El piano desafinado y un cúmulo de circunstancias adversas que dieron origen al disco de jazz más vendido de la historia
El álbum ‘The Köln Concert’, de Keith Jarrett, grabado en directo el 24 de enero de 1975 en el concierto que el célebre músico estadounidense ofreció en la Ópera de Colonia, está considerado como el disco de jazz (de un solista) más vendido de la historia (más de 4 millones de copias) y el que terminó de consagrar su carrera como uno de los pianistas de jazz más grandes.
En aquellos momentos, Keith Jarrett estaba en uno de los momentos dulces de su carrera. Una década antes (a los 20 años de edad) se había mudado a vivir a Nueva York, donde empezó a tocar en algunas bandas de jazz, consiguiendo cada vez un mayor protagonismo y participando en la grabación de varios discos, así como realizar diversas giras, pero siempre como uno más de las bandas (tríos o cuartetos) de los que formaba parte.
A inicios de la década de 1970 llegó su gran momento, pudiendo actuar en solitario en algunos clubes y conciertos, así como grabar algún que otro disco. Una de las cosas por las que destacaba Keith Jarrett era en su innata habilidad a la hora de improvisar temas, algunos de ellos de una duración poco habitual para los estándares del jazz de la época.
En 1975, Jarret ya era uno de los pianistas de jazz más consolidados de Estados Unidos y enormemente admirado en el extranjero, por lo que en enero de aquel año le surgió la oportunidad de realizar una gira internacional que lo llevaría a visitar varias ciudades europeas, entre ellas Bergamo, Génova (Italia), Berna y Zúrich (Suiza), siendo la Colonia (en Alemania Occidental) la siguiente parada, donde ofrecería un ‘atípico’ concierto en el célebre edificio de la ópera, frente a mil cuatrocientos espectadores y que sería grabado íntegramente por técnicos de la compañía discográfica EMI con el fin de editar un doble álbum.
He entrecomillado que el concierto sería atípico por diversos motivos y un cúmulo de circunstancias adversas que dieron origen a que también se convirtiera en una actuación legendaria.
La organizadora del ‘The Köln Concert’ fue una jovencísima entusiasta de la música, llamada Vera Brandes, de apenas 18 años y que movió todos los hilos para que Keith Jarrett accediera a actuar en la Ópera de Colonia, además a una intempestiva y poco frecuente hora, las 11 y media de la noche.
El músico puso unas pocas condiciones y fue muy explícito en ellas para aceptar dicha invitación. Una de ellas (y más importante para él) era disponer de un piano de cola de la marca Bösendorfer y modelo 290 Imperial, que debería estar en la sala donde se realizaría el concierto con varias horas de anticipación para que pudiese ser afinado adecuadamente (el hecho de trasladar cualquier piano de esas características provoca que se desafine y deba pasar por una previa puesta a punto por un experto. Otra de las condiciones fue el que la organizadora le facilitase al Jarret un billete de avión, ya que viajaría el mismo día del concierto desde Zúrich, donde habría ofrecido un concierto el día anterior.
El pianista debía llegar a Colonia con tiempo suficiente para pasar por el edificio de la ópera de Colonia, probar el piano, dar instrucciones al experto afinador e irse a cenar a un restaurante (en el que se le había hecho previamente una reserva), para finalmente tocar ante el auditorio de 1.400 personas un concierto de jazz que sería grabado para editar un disco.
Pero no todo salió como deseaban Vera Brandes y Keith Jarrett… unas cosas debido a la inexperiencia de la joven, algunas motivadas por el propio concertista y otras por el azar y un cúmulo de circunstancias adversas.
Vera había logrado vender todas las entradas para el concierto a precios populares (4 marcos alemanes que al cambio no llegarían a los dos euros), por lo que las 1.400 butacas estarían ocupadas. La joven también había hablado con los responsables de la Ópera, quienes le habían asegurado de que disponían del modelo de piano de cola que había solicitado Jarret y su sorpresa, al llegar a media tarde allí, fue que los operarios no colocaron el deseado Bösendorfer 290 Imperial, sino uno mucho más pequeño, viejo y desafinado que encontraron en el almacén y que nada tenía que ver con el que se había pactado.
Para colmo, el propio Jarret decidió en el último momento que no iría en avión desde Zúrich hasta Colonia y viajó en coche para acompañar a uno de los miembros de equipo, por lo que llegó a la sala donde daría el concierto con muy pocas horas de anticipación. Allí se llevó un enorme disgusto y enfado cuando comprobó que el piano que le habían colocado en medio del escenario no era el que él había pedido y con el que quería tocar.
Aquel instrumento sonaba mal y por mucho que el afinador profesional le dedicase unas cuantas horas en ajustarlo no serían suficiente para que sonase perfectamente. Todos los operarios encargados de los instrumentos del almacén ya se habían marchado y Vera Brandes no pudo conseguir localizar a nadie que le hiciera llegar un piano de las mismas características al solicitado (el más cercano estaba a cientos de kilómetros de Colonia y no estaría allí por mucha prisa que se dieran). Era viernes por la tarde y el personal del edificio de la ópera que les podría haber ayudado a conseguir el piano deseado del almacén ya se había marchado.
Jarret se negaba a tocar dicho instrumento desafinado, tomando el camino de salida hacia la calle. La joven Vera le imploró para que lo reconsiderase, algo a lo que el pianista finalmente accedió (en parte porque todo el equipo de grabación de la discográfica ya estaba allí).
Quedaba solo un par de horas para iniciar el concierto y Keith Jarrett tenía que ir a cenar donde la organización le había hecho la reserva. Pero en otro inesperado contratiempo hizo que en el restaurante acordado no constase reserva alguna y no tenían ninguna mesa libre (era viernes noche), por lo que se tuvo que conformar con comer alguna cosa rápido y tomar unos pocos tragos para templar los nervios y tensión acumulada del aquel difícil día que el pianista deseaba que acabase de una vez.
A la hora acordada y con un patio de butacas lleno, Keith Jarrett salió al escenario y durante poco más de una hora (concretamente 66 minutos y siete segundos) ofreció uno de los conciertos improvisados más memorables que muchos aficionados al jazz recuerdan. El hecho de que el piano no sonase con la finura que debía hacerlo, acompañado de la genialidad del músico, hizo que los espectadores reunidos en la Ópera de Colonia quedaran entusiasmados y vibrasen con las notas magistralmente tocadas por aquel genio pianista.
Por cierto, tiempo después se supo que el piano de cola, Bösendorfer 290 Imperial, que había encargado Vera Brandes a la dirección de la Ópera de Colonia estaba colocado tras una de las puertas de salida del backstage y a nadie se le ocurrió mirar allí hasta después del concierto.
Fuente de la imagen: Wikipedia
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