Un parasol gigante para combatir el cambio climático
A esto se reduce: como la Tierra se encuentra en su punto máximo de calor en toda la historia y los seres humanos no están haciendo, ni de chiste, lo suficiente para detener su sobrecalentamiento, un número pequeño pero cada vez más grande de astrónomos y físicos están proponiendo una posible solución que habría podido salir de las páginas de la ciencia ficción: el equivalente de una sombrilla gigante para la playa flotando en el espacio exterior.
La idea es crear una sombrilla gigantesca para protegernos del sol y enviarla a un punto muy lejano entre la Tierra y el Sol con el fin de obstruir una cantidad de radiación solar muy pequeña, pero importantísima, que sea suficiente como para combatir el calentamiento global. Los científicos han calculado que si se impidiera tan solo el paso del dos por ciento de la radiación solar, esto sería suficiente para enfriar el planeta 1,5 grados Celsius y que la Tierra se mantuviera dentro de límites manejables.
Esta idea ha estado durante años en la periferia de las conversaciones acerca de soluciones para el cambio climático. Pero a medida que este empeora, el interés por estos escudos solares ha cobrado fuerza y cada vez más investigadores están ofreciendo algunas variantes. Ya hay incluso una fundación que se dedica a impulsar los escudos solares.
Un estudio reciente realizado por la Universidad de Utah analizó un polvo para esparcirlo en el profundo espacio, mientras un equipo del Instituto Tecnológico de Massachusetts está viendo la manera de crear un escudo hecho de “burbujas espaciales”. El verano pasado, Istvan Szapudi, un astrónomo del Instituto de Astronomía de la Universidad de Hawái, publicó un artículo que proponía anclar un gran escudo solar a un asteroide readaptado.
Actualmente, algunos científicos encabezados por Yoram Rozen, profesor de física y director del Instituto de Investigación Espacial Asher del Instituto Tecnológico de Israel Technion, afirman que están listos para construir un parasol prototipo y demostrar que esta idea funcionará.
Con el fin de obstruir la cantidad necesaria de radiación solar, este parasol debería tener más de 2,5 millones de kilómetros cuadrados, más o menos el tamaño de Argentina, señaló Rozen. Un parasol de ese tamaño pesaría al menos 2,5 millones de toneladas, demasiado pesado para lanzarlo al espacio, aseveró. Así que el proyecto tendría que contemplar un conjunto de parasoles más pequeños. No impedirían el paso de la luz solar por completo, sino que más bien darían una sombra algo difusa sobre la Tierra, explicó Rozen.
El investigador mencionó que su equipo estaba listo para diseñar un parasol prototipo de 9,2 metros cuadrados y que requiere de 10 a 20 millones de dólares para financiar la demostración.
“Podemos decirle al mundo ‘Miren, hay una solución que funciona, hay que aprovecharla y ampliarla al tamaño necesario”, señaló el científico.
Los partidarios del proyecto afirman que un parasol no eliminaría la necesidad de dejar de quemar petróleo, gas y carbón, los principales promotores de cambio climático. Incluso si las emisiones de los gases de efecto invernadero procedentes de los combustibles fósiles ahora mismo se redujeran a cero, de todas maneras ya hay en la atmósfera una cantidad excesiva de dióxido de carbono que capta el calor.
La temperatura promedio de la Tierra está a punto de aumentar 1,5 grados Celsius sobre el promedio de la temperatura que había antes de la era industrial. Según los científicos, ese es el punto más allá del cual las probabilidades de tormentas extremas, sequías, olas de calor e incendios forestales aumentarían de manera significativa y los seres humanos y otras especies tendrían más dificultades para sobrevivir. El planeta ya se ha calentado 1,2 grados Celsius.
De acuerdo con los partidarios de la idea, un parasol ayudaría a estabilizar el clima mientras se buscan otras estrategias para atenuar el cambio climático.
