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Pedir calaverita, la tradición que con la que México mezcló Halloween y Día de Muertos

Calaverita es la forma en que se conoce en México a la tradición de pedir dulces en la víspera del Día de Muertos. (Reuters)
Calaverita es la forma en que se conoce en México a la tradición de pedir dulces en la víspera del Día de Muertos. (Reuters)

La noche previa al Día de Muertos se caracteriza, en México, por la salida masiva de niños disfrazados a pedir 'calaverita'. Es decir, ataviados en algún diseño 'terrorífico', van por las calles entre comercios y transeúntes para solicitarles que depositen algo dentro de sus calabazas o, desde luego, calaveritas portátiles.

El botín deseado suelen ser los dulces. De todo: caramelos, paletas, picosos, chicles, chicharrones. No faltan, eso sí, adultos que sueltan alguna que otra moneda o hasta un billete. Las escenas son conocidas año tras año. En cualquier avenida grande o reducida abundan niños que inundan todos los pasos y accesos. Al llegar a algún sitio de entrega, sus voces los delatan, por más que porten una caracterización salida de una película de espantos: '¿Me da mi calaverita?', dicen, para enseguida extender su calabaza y recibir la recompensa.

En México se habla, cada año, de la diferencia entre el Día de Muertos, el que pertenece aquí, y las tradiciones adoptadas, como el Halloween. Es, de hecho, una discusión con ciertos brotes nacionalistas: '¿por qué se celebra una tradición que ni siquiera es de aquí, sino de los gringos?', dicen por un lado. 'Entonces tampoco se debería celebrar la Navidad', replican por el otro. En realidad, ambas tradiciones se han mezclado y, en cierto, modo también se han fecundado.

Por ejemplo, el 'dulce o truco', típico de Estados Unidos, se caracteriza por la petición de golosinas de puerta en puerta con la inocente amenaza de que harán alguna travesura si no reciben nada. En México la variación ha sido distinta, aunque similar. De acuerdo con el historiador Eduardo Andrés Sandoval Forero, en su libro Identidad y tradición cultural en el México contemporáneo, la adopción plena por parte de México se dio en el siglo XX, debido a la fuerte influencia cultural estadounidense, pero también gracias a la cercanía de las fechas de celebración (31 de octubre para Halloween, y 2 de noviembre para Día de Muertos).

“Muchos niños, disfrazados de brujitas, se dedican a recorrer las calles, y a tocar las puertas de las casas con sus chilacayotes y calabazas en forma de calavera, pidiendo dulces y monedas”, escribió Sandoval.

Durante la primera mitad del siglo XX los habitantes de la Ciudad de México, principalmente en el oriente y sur, salían a pedir calaverita con chilacayotes, un guiso de consistencia dulce al se le hacían ojos y nariz (la figura prototípica de la cabeza de Halloween), típico de la gastronomía mexicana. En Iztacalco se tiene registro de niños pidiendo calaverita desde hace más de cien años, según reportó El Financiero. Hay una versión que indica que los niños acudían con los hacendados para pedirles 'alfeñiques' (dulce en forma de cráneo de calavera diminuto), y que de ahí deviene el nombre con que se conoce hasta la actualidad.

"Los niños que eran pobres y querían una calaverita de azúcar, iban por la calle con una caja de cartón para que les dieran su calaverita y podérsela comer", contó el sacerdote José de Jesús Aguilar a TV Azteca.

Es normal que en estas fechas se mezclen los maquillajes de catrinas y catrines con disfraces 'agringados', en una muestra más de la mezcla de ambas costumbres. Las catrinas conocidas hoy en día, elemento indispensable en el Día de Muertos, nacieron como una sátira hacia la clase privilegiada del país de finales del siglo XIX y principios del XX. Esa caricaturización ha sido adoptada como un emblema que colma desfiles y calles.

Festival de Catrines en Playa del Carmen, Quintana Roo. (Artur Widak/NurPhoto via Getty Images)
Festival de Catrines en Playa del Carmen, Quintana Roo. (Artur Widak/NurPhoto via Getty Images)

En resumidas cuentas, esta mezcolanza cultural no deja de ser un pretexto maravilloso para que los niños se diviertan durante un rato. Además de todo el proceso creativo que se requiere: pensar en un disfraz, imaginar a un cúmulo de personajes, descartar aquellos cuya semejanza no puede conseguirse, y finalmente poner en marcha el ingenio para desarrollar los aspectos fundamentales del boceto escogido. Muchas personas, comerciantes o no, se preparan para este día con bolsas de dulces. Se puede decir que también los adultos esperan el día de dar la calaverita: es una manera de convivir con los más pequeños.

Y si algo ha quedado claro en tiempos recientes, es que no todo tiene que ver con diseños tétricos o de personajes de esa índole oscura. La recha sirve como escusa ideal para sacar a relucir disfrazas de cualquier personajes imaginable: desde Spiderman, presidentes de México, el Chavo del Ocho, Bob Esponja y, en algo de mal gusto, hasta de alerta sísmica. No hay límites para los mexicanos cuando se habla de imaginación y bonanza cultural.

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