De los perros de Milei a las ballenas piadosas: así piensan los médiums que dicen contactarse con animales vivos y muertos

Celia Melamed se presenta como médium de animales
Celia Melamed se presenta como médium de animales - Créditos: @Carlos Korn

En su libro Beloved dog, la artista Maira Kalman recuerda cuánto deseaba que su perro le hablara: “Durante nuestros años juntos, a menudo le pedía que me dijera una palabra, una sola palabra. Es como pedirle una palabra a un ser querido que ha muerto: dame una señal de que no me has dejado. No va a suceder, pero eso no te impide desear y esperar el milagro”. El fragmento entraña una experiencia con la que cualquier persona que haya tenido un animal de compañía se puede identificar. ¿Quién no deseó que su perro hablara, o sintió que le expresaba tanto con la mirada que era como si le estuviera hablando? Nadie sabe con certeza cuánto los animales entienden o sienten, si son conscientes de la muerte o no o cómo es esa conciencia. Sin embargo, de lo que no cabe duda es que la mayor parte de los humanos precisamos hablarles y deseamos que nos contesten.

Pitones con depresión, tortugas que desean establecer condiciones antes de poner sus huevos, palomas con el ala herida que quieren ser libres aunque eso les signifique la muerte, perros que fallecieron y no se sabe si llegaron bien al otro lado; son algunos de los motivos de consulta e inquietudes que les han llegado a los médiums de animales o comunicadores interespecies, una especialidad esotérica que hasta hace poco estaba en las sombras, pero pasó a estar bajo el reflector cuando trascendió que, años atrás, el presidente Javier Milei contactó a una médium para comunicarse con su perro agonizante, Conan. Se trata de la comunicadora y veterinaria Celia Melamed, quien cuenta que, desde que le llegó una fama inesperada, le llueven insultos y mensajes acusándola de estafadora porque “los perros no hablan”. “Ya sé que los perros no hablan”, aclaró ella en una entrevista. Lo que los comunicadores consultados por LA NACIÓN creen es que todo ser vivo comunica, aunque no mediante el lenguaje verbal, sino de manera telepática y sensorial. Su tarea como comunicadores sería decodificar ese mensaje y traducirlo a nuestras palabras. A algunos la información les llega en forma de imágenes mentales, a otros como sensaciones en el cuerpo y a un tercer grupo, frases enteras. Es el caso de Barbara Shor, comunicadora de Oregon que escribió un libro con mensajes que le transmitieron los elefantes y las ballenas. Estas últimas incluso le advirtieron: “No vengas a estar aquí con nosotras mientras escribís el libro porque perderás la objetividad”.

La telepatía, el método con el que los médiums dicen comunicarse con los animales
La telepatía, el método con el que los médiums dicen comunicarse con los animales

Algunos tienen percepciones desde chicos, como Clara Martín, que siempre sabía cuando a un caballo le dolía una pata y a quien su tía un día le advirtió: “Oye, deja de decir esas cosas porque de verdad te creerás que hablás con animales”. Otros lo descubrieron de más grandes, como el caso de Olga Porqueras, que estaba atravesando una depresión muy profunda cuando sintió que un perro le hablaba por primera vez: “Yo era una mujer que iba del sofá a la cama y de la cama al sofá. Estaba tomando medicación psiquiátrica, homeopatía, fitoterapia. Y notaba que cuando yo tomaba mis esencias florales, mi perro, un pastor alemán, se paraba frente a mí. Un día tuve la sensación de que me las pedía. Fue tan fuerte que, por expresarlo de alguna forma, lo oí hablar”.

La legitimidad

La disciplina nació en los años 70 en Estados Unidos, aunque los comunicadores afirman que ya existía bajo distintas formas y nombres en pueblos antiguos desde tiempos inmemoriales. La mayoría de quienes la practican son mujeres, están en todos los continentes. Una consulta oscila entre los 15 y los 250 dólares, dependiendo del comunicador y del país. La mayoría atiende por internet ya que, dicen, alcanza con ver una foto del animal y conocer el caso para empezar a recibir mensajes.

Una de las fundadoras de la disciplina es Penelope Smith, hoy de 78 años, que dice que habla con animales desde antes de nacer y en su página web se define como pionera del campo al que ella misma nombró como la “comunicación telepática interespecie”. Ha formado a muchos otros comunicadores alrededor del mundo que a su vez se volvieron maestros: es un saber que se transmite de uno a uno, de continente en continente, y no necesita de ninguna legitimidad científica ni la pretende: se legitiman entre ellos. Algunos comunicadores saben que los mensajes que reciben de los animales son reales porque, además de sentirlo, su maestro así lo reconoció.

Sin embargo, muchos de ellos son también veterinarios, como Melamed, o provienen de algún campo de la ciencia. Algunos relatan haber aprendido a callar sobre sus saberes esotéricos en ese otro ámbito porque saben que si lo contaran, serían burlados por sus pares. Otros, en cambio, llegaron a la “mediumitud” desde otros campos de lo esotérico, y muchos se conectan con fuentes religiosas o espirituales para alimentar sus prácticas, como San Francisco de Asís, patrón de los animales en el catolicismo y Loki, deidad de la mitología nórdica que tiene la facultad de transformarse en animales. También del chamanismo.

