Para los pacientes que necesitan un trasplante, la esperanza llega en pequeñas pezuñas
En una granja de 120 hectáreas situada en un lugar desconocido del área rural de Wisconsin, rodeada de campos salpicados de grandes graneros rojos y bordeada de achicoria azul silvestre y vara de oro, viven algunos de los cerdos más mimados del mundo.
Nacen por cesárea para protegerlos de los virus que pueden transmitir las cerdas y, por la misma razón, se les alimenta con biberón en lugar de amamantarlos. En sus primeros días de vida se les mantiene bajo un sistema de luces de calentamiento, vigilados las 24 horas del día, y se les dan juguetes y malvaviscos como golosinas.
Eso sí, no pueden salir a jugar en la tierra como los demás cerdos. Son clones, por lo que su cuerpo es débil, ya que se diseñó genéticamente para que sus riñones, su corazón y su hígado sean más compatibles con el cuerpo humano.
Estos cerdos en miniatura forman parte de un audaz experimento científico que pone en práctica los avances en clonación y edición genética para hacer realidad el sueño centenario del xenotrasplante: la transferencia de riñones, corazones, hígados y otros órganos de animales a seres humanos que los necesiten.
El éxito de este experimento podría enriquecer a las dos empresas biotecnológicas líderes en este sector, eGenesis, con sede en Cambridge (Massachusetts), y Revivicor, con sede en Blacksburg (Virginia), propiedad de United Therapeutics Corp. La demanda de órganos es enorme.
Más de 100.000 estadounidenses están en lista de espera para recibir órganos de donantes; la mayoría de ellos necesita un riñón. El problema es que cada año solo se dispone de 25.000 riñones de donantes humanos. Así que cada día mueren una media de doce estadounidenses incluidos en la lista de espera.
Los científicos comenzaron por trasplantar órganos de cerdos modificados genéticamente a otros animales y después hicieron pruebas en pacientes humanos con muerte cerebral. En 2022, los investigadores recibieron permiso para trasplantarles órganos a unos cuantos pacientes en estado crítico y, el año pasado, a personas más sanas.
Ahora, por primera vez, se inicia un estudio clínico formal del procedimiento.
“Imagina que padeces una enfermedad renal y sabes que tus riñones van a fallar, pero te espera un riñón de cerdo y nunca tendrás que someterte a diálisis”, explica Mike Curtis, presidente y director general de eGenesis.
Algunos científicos sostienen que seguir adelante es un imperativo moral.
“¿Es ético dejar que miles de personas mueran cada año en una lista de espera cuando tenemos algo que podría salvarles la vida?”, preguntó David K.C. Cooper, que estudia los xenotrasplantes en Harvard y es asesor de eGenesis.
“Creo que empieza a ser éticamente inaceptable dejar morir a la gente cuando hay una terapia alternativa que parece bastante alentadora”.
Pero sus detractores afirman que el xenotrasplante es una quimera de gran arrogancia que pretende resolver la escasez de órganos con tecnología, cuando hay una solución más sencilla: ampliar la oferta de órganos humanos fomentando más donaciones.
Encima, hay muchas preguntas sin respuesta en el tema de los xenotrasplantes.
Los cerdos pueden ser portadores de patógenos que podrían llegar a los humanos. Por ejemplo, si un virus mortal apareciera en pacientes trasplantados, podría propagarse con consecuencias catastróficas.
Podrían pasar años o incluso décadas antes de que se observaran síntomas, advirtió Christopher Bobier, bioeticista de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Míchigan.
“Una posible transferencia zoonótica podría producirse en cualquier momento después de un trasplante, a perpetuidad”, afirmó. Añadió que el riesgo se considera pequeño, “pero no es cero”.
Nadie sabe cuánto podría costar un órgano de un cerdo modificado genéticamente, ni si lo cubrirían los planes de seguros.
Pero muchos pacientes con insuficiencia orgánica, que viven atados a una máquina de diálisis cuatro horas cada dos días, ven en estos pequeños cerdos la esperanza de volver a una vida normal. “Mi esperanza en un xenotrasplante es más fuerte que mi miedo a los riesgos”, comentó un paciente en diálisis en una encuesta nacional.
Los científicos optaron por utilizar órganos modificados genéticamente de cerdos y no de chimpancés o babuinos por una sencilla razón: es más fácil criar cerdos y maduran en seis meses, y el tamaño de sus órganos es compatible con el de los humanos adultos.
Los científicos de eGenesis trasplantaron primero los riñones de cerdo a monos macacos.
La duda ahora es si funcionará en humanos.
En 2021, algunos científicos intentaron averiguarlo con un enfoque radical que parecía sacado de una novela de ciencia ficción. Con el consentimiento de las familias, los investigadores les trasplantaron riñones de cerdo a pacientes con muerte cerebral y conectados a respiradores artificiales, y luego le dieron seguimiento a la respuesta de su cuerpo.
La novedosa idea se le atribuyó a Thomas Starzl, fallecido en 2017 y ampliamente conocido como el padre del trasplante moderno. Dos cirujanos pioneros lo intentaron, aunque ninguno sabía lo que hacía el otro.
