¿La próxima pandemia podría comenzar en la feria del condado?

Andrew Bowman, epidemiólogo molecular de la Universidad Estatal de Ohio, y Lauren Freilino, estudiante de tercer año de preveterinaria en la universidad, se preparan para tomar muestras del hocico de los cerdos a fin de detectar si los animales son portadores de algún nuevo virus de la influenza, en la feria del condado de Perry en New Lexington, Ohio, el 29 de abril de 2023. (Maddie McGarvey/The New York Times).

Había llegado el momento de la exposición porcina juvenil y el establo de los cerdos estaba a reventar. Los concursantes, de entre 3 y 21 años, practicaban sus caminatas para el círculo de exhibición y se cepillaban los pelillos para no despeinarse. Los padres hacían trenzas el cabello de las niñas, a las que agregaban moños y pasadores con forma de cerdo.

Andrew Bowman, epidemiólogo molecular de la Universidad Estatal de Ohio, daba grandes pasos a través del establo con un overol verde impermeable en busca de mocos porcinos. Cuando entró en uno de los corrales, un cerdo intentó buscar la salida con la nariz y luego le empezó a mordisquear los cordones de los zapatos.

Bowman afirmó que prefiere no entrar a los corrales, mientras pasaba una gasa por la nariz del animal. Pronto detectó un objeto más atractivo: un cerdo que asomaba el hocico entre los barrotes de su cercado. “Tenemos una inclinación total hacia los hocicos que se exponen hacia afuera”, comentó. Más tarde, de vuelta en el laboratorio, Bowman y sus colegas descubrieron que varios de los hocicos que husmeaban por este concurrido establo de New Lexington, Ohio, albergaban influenza.

El mundo está saliendo de una pandemia que les quitó la vida al menos a 6,9 millones de personas. No será la última. Los brotes de enfermedades zoonóticas, que pueden propagarse entre animales y humanos, se han hecho más frecuentes en décadas recientes y los patógenos animales seguirán desbordándose hacia las poblaciones humanas en los próximos años. Para los estadounidenses, la propagación puede parecer un problema lejano, un peligro que habita en lugares como el mercado de animales vivos de Wuhan, China, el posible origen de la pandemia de COVID-19.

“Creo que aquí en Estados Unidos de verdad se cree que la enfermedad viene de otro lugar”, afirmó Ann Linder, subdirectora del programa de derecho y política animal en la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard.

Sin embargo, hay un riesgo real en nuestros propios patios traseros… y corrales. Desde 2011, ha habido más casos humanos confirmados de gripe porcina en Estados Unidos que en cualquier otra parte del mundo. (Eso tal vez se deba a que otras naciones hacen menos pruebas y vigilancia y es probable que muchos casos pasen desapercibidos aquí y en el extranjero, según los expertos). La mayoría se han relacionado con ferias y exposiciones agrícolas. “Se han convertido en algo como zonas activas”, comentó Linder.

Andrew Bowman, epidemiólogo molecular de la Universidad Estatal de Ohio, toma muestras del hocico de un cerdo para detectar si el animal es portador de algún nuevo virus de la influenza, en la feria del condado de Perry, en New Lexington, Ohio, el 29 de abril de 2023. (Maddie McGarvey/The New York Times).
Andrew Bowman, epidemiólogo molecular de la Universidad Estatal de Ohio, toma muestras del hocico de un cerdo para detectar si el animal es portador de algún nuevo virus de la influenza, en la feria del condado de Perry, en New Lexington, Ohio, el 29 de abril de 2023. (Maddie McGarvey/The New York Times).

Patógenos porcinos

Los cerdos tienen un papel clave en la evolución de la influenza. Los pueden infectar al mismo tiempo los virus de la influenza porcina, aviar y humana, por lo tanto, sirven de recipientes de mezcla en los que diferentes cepas pueden reorganizar su material genético y producir nuevas versiones del virus.

Cuando azotó la pandemia de gripe porcina de 2009, la vigilancia de la influenza en los cerdos fue limitada, afirmó Bowman, quien en aquel entonces ejercía como veterinario. No obstante, el brote fue revelador, por eso Bowman, quien estudió en la Escuela de Veterinaria de la Universidad Estatal de Ohio, regresó a la universidad para trabajar con uno de sus antiguos profesores en un proyecto de vigilancia porcina.

Empezaron a tomar muestras de cerdos en las exposiciones porcinas y terminaron por descubrir una red nacional de eventos que producían infecciones humanas en un ciclo anual predecible.

Al inicio de cada primavera, las exposiciones regionales y nacionales “del premio gordo”, que atraen a competidores porcinos serios, reúnen a cerdos de granjas lejanas, lo que causa la propagación de nuevas variantes de la influenza en todo el país.

En verano y otoño, una cantidad mucho mayor de niños llevan a sus cerdos a las ferias de condado o estatales. En alrededor del 25 por ciento de las ferias, al menos un cerdo da positivo a las pruebas de influenza, la cual tiende a propagarse ampliamente, según descubrieron los investigadores. “Al final de la feria, hay 200 cerdos que portan el virus de la influenza”, mencionó Bowman.

En las ferias, también hay grandes multitudes de personas en contacto cercano con los cerdos. “Hay niños que acarician y tocan a los cerdos y, al mismo tiempo, comen algodón de azúcar, hot dogs y botanas”, explicó Linder.

La propagación no es un acontecimiento extraño. En 2012, un gran brote de gripe porcina causó más de 300 casos humanos confirmados; Bowman y sus colegas encontraron evidencias de que el virus había saltado de los cerdos a las personas durante al menos siete ferias distintas de Ohio. “La idea de que lo vimos frente a nuestras narices, varias veces… fue muy sorprendente”, opinó Bowman.

