro que tenemos modelos de probabilidad, pero predecir con un día exacto cuándo y dónde va a suceder, eso no es posible”.

Imagen aérea de las consecuencias del terremoto en suelo turco. EFE
Imagen aérea de las consecuencias del terremoto en suelo turco. (Foto: EFE)

Pero ¿por qué no podemos tener una predicción al nivel de precisión de la que se jacta Hoogerbeets? “Porque el numero de parámetros que hay que modelizar es infinito. Antes que los avances tecnológicos, como puede ser el desarrollo de inteligencia artificial y de super algoritmos, hay que tener en cuenta la inteligencia natural. Es decir, cartografiar todas las fallas, hacer cálculos, monitorear… Vivimos en un planeta vivo y tenemos que convivir con ello”, explica Rodríguez.

Para José Alejandro Cucuyame, geólogo colombiano y máster en geofísica y geología de reservorios de la Universidad de Barcelona, existen metodologías que te acercan a la posibilidad de que ocurra un terremoto, pero es una cuestión de estadística. “En zonas sísmicamente activas es más probable que ocurra un evento sísmico que en otros lugares del planeta sin esas condiciones. Pero hay factores que simplemente no se pueden medir porque son cambiantes. Nos toca apoyarnos en terremotos pasados para determinar una probabilidad, nunca predecir una fecha y lugar exactos”.

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Prevención y educación

Científicos de todo el mundo siguen trabajando para lograr sistemas de monitoreo cada vez más efectivos que permitan anticipar las probabilidades de que ocurra un terremoto y su magnitud. Mientras la investigación científica sigue su curso, en lo que coinciden todos los expertos consultados es en la importancia de la prevención. En otras palabras: lograr que las consecuencias que se derivan de un terremoto sean las mínimas que se podrían esperar, sobre todo en términos de coste humano. Esto supone construir edificaciones especialmente resistentes a tensiones sísmicas en aquellos lugares donde las probabilidades de que ocurra el sismo son más altas.

A esto hay que sumar la importancia de la educación. “Enseñar a la gente qué hacer. Por ejemplo, hay que tener la sangre fría de no salir corriendo a la calle. ¿Pero cómo mantienes la sangre fría en medio de un terremoto? Eso se consigue si te lo enseñan desde pequeño en el colegio, como sucede en Japón o en México. Saber comportarte durante un terremoto salva muchas vidas”, concluye Miguel Ángel Rodríguez.

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