El Partido Republicano consigue la crisis fronteriza democrática que quería

La inspectora Laura Gillen en la escuela de bachillerato Roosevelt, en Roosevelt, Nueva York, el 12 de marzo de 2019. (Heather Walsh/The New York Times)
La inspectora Laura Gillen en la escuela de bachillerato Roosevelt, en Roosevelt, Nueva York, el 12 de marzo de 2019. (Heather Walsh/The New York Times)

Cuando el gobernador de Texas, Greg Abbot, comenzó a enviar a los migrantes y a los solicitantes de asilo a Nueva York, Washington y Chicago desde la frontera suroeste, juró llevar la frontera a las ciudades demócratas que, según él, desdeñaban de manera ingenua sus costos.

Un año después, las olas de migrantes que ayudó a poner en marcha han puesto a las ciudades “santuario” del norte cada vez más en vilo, con presupuestos estirados y comunidades tensas. Y una crisis fronteriza que durante años alentó la política de los republicanos ahora divide al Partido Demócrata. Los impulsos humanitarios están chocando contra las apremiantes limitaciones de recursos, y quienes solían ser fieles aliados a los demócratas se han unido con reservas a los republicanos para disparar su fuego al presidente Joe Biden.

Eric Adams, el alcalde de la ciudad más grande del país, declaró esta semana que, sin un rescate financiero federal y medidas drásticas en la frontera, el aumento de la migración “destruirá la ciudad de Nueva York”. Los Ángeles, la segunda ciudad más grande de Estados Unidos, ha jurado demandar a Abbott. Y el mes pasado, el alcalde liberal de la tercera ciudad más grande, Chicago, comenzó a suplicarle a la Casa Blanca que interviniera.

“Permítanme decirlo con claridad: La ciudad de Chicago no puede seguir recibiendo con seguridad y suficiencia nuevos migrantes sin un importante apoyo y cambios en la política migratoria”, señaló el alcalde Brandon Johnson.

La gobernadora de Massachusetts, Maura Healey, una demócrata liberal, declaró estado de emergencia, activó a la Guardia Nacional y comenzó a solicitar ayuda a la Casa Blanca.

Los migrantes de los autobuses financiados por el estado que salen de Texas son una pequeña parte del número total que llegan a las ciudades del norte. Texas presume de que su “Operación Lone Star” ha enviado a más de 13.000 migrantes a Nueva York desde agosto de 2022, pero la presión general ahí se deriva del total de estos, más de 110.000. Algunos de esos migrantes tienen familiares en Nueva York, mientras que otros son atraídos a esa ciudad por su historia de recibir a los inmigrantes.

Migrantes esperan afuera del hotel Roosevelt para ser procesados, en Nueva York, el 1 de agosto de 2023. (Jeenah Moon/The New York Times)
Migrantes esperan afuera del hotel Roosevelt para ser procesados, en Nueva York, el 1 de agosto de 2023. (Jeenah Moon/The New York Times)

No obstante, el creciente alboroto está generando una extraña convergencia entre los dos partidos, los cuales durante años han peleado en universos políticos al parecer paralelos. El centro de atención de los demócratas eran temas como el aborto, la preservación de la democracia y la ampliación de la atención médica, mientras que los republicanos advertían sobre una “invasión” de migrantes y arremetían contra la ideología liberal del movimiento “woke”, el socialismo y la ampliación de los derechos de la comunidad LGBTQ. Las interminables conferencias de prensa de los republicanos en la frontera y las amenazas de destituir a Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Nacional, fueron calificadas como fanfarronerías políticas.

Ahora, de pronto algunos demócratas están sonando bastante como los republicanos.

“No se les debe obligar a los neoyorquinos del interior a asumir la responsabilidad por décadas de una fallida política migratoria, del mal funcionamiento y la torpeza de Washington, Albany y lugares como la ciudad de Nueva York”, señaló Josh Riley, el candidato demócrata que pretende derrocar al representante Marc Molinaro, un republicano del Valle de Hudson. Riley añadió que ya era hora de que Biden “actúe en consecuencia y ayude”.