Durante los años siguientes, los investigadores trabajaron para identificar qué hizo que estas ferias fueran arriesgadas. Descubrieron que, aunque la mayoría de las ferias tenían instalaciones sanitarias para lavarse las manos, pocas tenían carteles que explicaran cómo utilizarlas… y casi nadie lo hacía.

También documentaron los riesgos asociados con el procedimiento estándar de pesaje, en el que los cerdos eran alineados, nariz con cola, y guiados a una báscula uno por uno. Durante ese proceso, muchos cerdos presionaban con la nariz los paneles verticales de clasificación que se utilizan para mantener a los animales en su sitio y un cerdo infectado podía contaminar la superficie común. “Eso da como resultado una transmisión acelerada”, mencionó Bowman. “Es un cerdo para todos los que le siguen en la fila”.

Los investigadores, quienes han compartido sus hallazgos con los organizadores de las ferias y las autoridades sanitarias, aseguran que han observado algunos cambios, como que muchas ferias ya no practican los pesajes masivos obligatorios.

Algunas exposiciones y ferias más grandes, que suelen durar una semana, también han empezado a enviar a casa a la mayoría de los cerdos después de 72 horas. Esto significa que los cerdos infectados en una exposición se habrán ido antes de empezar a propagar el virus. “No están expuestos al público, donde pueden infectar a otros animales o personas”, afirmó Bowman.

Sin embargo, no todas las exposiciones han sido receptivas a realizar este tipo de cambios que suceden de arriba hacia abajo. Por lo tanto, el equipo de la Estatal de Ohio también está trabajando desde abajo.

Hábitos saludables

Cuando no estaban compitiendo, muchos de los niños de la exposición de New Lexington se paseaban por el granero de los vendedores, donde artesanos y organizaciones ofrecían sus mercancías. Un puesto cerca de la entrada, en el que un cerdo de caricatura con una bata de laboratorio invitaba a los niños a entrar en el “laboratorio cerdífico”, se sacó la lotería.

Cuando se acercó un grupo de tres preadolescentes, Jacqueline Nolting, investigadora y educadora del equipo de la Universidad Estatal de Ohio, los retó a poner a prueba sus habilidades para lavarse las manos. Les pidió que se frotaran las manos con un gel transparente y se las lavaran meticulosamente. Luego, sacó una luz negra y anunció que iban a brillar los restos de gel que hubieran quedado. Seis manos se iluminaron.

“¡Ah, tienes muchos gérmenes!”, exclamó. “En las grietas de tus nudillos… ¿puedes ver cómo llegó a las grietas de tus nudillos?”.

La actividad es un pilar del programa Swientist, que el equipo empezó a desarrollar en 2015 para enseñarles a los jóvenes expositores a mantener sanos a sus cerdos y a ellos mismos. En la exposición de New Lexington, Nolting, quien dirige el programa, también invitó a los niños a practicar cómo ponerse y quitarse el equipo de protección individual y regaló mochilas llenas de actividades, como una búsqueda del tesoro de bioseguridad.

Los investigadores se han convertido en figuras habituales de las exposiciones porcinas de todo el país, a las cuales asisten con dos objetivos: monitorear el virus mediante la toma de muestras con hisopos en más cerdos y detener su propagación enseñándoles a los niños los conocimientos básicos de bioseguridad.

Según Rob McCarley, de Circleville, Ohio, lo primero que quieren hacer sus gemelos de 5 años en una exposición es ver las actividades que ofrece el equipo Swientist. “Cuentan los días”, afirmó. (Y parece que prestan atención; cuando uno de los cerdos de la familia se enfermó esta primavera, uno de los gemelos anunció que debían aislar al animal).

Sin embargo, el éxito no llegó de la noche a la mañana y en un inicio algunas familias recibieron con recelo a los investigadores de la Estatal de Ohio. “Pensaban: ‘Me quieren señalar y creen que mis cerdos están enfermos’”, comentó Kelly Morgan, quien dirige OH-PIGS, un circuito de exposiciones porcinas de Ohio. “Tuvieron que ganarse su confianza al principio”.

Los científicos compartieron sus datos con los expositores y les aseguraron que no estaban “aquí solo para hurgar, pinchar y recoger”, afirmó Bowman. Se presentaron como colaboradores con objetivos en común.

No obstante, algunas recomendaciones sanitarias, como no comer ni beber cerca de los animales, no se han aceptado con facilidad. Para muchas familias, algunas de las cuales llevan ollas de cocción lenta al establo, compartir comida en una exhibición es una forma de crear comunidad. Y con exposiciones que pueden durar todo el día, también puede ser una necesidad logística, señaló Morgan: “Hay que darles de comer a los niños, si no, se ponen de muy mal humor”.

A final de cuentas, el equipo de la Universidad Estatal de Ohio decidió suavizar la recomendación, pues les preocupó que fuera tan ajena a la cultura que pudiera socavar su credibilidad. (Tampoco está claro cuánto podría aumentar el riesgo comer y beber en personas que ya pasan horas compartiendo el aire con sus cerdos, reconoció Nolting).

Es difícil determinar la eficacia general de los esfuerzos del equipo; la vigilancia aún es bastante reciente y algunas temporadas de influenza son peores que otras por naturaleza. “Pero creo que hemos influido en algo”, opinó Bowman. “Se está produciendo un cambio”.

c.2023 The New York Times Company