Las pisadas del crimen: así ayuda la podología forense a resolver delitos
La podología forense puede resultar un tanto extraña para quienes no están habituados a los contextos de las investigaciones médico-legales, pero se trata de una disciplina clave en la identificación de personas mediante análisis de huellas, patrones de pisada y características específicas de los pies.
En realidad se trata una subdisciplina de las Ciencias Forenses que aborda la investigación científica de los vestigios y huellas que puedan aparecer en el escenario de crímenes con el fin de descubrir la identidad de víctimas, delincuentes y otros implicados en un hecho ilícito.
A través de la lofoscopia – el estudio de las crestas papilares–, de los dermatoglifos o huellas dactilares – de dedos o plantares–, así como de la forma y profundidad de la pisada, nos aporta información valiosa sobre el tamaño y peso de una persona, así como sus defectos al andar. Además permite obtener datos del calzado, no solamente de la marca que deje, sino si tiene algún logotipo, desgaste u otros elementos significativos apreciables.
También se puede averiguar, a través de esta técnica, qué persona o personas han participado en un hecho delictivo, ya que son señales únicas e identificativas de cada ser humano, algo que también sucede con el otograma –el análisis que deja el relieve de la huella de una oreja–. Son elementos fundamentales, y no pocas veces determinantes, para aportar pruebas periciales en determinados escenarios dentro de un procedimiento penal.
Técnicamente, la labor del criminalista es el levantamiento de la huella y que la misión del podólogo forense es su análisis, que a través de un dictamen legal auxilia a la justicia y sirve de soporte a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
Diferentes tipos de huellas
Las huellas son un reflejo biomecánico que se transfiere al suelo u otro soporte y en las que se observa desde su coloración hasta su frescura (lo que define si la persona a la que pertenece ha caminado más despacio o más deprisa), pasando por un enfoque lineal (es decir, si su camino era recto o se salió en algún momento).
Sus tipos son variopintos:
Huellas que son visibles porque quedaron estampadas en superficies con unas características concretas como son, por ejemplo, las que se componen de partículas poco compactas o barro blando.
Huellas que no se pueden ver con el ojo humano, salvo si se aplican reactivos químicos que saquen a la luz los restos latentes.
Huellas simuladas, que son las que pretenden confundir al profesional podólogo forense, en la medida de que son estampadas por el autor criminal en el lugar de los hechos con la única finalidad de despistar a los profesionales.
Huellas que se superponen unas sobre otras, y además no lo hacen en la misma dirección, por lo que hay que analizar su secuencia.
Huellas estampadas por la misma persona, que se producen en serie y, por lo tanto, su estudio tiene que ver con detalles como la dirección, la longitud o la anchura de la huella y del paso.
Se atribuye a Wesley Vernon y a F.J. McCourt la referencia a esta disciplina, y a Reino Unido y Canadá los primeros atisbos sobre estos estudios podológicos, que se pueden datar en torno a los años setenta.
Pero aunque ha pasado ya medio siglo, no son estudios convencionales ni ampliamente extendidos en países como España. En otros como EE. UU. síhan tenido una mayor difusión.
Casos resueltos gracias a los pies
Pese a no ser una especialidad geográficamente muy desplegada, sí se cuenta con un histórico de casos y de análisis que aportan numerosos datos. Cabe nombrar a E. Muir, que en el año 1935 escribió por primera vez sobre ello en relación con un asunto que trataba sobre huellas plantares. Otro nombre con peso específico en esta rama de la medicina es el del patólogo Sir Sidney Alfred Smith, que dio con un ladrón de Falkirk (Escocia) en los años cincuenta gracias a sus defectos motrices.
Otro caso real, aunque posterior, fue el asesinato de Vincent and Maxine Zazzara en su casa de California en el año 1985. También se resolvió, entre otras evidencias, gracias a las huellas de zapatos.
Las huellas de los pies siguen un sistema riguroso de análisis, comparación y evaluación. Y justo por eso se suelen cotejar con otras. Así, nos encontramos con huellas de carácter dubitado, pertenecientes a la persona susceptible de ser culpable, que se comparan con otras de carácter indubitado, pertenecientes a la persona investigada. Para estos estudios contamos, por un lado, la pedimetría, que se encarga de medir y analizar la salud de los pies y, por otro, la pedigrafía, que consiste en analizar la huella de un pie utilizando un pedígrafo.
Aun cuando se esté ante un modelo de investigación criminalístico con poco recorrido en comparación con otros, queda clara su importancia en el descubrimiento de delitos y su autoría.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Maria de las Nieves Navarro Mozo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.