Uno de ellos fue Robert Montgomery, un carismático cirujano del hospital NYU Langone en la ciudad de Nueva York que vive gracias a un trasplante de corazón. Utilizó un órgano de un cerdo Revivicor con un único gen eliminado y tejido de timo.
La segunda cirujana fue Jayme Locke, que en ese entonces trabajaba en la Universidad de Alabama, campus Birmingham, y se formó con Montgomery.
Locke no lo anunció públicamente, sino que esperó a publicar su trabajo en una revista médica. Utilizó un riñón de cerdo al que se le agregaron seis genes humanos y se silenciaron cuatro propios para evitar el rechazo.
Poco después de conectar los riñones de cerdo a los pacientes con muerte cerebral, los órganos empezaron a funcionar como lo harían los de un ser humano: produjeron orina y eliminaron de la sangre un producto de desecho llamado creatinina.
A principios de 2022, un paciente de 57 años de Maryland se convirtió en el primer ser humano en recibir un corazón extraído de un cerdo modificado genéticamente, producido por Revivicor.
David Bennett padecía una arritmia que ponía en peligro su vida y estaba conectado a una máquina de derivación cardiopulmonar. Pero se le habían agotado las opciones de tratamiento y ni siquiera se le permitía entrar en la lista de espera para recibir un corazón de un donante humano debido a su historial de no seguir las órdenes de los médicos.
Cuando Bartley Griffith, cirujano del Centro Médico de la Universidad de Maryland, le ofreció el corazón de cerdo, no sabía si Bennett lo entendía.
Entonces, Bennett preguntó: “¿Gruñiré como cerdo?”.
El nuevo corazón empezó a bombear tras su implantación y el cuerpo de Bennett no se volvió contra él… al menos no de inmediato. Por desgracia, a fin de cuentas, su sistema inmunitario reaccionó de forma muy agresiva y murió unos dos meses después.
La causa oficial de la muerte fue una insuficiencia cardiaca, pero Griffith y su colega, Muhammad Mohiuddin, explicaron que su mal estado de salud había limitado el uso de fármacos contra el rechazo.
En septiembre de 2023, un segundo enfermo terminal optó por recibir un corazón de cerdo. Lawrence Faucette, de Frederick (Maryland), padecía una insuficiencia cardiaca avanzada. Faucette, de 58 años, solo sobrevivió seis semanas tras la intervención, pero su esposa, Ann Faucette, afirmó que no se arrepentía de nada.
“Es como si estuvieras en medio del océano y pudieras elegir entre quedarte ahí para que te coman los tiburones o que te rescaten los piratas, y entonces al menos tienes una oportunidad”, comentó Ann Faucette.
Estas muertes quizá le parecieron un fracaso al público en general, pero la reacción en la comunidad de xenotrasplantes fue de optimismo. Ninguno de los pacientes sufrió el temido rechazo hiperagudo, que se produce cuando el organismo ataca y destruye el órgano trasplantado, ennegreciéndolo en cuestión de horas o incluso minutos.
En noviembre, Towana Looney, de 53 años, de Gadsden (Alabama), estaba sentada en su sillón de diálisis cuando recibió la llamada que llevaba esperando desde que escuchó las noticias sobre los riñones de cerdo años atrás.
Looney padecía insuficiencia renal. Pero también era portadora de anticuerpos que hacían probable el rechazo del órgano, lo que significaba que probablemente no recibiría un riñón humano donado.
Locke llamaba para decirle que la esperaba un riñón de cerdo en Nueva York.
“Le dije: 'Pero, ¿en Navidad?’”, recordó Looney en una entrevista. Locke respondió: “Este va a ser el mejor regalo de Navidad que hayas recibido en tu vida”.
El nuevo riñón cambió la vida de Looney. Dejó de necesitar diálisis y pudo volver a orinar. Su tensión arterial se normalizó, las náuseas desaparecieron, recuperó el apetito y logró caminar hasta nueve o diez manzanas seguidas.
“La diálisis me quitó tanto, que sentí que tenía que luchar para vivir”, compartió recientemente durante una cena. “Ahora, mi voz es firme, mi energía resiste, sueno diferente: todo es positivo”.
Looney fue la primera paciente en sobrevivir tres meses tras su trasplante y regresó a Alabama el mes pasado.
Algunos críticos se oponen a la clonación de animales para obtener sus órganos por considerarla poco ética. De cualquier manera, Estados Unidos cría cada año casi 150 millones de cerdos para el consumo.
Por ahora, los cuidadores de las instalaciones de eGenesis en Wisconsin se aseguran de que los mimados cerdos vivan lo mejor posible.
Los animales, que son muy sociables, siempre frotan el hocico con el de otros cerdos. Y están bien alimentados, aunque a menudo fingen que se saltaron una comida.
Los cuidadores, que se encariñan con los cerdos, saben que la mayoría serán sacrificados para investigación o trasplantes en cuanto maduren, pero creen en la misión.
“Sabemos que su uso es muy importante”, señaló Haley Rymut, responsable de recursos para donantes. “Sabemos que sus vidas están cambiando el mundo”.
c.2025 The New York Times Company