‘Mi padre, Donald Dean Studey, fue un asesino serial, pero nadie me cree’


A lo largo de 45 años, Lucy Studey (hoy de 53) ha contado al que quiera escucharla que su padre, Donald Dean Studey, asesinó a decenas de mujeres y hombres jóvenes, y que enterró varios cuerpos con la ayuda de sus hijos. Por supuesto, nunca hubo alguien que la creyera. Pero ahora, investigadores han revelado a Newsweek que unos perros que detectan cadáveres localizaron posibles restos humanos a unos 65 kilómetros de Omaha, Nebraska, Estados Unidos: justo en la apartada región del oeste de Iowa que la mujer ha indicado desde hace décadas.

En entrevista con Newsweek, Lucy Studey declara: “Sé dónde están enterrados los cuerpos”. La mujer agrega que su padre, Donald Dean Studey, utilizaba una carretilla para transportar los cuerpos durante los meses de calor, y en invierno lo hacía con un tobogán. A decir de Lucy, su progenitor desechó muchos cuerpos en un pozo de unos 30 metros de profundidad, y enterró otros más en tumbas poco profundas dispersas a lo largo de un sendero boscoso.

“Cuando decía que teníamos que ir al pozo, todos sabíamos a qué se refería”, recuerda la hija. “Cada vez que íbamos al pozo o a las colinas me echaba a temblar pensando que nunca regresaría a casa. Estaba segura de que iba a matarme por abrir la boca”. Lucy añade que, muy a menudo, su padre ordenaba a los niños que cubrieran los cadáveres con tierra y lejía, práctica que, según explican ella misma y los investigadores, contribuye a preservar los restos, retrasar la descomposición y disimular el hedor.

UNO DE LOS ASESINOS SERIALES MÁS PROLÍFICOS

Si las indagaciones en curso confirman el relato, Donald Dean Studey (fallecido en marzo de 2013, a los 75 años) podría emerger como uno de los asesinos seriales más prolíficos en la historia de Estados Unidos. Según cálculos de su hija, a lo largo de tres décadas aquel hombre asesinó a unos 50 o 70 jóvenes, eminentemente mujeres.

El pasado 21 de octubre, acompañada de Kevin Aistrope —alguacil del condado de Fremont—, dos investigadores, un adiestrador de perros y dos canes entrenados para detectar restos humanos, Lucy Studey estuvo presente durante el registro de una zona de maleza en las afueras de Thurman, Iowa. En su comentario para Newsweek, Aistrope afirma: “No me queda la menor duda de que dice la verdad cuando asegura que encontraremos restos aquí”.

Con los nudillos tatuados con las palabras “amor” en una mano y “odio” en la otra, las autoridades creen que Donald Dean Studey engatusaba a sus víctimas —casi siempre, mujeres jóvenes que conocía en la vecina Omaha— para que lo acompañaran a su propiedad de dos hectáreas de colinas y tierras agrícolas, donde las asesinaba.

Lucy afirma que su padre siempre se aseguró de que sus cuatro hijos supieran qué estaba haciendo. Es más, aún recuerda lo que dijo acerca de una de sus víctimas: “Esa perra se lo merecía”. La mayoría de las mujeres tenía cabello oscuro, precisa Lucy. Todas eran de raza blanca y la mayoría contaba con entre 20 y 30 años (a excepción de una adolescente de 15 años que había huido de su casa). Hoy día, Lucy Studey solo usa su apellido de casada, y Newsweek accedió a su petición de no divulgarlo.

Donald Dean Studey
“Escarben, escarben, escarben”. El adiestrador Jim Peters (izquierda), Lucy Studey y el alguacil del condado de Fremont, Kevin Aistrope, en el sitio donde Donald Studey presuntamente enterró a sus víctimas. (Foto: Naveed Jamali / Newsweek)

EL HEDOR DE LA DESCOMPOSICIÓN

“Escarben, escarben, escarben”, repetía la mujer mientras los perros iban de un lugar a otro entre los matorrales.

