Panagiota, la abuela griega que protege a los refugiados y les da de comer en Idomeni

Desde que Europa cerró sus fronteras por el acuerdo con Turquía de devolver a todos los refugiados que llegaran a suelo comunitario, miles de personas se han quedado atrapadas en tierra de nadie. Especialmente preocupante es la situación en Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia, donde los inmigrantes además de sufrir unas penosas condiciones ahora afrontan el acoso de los policías, que han arrojado gases lacrimógenos en los últimos días para dispersarles.

En mitad de este clima hostil y de rechazo a estas personas vulnerables, hay gente que está haciendo exactamente lo contrario a lo que hacen los Gobiernos: frente a la incomprensión, las manos tendidas. Un buen ejemplo es el de la que ya ha sido bautizada como la abuela de los refugiados, una señora griega de Idomeni, de 82 años, llamada Panagiota Vasileiadou, que ya hace años sufrió en sus carnes lo que hoy están viviendo millones de personas.

Hija de unos refugiados que tuvieron que salir de Turquía rumbo a Grecia durante el conflicto que enfrentó entre 1919 y 1922 a ambos países, no ha dudado en la actual crisis en ofrecer su comida a los más desfavorecidos, permitirles usar su agua para ducharse o lavar la ropa y ofrecerles prendas para que sean capaces de combatir el frío.

“Cuando vinimos a su casa nos dio la bienvenida. Hace felices a los niños y nos dijo que podíamos venir siempre que quisiéramos cuando se enteró que la madre de mis hijos había muerto”, cuenta Baraa, un refugiado iraquí.

Aunque no es capaz de entenderse con los refugiados, ya que el idioma les separa, Panagiota ya es casi considerada como una más por las familias de inmigrantes a las que ha ayudado. Ella disfruta haciendo reír a los pequeños y sabe perfectamente lo que es pasar penalidades.

“Cuando tenía 7 años quemaron nuestra casa. No teníamos ni una cuchara, ni un tenedor, ni pan, ni ropa. Lo único que teníamos era lo que llevábamos encima. Eramos cinco niños sin ropa. Sin nada”, relata la abuela griega a ACNUR.

Un policía macedonio amenaza a los inmigrantes en Idomeni (Reuters).

Por eso ve paralelismo entre la situación que ella tuvo que vivir con la que hay ahora y se dedica a ayudar en todo lo que puede, “preparando tartas de queso, huevos o sándwiches”, pese a que los recursos de la anciana son limitados. Recibe unos 450 euros de pensión, aunque sus hijos la ayudan con la comida y con los productos básicos.

“Ya es suficiente con la guerra. Esta gente no es culpable de nada”, exclama, mientras que cuenta cómo ha cambiado su vida desde que ayuda a los refugiados.

“Hablamos y reímos. Incluso aunque no somos capaces de entendernos. No hay nada más. Tengo compañía en casa”, finaliza con una sonrisa.

Javier Taeño (@javiertaeno)