En uno de sus libros, el estudioso de las religiones Reza Aslan menciona que en la Arabia preislámica existían unos adivinos a quienes se denominaba kahin, entre cuyas especialidades estaba la de hallar animales perdidos, algo que los comunicadores hacen hoy en día. María Molina, española especializada en perdidos, recuerda particularmente el caso de un gato que se había escapado y no quería volver. Su dueña le pidió que le transmitiera que quería encontrarse una última vez con él. El gato accedió, sabiendo que su dueña respetaría su voluntad de encontrarse, siempre y cuando se quedara a unos cinco o seis metros suyo, no más. La dueña aceptó y pactaron a través de la médium dónde y a qué hora se encontrarían. Ambos se presentaron, se miraron un momento, el gato se dio media vuelta y se fue.

Otra de las causas más comunes de consulta es cuando una mascota ha muerto y su dueño quiere saber cómo está en el Más Allá. Sonia Prats tiene una de las historias más hermosas para contar al respecto: “Había un bóxer llamado Sultán. Pasadas las 24 horas de que trascendiera, me comuniqué con él. Yo había estado acompañando a sus humanos durante todo el proceso, él llevaba seis meses con cáncer, sin poder moverse. Una vez que estuvo en su cielo, Sultán apareció en un césped verde, corriendo, revolcándose, rodeado de muchas pelotas amarillas. Estaba feliz como una perdiz y les daba a sus humanos las gracias por todo. Yo les conté de esa imagen y me dijeron que unos pocos días antes de irse, lo habían llevado en brazos a un parque cercano y le habían soltado dos bolsas llenas de pelotas de tenis. Él había sido feliz, ladrando”.

Trascendido

Los comunicadores casi nunca hablan de un animal de compañía como “muerto” o “fallecido”, se refieren a él como “trascendido”. Tampoco usan, en realidad, la palabra “mascota”, ni “dueño”, para ellos solo hay animales y humanos. Conciben a ambos como pertenecientes a un mismo orden, el de la naturaleza. No hay jerarquías entre estos dos mundos, y no hay fin, sino reencarnaciones y trascendencia.

“La muerte es uno de los silencios más rotundos con los que nos podemos enfrentar. Recurrir a médiums implica negar el mutismo de la muerte”, indica la psicoanalista Carolina Kohan. “En el caso de los animales me parece que se trata de algo más extremo, porque ellos a lo sumo manejan códigos como las abejas de Benveniste, o están domesticados y responden a algunas palabras, pero no tienen la misma relación que nosotros con el lenguaje. Recurrir a estas técnicas es negarse a perder”.

Hay una comunicación con un animal que incluso llegó a formar parte de una presentación judicial. Es el caso de María Alejandra Oses, comunicadora neuquina, que fue contactada por abogadas proteccionistas que luchan por el traslado del chimpancé Toti a un santuario; querían saber cómo estaba y cómo se sentía el animal en el encierro. Oses no podía ir al zoológico porque no soporta entrar ahí pero intentó comunicarse con Toti a la distancia. Todo lo que ella transmitió de la comunicación que tuvo con él forma parte de un recurso interpuesto por las abogadas ante la justicia rionegrina. Dijo que lo encontró en una especie de autismo por haber estado treinta años encerrado. Cuando logró la comunicación, en una suerte de asombro o disgusto, él le dijo que no entendía por qué la gente que iba a verlo se ponía triste cuando el que estaba encerrado era él.

Del discurso de muchos comunicadores se desprende que consideran a los animales como más evolucionados espiritualmente que los humanos, como si fueran maestros que vienen a enseñarnos algo. Una comunicadora especializada en cetáceos piensa que ciertas ballenas son los seres que más perdonan en el mundo porque tienen memoria de que los humanos las hemos cazado durante años y aún así, cuando tienen la oportunidad de vengarse, no lo hacen. El veterinario y terapeuta del vínculo con los animales, Leo Helou, del sur argentino, plantea que las vacas y otros animales de presa saben que lo más probable es que mueran siendo comidos porque lo tienen en su memoria, y no lo ven como una pérdida o conflicto. Esto no significa que para los comunicadores, los animales no sufran. Sí que lo hacen, pero su sufrimiento no está atravesado por la neurosis como el nuestro, y eso los vuelve, a sus ojos, mejores: más simples, menos narcisistas, más empáticos.

También el hecho de que su comunicación no esté constreñida por el límite del lenguaje, las palabras, los vuelve más puros y verdaderos: no mienten, no traman, no engañan, no hay opacidad o cálculo en ellos. En lugar de adjudicar la aceptación de las vacas de su destino a su falta de conciencia sobre la finitud y la singularidad, o reconocer que no sabemos cuánto entienden sobre esto, Helou les atribuye una certeza: saben que serán comidas y no lo ven como conflicto. Lo mismo con las ballenas: si no le devuelven su merecido a la humanidad no es porque carezcan de conciencia respecto de haber sido cazadas durante años o de lo que eso significa, según la comunicadora especializada en cetáceos, sino que, en cambio, lo saben y lo perdonan.

El fragmento del libro de Maira Kalman en el que la autora le pide a su perro que le diga una, aunque sea una sola palabra, compara el silencio de un animal con el silencio de un muerto. Es que con los muertos, los animales y las personas que no están o no responden, no podemos hablar, no podemos saber qué piensan o desean. Este silencio radical es por lo que más gente consulta a los médiums, para intentar sortear su vacío desolador. Durante una entrevista realizada a la médium Verónica Kenigstein en su auto, ella mira por el espejo retrovisor a su perra negra de orejas caídas, Pancha, quien viaja en el asiento de atrás, y le soltó un “yo también te amo”.