Los perros enfilaron directamente al pozo y a los sitios adyacentes al sendero donde Lucy aseguró que yacían los cuerpos. Los animales ni siquiera aguardaron la orden de Jim Peters, director de Samaritan Detection Dogs, quien participó como voluntario en la búsqueda llevada a cabo el 21 de octubre.

Al percibir la presencia de restos humanos, uno de los perros señaló el hallazgo con un ladrido, mientras que el otro se sentó directamente en el punto donde podría haber un cuerpo. De raza pastor australiano y respondiendo a los nombres de Jojo y Jetti, ambos perros (denominados “heelers”) olfatearon despojos en cuatro áreas distintas. Y en la última de ellas el dúo repitió sus conductas en varios puntos.

“Las reacciones de hoy indican que la zona está saturada del hedor de descomposición”, informa Peters. “Supongo que será necesario confirmarlo. Pero, dada la reacción de los perros, casi puedo asegurar que hay cadáveres en el área”.

La autoridad judicial y la ciencia forense cuestionan la ciencia en que se sustenta el uso de perros detectores de cadáveres. La razón es que los estudios no han sido concluyentes en cuanto a la eficacia de esta práctica, en buena parte porque la capacidad de detección de los animales depende mucho del tiempo transcurrido desde la muerte, la composición del suelo y los niveles de humedad, así como de las características individuales de cada perro, el entrenamiento recibido y la destreza del manejador.

¿LOS PERROS PODRÍAN EQUIVOCARSE?

“Podría jurar que hay huesos allí”, interpone Aistrope. “No creo que dos perros indiquen exactamente el mismo punto en varias ocasiones y estén equivocados. No sé qué sea. Hace siglos hubo colonos en esta zona y, además, fue territorio de nativos americanos. Con todo, tengo confianza en lo que dice Lucy. Todavía no tenemos siquiera un hueso, pero, a juzgar por la conducta de los animales, este es un sitio de enterramiento muy extenso”.

Y, ciertamente, el área de búsqueda es muy amplia, pues aun cuando la propiedad de los Studey abarca solo dos hectáreas, sus tierras colindan con otro latifundio de más de 170 hectáreas.

En opinión de Peters y los investigadores, los pasos a seguir incluyen nuevas búsquedas con perros, mapeo del sitio y —si el terreno lo permite— exploración con sonar para excavar todos los sitios indicados en busca de restos humanos. También será necesario perforar el pozo y, en la eventualidad de hallar restos, excavarlo. Pero, por lo pronto, nadie sabe cuándo dará inicio esa fase de la investigación.

A decir de la Lucy, su padre enterró numerosas víctimas no solo vestidas, sino enjoyadas. Lo único que hacía era extraer el oro de las dentaduras para guardar el metal en una caja de trofeos, ya que tenía la intención de fundirlo y venderlo. “Mi único interés en excavar el sitio es brindar consuelo a las familias y dar sepultura digna a esas mujeres”, agrega Lucy.

De figura robusta y cabello muy corto, Lucy Studey habla rápido y no manifiesta emoción alguna mientras observa la escena. De hecho, se describe como una persona “fría y objetiva”.

Donald Dean Studey
Retrato familiar. Los niños Studey (desde la izquierda: Lucy, Linda, Susan y Gary) posan con su padre, Donald. Lucy asegura que su progenitor los obligaba a ayudarlo a deshacerse de los cadáveres. (Foto: cortesía de Lucy Studey)

DONALD DEAN STUDEY LES ROMPÍA LA CABEZA

En cuanto a su padre, lo describe como un hombre que enfurecía con facilidad y casi siempre estaba ebrio. Lucy explica que, si bien solía apuñalar a sus víctimas o matarlas a tiros, el método que Donald Dean Studey prefería era patear a las mujeres y romperles la cabeza en el interior del remolque donde vivía con sus hijos (un varón y tres niñas). Respecto del vehículo, la mujer informa que se perdió en un incendio, y cree que fue su propio padre quien le prendió fuego.