Para los republicanos, la respuesta a la táctica de Abbott ha logrado más de lo que hubiesen podido esperar: una propagación del malestar mientras millones de migrantes desfilan por la frontera sur huyendo de la violencia y la pobreza, atraídos hacia lo que consideran un gobierno más hospitalario en Washington y mucho trabajo.

El representante republicano conservador de Texas, Ronny Jackson, elogió las caravanas de autobuses como “audaces” y “pensadas con originalidad”.

Incluso algunas voces republicanas más moderadas han elogiado esta medida.

“La realidad es que Abbott estaba sacando a la luz problemas existentes de los que nadie hablaba”, señaló Will Hurd, un republicano moderado y exmiembro de la Cámara de Representantes de un distrito de la frontera de Texas que ahora está contendiendo por la presidencia como un feroz crítico de Donald Trump. “Los gobernadores y alcaldes demócratas tienen que enfrentar lo que los gobernadores republicanos ya tuvieron que enfrentar durante tres años”.

Los demócratas parecen paralizados por un aumento de la migración urbana que ha desafiado a las respuestas fáciles, y amenaza cada vez más sus aspiraciones políticas, desde elecciones decisivas al Congreso en los suburbios de la ciudad de Nueva York, hasta la contienda por la Casa Blanca.

Los demócratas de las ciudades siguen criticando con severidad a sus opositores republicanos por usar a los migrantes como armas políticas y tener poca consideración con su salud o su seguridad. El mes pasado, un niño de tres años que viajaba a Chicago en un autobús pagado por Texas enfermó, lo pusieron en una ambulancia y después falleció en el hospital. Los candidatos del partido se apresuran a señalar que los republicanos deben cargar con una gran parte de la culpa por obstruir los intentos previos de aprobar una reforma migratoria bipartidista en Washington.

Pero muchos demócratas se dan cuenta de que las quejas solo se aplican al entrar a un año electoral, cuando la inmigración, la seguridad en la frontera y la apelación al nativismo por parte de Trump y sus imitadores van a agitar al electorado que está lejos de la frontera con México.

“La fuerza del problema no ha disminuido y los demócratas que creen que sí lo ha hecho se están engañando”, comentó Howard Wolfson, un alto estratega demócrata que maneja cientos de millones de dólares en gastos políticos como asesor de Michael Bloomberg.

“Este no va a ser solo un problema local para la ciudad de Nueva York, Chicago, o Boston”, añadió. “Esto va a ser lo más importante para los electores de todo el país el próximo año, y mi consejo a la Casa Blanca es que tienen que dejar de quedarse al margen y tomar medidas para abordarlo”.

Cada vez es más difícil ignorar las cifras. La ciudad de Nueva York está albergando a 59.000 migrantes todas las noches y calcula que la asistencia que se les presta podría consumir 12.000 millones de dólares en los próximos años, cosa que pondría en riesgo la viabilidad de otros servicios urbanos.

Chicago ha recibido a 13.500 migrantes y ha gastado al menos 250 millones de dólares. Los migrantes han abarrotado estaciones de policía, así como el aeropuerto O’Hare, y han suscitado una fuerte discriminación por parte de los residentes negros en la zona sur, quienes ven desigualdades entre la inversión en sus comunidades y el dinero que se gasta en la atención a los migrantes.

En Washington, la ciudad ha recibido a 10.500 migrantes desde que llegó el primer autobús afuera de la casa de la vicepresidenta Kamala Harris.

Y en Massachusetts, la llegada de miles de familias de migrantes ha aumentado la población de los refugios estatales en un 80 por ciento a lo largo del año pasado.

Conforme los llamamientos son más fuertes, la Casa Blanca ha intensificado su respuesta con lentitud.

La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias asignó en junio enormes subsidios de “refugios y servicios” a las ciudades y estados no acostumbrados a proporcionar esa atención: 105 millones de dólares a la ciudad de Nueva York, 10,6 millones de dólares a Chicago, 19 millones de dólares a Illinois y más de 5 millones de dólares a Washington. Otros programas del Departamento de Servicios Humanos aumentaron el dinero federal total a Nueva York a 140 millones de dólares y 45 millones de dólares para Chicago. No obstante, estas cifras no satisfacen las necesidades: este año, solo Chicago e Illinois asignaron cerca de 200 millones de dólares para la atención a los migrantes en la ciudad.