“Yo no digo que esta sea la solución, pero creo que todos tenemos que trabajar para buscar todas las soluciones posibles”, señaló Szapudi, el astrónomo que propuso anclar un parasol a un asteroide.
Corría el año de 1989 cuando James Early, del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, propuso que se colocara “un parasol en el espacio” cerca de un punto fijo entre la Tierra y el Sol llamado punto de Lagrange 1, o L1, aproximadamente a 1,5 millones de kilómetros de distancia, cuatro veces la distancia promedio entre la Tierra y la Luna. Ahí, las fuerzas gravitacionales de la Tierra y el Sol se anulan entre sí.
En 2006, Roger Angel, un astrónomo de la Universidad de Arizona, presentó en la Academia Nacional de Ciencias su propuesta de un parasol de desvío y luego ganó una beca del Instituto de Conceptos Avanzados de la NASA para seguir con su investigación. Angel planteó liberar billones de sondas espaciales muy ligeras en L1 con una película transparente y tecnología de dirección que evitara que los dispositivos se salieran de órbita.
“Es como si se girara una perilla para reducir el sol”, comentó Angel, “además, no hay que meterse con la atmósfera”.
La idea del parasol tiene también algunos detractores, entre ellos Susanne Baur, una doctoranda que trabaja en el Centro Europeo de Investigaciones y Capacitación Avanzada en Computación Científica en Francia y centra su atención en un modelo de la modificación de la radiación solar. Un parasol sería sumamente caro y, debido a la velocidad del calentamiento global, no podría implementarse a tiempo, comentó. Además, una tormenta solar o un choque con rocas del espacio podría dañar el escudo y el resultado sería un calentamiento repentino y rápido de consecuencias desastrosas, aseveró Baur.
La investigadora señaló que el dinero y el tiempo se podrían invertir mejor en trabajar para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera, y una pequeña parte de la investigación se dedica a las ideas de geoingeniería solar “más viables y rentables”.
Pero los defensores del parasol afirman que, en este momento, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero no llegaría tan lejos como para mitigar el caos climático, que se ha visto que es muy difícil eliminar el dióxido de carbono y que se tendrían que analizar todas las soluciones posibles.
Morgan Goodwin, director ejecutivo de Planetary Sunshade Foundation, una organización sin fines de lucro, comentó que una de las razones por las que los parasoles no han cobrado tanta fuerza es que los climatólogos se han enfocado, como es muy natural, en lo que está ocurriendo dentro de la atmósfera terrestre y no en el espacio.
Pero, de acuerdo con Goodwin, la caída de los costos de los lanzamientos espaciales y las inversiones en una economía industrial espacial han aumentado las posibilidades. La fundación propone usar materias primas del espacio y lanzar a L1 naves de parasoles desde la Luna, lo cual costaría mucho menos que lanzarlas desde la Tierra.
“Creemos que conforme los climatólogos entiendan mejor la idea de los parasoles, estos se convertirán en una parte evidente de los debates”, señaló Goodwin, quien también es el director principal de la sección Angeles de Sierra Club.
El modelo del Technion implica colocar velas solares ligeras en un satélite pequeño enviado a L1. Su prototipo oscilaría entre L1 y otro punto de equilibrio, y la vela se ladearía entre señalar hacia el sol y estar perpendicular a él, moviéndose como la hoja de una persiana, lo cual ayudaría a mantener estable el satélite y eliminaría la necesidad de que haya un sistema de propulsión, señaló Rozen.
Este investigador comentó que el equipo todavía estaba en la fase de prediseño, pero que podría lanzar un prototipo en tres años después de conseguir fondos. Rozen calculó que una versión de tamaño real costaría varios billones de dólares (una cuenta que “asumiría todo el mundo y no un solo país”, afirmó), pero disminuiría la temperatura de la Tierra 1,5 grados Celsius en dos años.
“En el Technion no vamos a salvar el planeta”, señaló Rozen. “Pero vamos a demostrar que se puede hacer”.
c.2024 The New York Times Company