Lucy insiste en que, a través de los años, contó su historia a maestros, sacerdotes y “agentes de la ley de toda Iowa y Nebraska, tratando de que alguien hiciera algo”. Agrega que el trauma de una infancia de abusos y de verse forzada a tomar parte en el ocultamiento de cadáveres no dejará de perseguirla hasta que la verdad salga a la luz.

“Nadie quiso escucharme”, lamenta Studey. “Los profesores me decían que los problemas familiares deben resolverse en familia. La policía alegaba que no podía confiar en los recuerdos de una niña. Es verdad, en aquellos días era apenas una niña. Pero todavía lo recuerdo todo”.

“Mi padre fue un criminal y un asesino durante toda su vida”, acusa Lucy. Y añade que su progenitor —registrado como Donald Dean Study (así, sin la “e”)— utilizaba numerosos seudónimos porque traficaba con armas y drogas, artículos que escondía en troncos huecos para luego transportarlos en furgoneta a otros estados, en particular Arkansas. También recuerda que su padre pasaba fácilmente por los puestos de vigilancia de las fronteras estatales, ya que hacía que sus hijos lo acompañaran en todos los viajes.

CRIMINAL Y ASESINO

Según expedientes policiales proporcionados a Newsweek, en la década de 1950 Donald Dean Studey pasó algún tiempo en prisión por robo (el informe no precisa dónde). Y en 1989 fue encarcelado en Omaha por conducir en estado de ebriedad.

Por su parte, el alguacil Aistrope revela que, debido a que el hombre solía tener encuentros violentos con la policía, las autoridades nunca enviaron menos de dos patrullas a registrar el remolque familiar. Newsweek ha solicitado expedientes a todas las dependencias de la ley pertinentes, incluido el FBI.

Apostador empedernido, Studey vivía endeudado “porque nunca elegía al caballo ganador de una carrera ni al perro vencedor de las peleas”, recuerda Lucy. La mujer asegura que su progenitor robaba en sus lugares de trabajo y que, a lo largo de los años, se desempeñó como mecánico y camionero.

Asimismo, Donald Dean Studey enviudó en por lo menos dos ocasiones. Según los archivos policiacos, la primera esposa se estranguló con una cuerda y la segunda se pegó un tiro en la cabeza. Más aún, se sabe que tuvo una tercera pareja, quien también falleció, aunque presuntamente de causas naturales. Al preguntarle si su padre alguna vez trabajó las tierras agrícolas de su propiedad, Lucy respondió: “Papá era demasiado holgazán para eso”.

Lucy tiene muy presente la ocasión en que el consejero escolar le preguntó por su proyecto de vida. La entonces adolescente rio a carcajadas: nunca contempló la posibilidad de tener una vida después de la secundaria.

LUCY ESCAPÓ DE TODO AQUELLO

La joven pasaba el menor tiempo posible en casa, trabajando horas extra en una tienda de abarrotes cercana. A la larga, decidió escapar de todo aquello enrolándose en el Ejército de Estados Unidos, si bien confiesa que nunca disfrutó de la vida militar.

Lucy tampoco olvida la vez en que su padre la atacó con violencia, acusándola de haberle robado más de 16,000 dólares; acusación que hoy reconoce como cierta. Tras el incidente, el entonces alguacil del condado de Fremont acudió al domicilio, pero ni Lucy ni su padre presentaron cargos.

“Es verdad que tomé ese dinero. He sido sincera en todo lo que he dicho, y también en esto. Lo hice porque no encontraba otra manera de lastimar a mi padre. Regalé toda la suma cuando regresé a mi casa en Minnesota”. Por su parte, Aistrope asegura que las autoridades tratan a Lucy como testigo, y no como sospechosa de algún delito.

Al preguntarle qué siente por su padre hoy día, la mujer responde: “No siento nada por él. Nada en absoluto. Traté de que se hiciera justicia cuando vivía, pero ya no es posible. Lo único que deseo es que las familias tengan oportunidad de sepultar a sus seres queridos y concluir su duelo”.