Después de que la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, fue a Washington el mes pasado, los funcionarios del gobierno de Biden dijeron que le pedirían al Congreso que asigne más dinero para reembolsarle a las ciudades y los estados y les rogaron que ayuden a los solicitantes de asilo a llenar el papeleo para obtener permisos de trabajo de manera más expedita. También culparon al Congreso por rehusarse a aceptar un plan migratorio integral que Biden propuso en 2021.

Tom Perez, director de la Oficina de Asuntos Intergubernamentales de la Casa Blanca, ha comenzado a organizar llamadas semanales con Adams y Hochul, y el jueves habló con Healey.

Los funcionarios de la Casa Blanca señalaron que los migrantes que usan una nueva aplicación emitida por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza pueden agilizar el proceso de solicitud para permiso de trabajo y mencionaron que el gobierno había gastado 1000 millones de dólares en aliviar la crisis. Otra solicitud de 600 millones de dólares está en espera de las acciones del Congreso.

Pero los funcionarios dijeron que en última instancia el Congreso debe actuar para ampliar la legislación migratoria.

Angelo Fernández Hernández, un vocero de la Casa Blanca, rechazó las “crueles maniobras políticas” de Abbott y criticó a los “congresistas republicanos que no solo se rehúsan a aprobar la reforma migratoria integral, sino que tampoco están ofreciendo” al Departamento de Seguridad Nacional los recursos que este requiere.

Fernández comentó que el gobierno de Biden estaba “usando las herramientas que tiene a su disposición para proteger la frontera y construir un sistema migratorio seguro, ordenado y compasivo al mismo tiempo que encabeza la ampliación más grande en décadas de las vías legales para la inmigración”.

Pero la Casa Blanca les ha dicho discretamente que no a más medidas unilaterales agresivas, como usar las facultades ejecutivas para agilizar los permisos de trabajo. Además, parece que Biden no quiere tener nada que ver públicamente con el tema y ha renunciado al tipo de liderazgo prominente que las autoridades locales han estado pidiendo a gritos.

“Cuando algunos de estos gobernadores y ciudades demócratas como Nueva York empezaron a pedir ayuda, creí que el gobierno de Biden haría algo, pero no ha cambiado mucho”, comentó Jackson. Yo creo que no saben qué hacer en este momento. Han generado una crisis que no pueden manejar”.

Algunos demócratas temen que su abanderado para 2024 esté haciendo una lectura equivocada de la fuerza de un tema volátil que encabeza un año de elecciones.

Tom Suozzi, un excongresista demócrata de Long Island que está considerando intentar regresar el próximo año, exhortó a Biden a imitar a Bill Clinton, uno de sus predecesores. Suozzi mencionó que el presidente debe proponerles a los republicanos un paquete moderado de reformas que equilibre la seguridad en la frontera con “el sufrimiento humano verdadero que existe”.

“Si los republicanos se sientan a negociar con el presidente y los demócratas, Estados Unidos tiene un camino por delante”, afirmó Suozzi. “Si los republicanos rechazan la solución moderada del presidente, esto los desenmascara como que simplemente están haciendo política sobre este tema”.

Pero los demócratas están divididos con respecto a cómo debe responder el gobierno. Los dirigentes de algunas ciudades afectadas quieren una ampliación de los programas humanitarios de libertad condicional y una situación de protección temporal para algunas clases enteras de migrantes, como los venezolanos. Esas medidas ayudarían a que lleguen más rápido los permisos de trabajo a los refugios saturados, a las estaciones de policía y a los aeropuertos que ahora albergan a las personas que se ven obligadas a permanecer inactivas o a ingresar a la economía informal.

“Esto sí necesita una repuesta a nivel nacional, pero tiene que ser una respuesta humanitaria, no una mano de hierro en toda la frontera”, aseveró Nubia Willman, quien dirigía la Oficina de Nuevos Estadounidenses de Chicago cuando comenzaron a llegar los primeros autobuses.

c.2023 The New York Times Company