Lucy insiste en que, a lo largo de los años, trató de alertar a la policía de Iowa y Nebraska. Sin embargo, debido a que era una preadolescente en la época en que ocurrieron los presuntos asesinatos, las autoridades siempre descartaron sus denuncias como simples ideaciones de una mente infantil.

Donald Dean Studey
Donald Studey, en una instantánea de 2006. Falleció en 2013. (Foto: cortesía de Lucy Studey)

INVESTIGAR SERIAMENTE LAS ACUSACIONES

Aistrope comenta que, hace unos diez años, cuando Lucy se comunicó con el alguacil para insistir en sus alegatos, un agente de la policía fue a buscar el pozo y no lo encontró. Pero el año pasado, cuando Mike Wake —asistente del alguacil del condado de Fremont— recibió una nueva llamada de Studey hija, las autoridades decidieron investigar seriamente sus acusaciones.

Hoy exjefe de la policía de Tabor, Iowa, Wake pasó su infancia en aquella región y recuerda que corrían muchos rumores sobre Donald Dean Studey, un hombre bajito, errático y a menudo borracho, muy aficionado a buscar pleito. “Se contaban muchas cosas sobre él”, informa Wake. “Así que, cuando [Lucy] llamó, decidí ir a dar un vistazo. Me indicó el lugar preciso donde recordaba que estuvo [el pozo]… Y lo encontré justo donde ella dijo. En serio. Su historia nunca, pero nunca cambia”.

Las autoridades invitaron a Lucy a que se trasladara a la zona para que ayudara a determinar la ubicación del pozo porque, después de tantos años, la tala y las excavadoras habían modificado mucho el paisaje. Aun así, la mujer “fue directamente al pozo y dijo: ‘Debe estar por aquí, en alguna parte’. Eso bastó para encontrarlo”, asegura Wake.

Los perros identificaron varios puntos a lo largo de un cercado que marca el límite de otra propiedad, donde Lucy asegura que su padre enterró más víctimas. Dueño del predio colindante, Sean Smith (de 55 años) creció con los hijos de Studey y no mostró la menor sorpresa al enterarse de los alegatos de la mujer, pues él también había oído rumores, e incluso recordaba una extraña llamada telefónica que recibió unos diez años atrás.

“MI HIJA SIEMPRE ESTÁ ALUCINANDO”

“De pronto, un tipo me pregunta si he visto huesos humanos o de vacas en el pozo”, dijo a Newsweek. Su interlocutor se identificó como Donald Dean Studey. “Me dijo: ‘Mi hija siempre está alucinando e inventando historias, y habló con la policía para decir que enterré un cadáver en tu propiedad”, prosiguió Smith.

El vecino agrega que unos agentes del FBI inspeccionaron el área del pozo hace más de un año, y le hicieron un montón de preguntas. Newsweek solicitó detalles a la oficina de campo del FBI en Omaha, la cual se abstuvo de confirmar la investigación. A pesar de ello, Aistrope afirma que al menos un agente de dicha oficina ha estado en contacto con la División de Investigación Criminal (DCI, por sus siglas en inglés) de Omaha, así como con la oficina del alguacil del condado de Fremont.

Por su parte, agentes del FBI y del DCI de Iowa —no autorizados para hablar con los medios— confirmaron que el Departamento de Policía de Omaha se ha ofrecido a colaborar, ya que cabe la posibilidad de que las víctimas fueran originarias de esa ciudad de Nebraska.

Smith, el dueño de la propiedad colindante, dijo que el FBI prometió regresar para excavar el sitio. Al respecto, fuentes oficiales revelaron a Newsweek que agentes de dicha dependencia excavaron parte del pozo unas semanas antes, aunque no se sabe qué encontraron. Por lo que toca al condado de Fremont, la oficina del alguacil aseguró que el FBI nunca envió una notificación sobre dicho operativo.

EXCAVACIONES EXORBITANTES

Con un presupuesto de 1.8 millones de dólares, el alguacil de Fremont calcula desembolsar unos 25,000 dólares para perforar el pozo, en tanto que la excavación de toda la zona podría tener un costo superior a los 300,000 dólares. “Si es necesario, dejaré en quiebra al condado para hacer el trabajo”, declaró Aistrope, acerca de la excavación, y agregó que agradecería mucho la ayuda del FBI.

Mientras tanto, numerosas instituciones policiales están estudiando los expedientes de Donald Dean Studey y revisando casos de personas desaparecidas. La esperanza está puesta en que la descripción de Lucy corresponda con algunas de esas mujeres, así como a las dos víctimas masculinas de las que Lucy tiene conocimiento: un hombre de unos 40 años y otro de aproximadamente 20 años quienes, según dice, eran esbeltos, más bien bajitos, con cabello muy corto y rubio oscuro o rojizo.

Newsweek no pudo confirmar si individuos con esas características desaparecieron tanto en la zona como en el lapso en cuestión. Fuentes judiciales opinan que las víctimas de Studey debieron ser personas que pasaban por el área o bien, trabajadoras sexuales, por lo que es muy improbable que alguien denunciara su desaparición.

De hallar restos humanos en Thurman, los avances tecnológicos y los expedientes existentes podrían ayudar a los familiares a concluir su duelo. “El ADN se ha popularizado tanto que mucha gente envía muestras de su ADN a compañías de servicios [genealógicos] para tratar de contactar con parientes”, dice Aistrope. “Eso podría resultar muy útil… Aunque la nuestra sea una población de escasos 8,500 habitantes, merecemos tanta ayuda como cualquier otro lugar”.

Donald Dean Studey
Lucy Studey frente a la tumba de su padre, en octubre pasado. (Foto: Naveed Jamali / Newsweek)

CONCLUIR EL DUELO PERSONAL

Por lo que concierne a Lucy Studey, la búsqueda bien podría conducir a su reivindicación y le daría la posibilidad de concluir su duelo personal. Parada en la colina, observando a los perros moverse de un lado a otro, murmura: “Esto es lo que he estado pidiendo durante 45 años. Se los dije”.

Pese a todo lo anterior, Susan Studey, la hermana mayor de Lucy, dice a Newsweek que las acusaciones contra su padre son falsas. Durante una llamada telefónica con Newsweek, Susan insistió en que los perros que detectan cadáveres debieron confundirse con el olor de huesos de animales enterrados en la propiedad, incluida la osamenta de un golden retriever [labrador o cobrador dorado] que la familia sepultó en el terreno.

También allí se encuentran los restos de una hermana de su padre que nació muerta y a la cual enterraron en una caja de zapatos. No obstante el alegato, tanto el adiestrador canino, Jim Peters, como el alguacil Aistrope opinan que los perros olfatearon restos humanos, pues justamente están entrenados para ignorar los despojos y huesos de otros animales.

“MI PADRE NO ERA ASÍ”

“La primera vez que me enteré de este asunto de los cadáveres fue cuando hablé con Lucy, hace más o menos un año”, enfatizó Susan Studey. “Mi padre no era el tipo de hombre que ella describe. Aun cuando ciertamente era estricto, fue un padre muy protector que amaba a sus hijos. Los padres estrictos no se convierten en asesinos seriales así nada más… Soy dos años mayor que Lucy, y puedo asegurar que me habría dado cuenta si mi padre hubiera sido un asesino. No lo fue, y exijo que limpien el nombre de mi padre”.

Newsweek no logró contactar con Linda, la tercera hija de Donald Dean Studey (Gary, el único hijo varón, se suicidó a los 39 años de edad). En repetidas ocasiones, Lucy ha ofrecido someterse a un detector de mentiras, e incluso envió dos declaraciones grabadas a las autoridades: una al FBI y otra a la oficina del alguacil del condado de Fremont.

Según cuenta Susan Studey, la única vez que su padre actuó con violencia fue cuando un vecino atropelló al perro de la familia, y los dos hombres terminaron liándose a golpes. N

(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek).

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