‘Nuestras pérdidas fueron enormes’: la vida en una ofensiva rusa de sacrificio

Prisioneros de guerra rusos son escoltados por el director del campo de prisioneros en el oeste de Ucrania, el 6 de febrero de 2023. (Nicole Tung/The New York Times)
Prisioneros de guerra rusos son escoltados por el director del campo de prisioneros en el oeste de Ucrania, el 6 de febrero de 2023. (Nicole Tung/The New York Times)

LEÓPOLIS, Ucrania— Mientras avanzaba de manera sigilosa por una línea de árboles a altas horas de la noche hacia una atrincherada posición ucraniana, el soldado ruso observó con horror cómo sus camaradas eran acribillados por el fuego enemigo.

Su escuadrón de 10 exconvictos avanzó solo un par de decenas de metros más antes de ser aniquilado.

“Fuimos impactados por fuego de ametralladora”, contó el soldado raso, llamado Sergei.

Un soldado herido gritaba: “¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme, por favor!”, contó el soldado raso, pero la ayuda nunca llegó. Ocho soldados murieron, uno escapó de regreso a las líneas rusas y Sergei fue capturado por los ucranianos.

Los soldados eran blancos fáciles, enviados por los comandantes rusos para actuar, en esencia, como carne de cañón humana en una ofensiva.

Esta práctica se ha convertido en un componente integral de la estrategia militar de Rusia en su presión de una nueva ofensiva en el este de Ucrania: apelar a una fuerza humana abrumadora, en gran parte compuesta por reclutas inexpertos y mal capacitados, independientemente de la alta cantidad de bajas.

Prisioneros de guerra rusos ven las noticias de la televisión ucraniana en un campo de prisioneros en el oeste de Ucrania, el 6 de febrero de 2023. (Nicole Tung/The New York Times)
Prisioneros de guerra rusos ven las noticias de la televisión ucraniana en un campo de prisioneros en el oeste de Ucrania, el 6 de febrero de 2023. (Nicole Tung/The New York Times)

Hay dos usos principales de los reclutas en estos ataques: como “tropas de asalto” que se mueven en oleadas, seguidas por combatientes rusos más experimentados, y como objetivos intencionales, para atraer el fuego enemigo y así poder identificar las posiciones ucranianas a fin de atacarlas con artillería.

En entrevistas realizadas la semana pasada, media docena de prisioneros de guerra brindaron relatos inusuales de primera mano de lo que significaba ser parte de una ofensiva rusa de sacrificio.

“Esas órdenes eran comunes, por lo que nuestras pérdidas fueron enormes”, afirmó Sergei. “Tras una pausa de 15 o 20 minutos, venía el siguiente grupo. Luego le seguía otro, luego otro”.

Sobre su experiencia de combate, dijo: “Fue la primera y la última oleada para mí”.

Por suerte, las balas no lo alcanzaron, afirmó. Permaneció tumbado en la oscuridad hasta que fue capturado por los ucranianos que se colaron en la zona de distensión entre las dos trincheras.

El New York Times entrevistó a los rusos en un centro de detención cerca de Leópolis, en el oeste de Ucrania, donde se envían a muchos soldados enemigos capturados. Desde allí, algunos son devueltos a Rusia en intercambios de prisioneros. El Times también revisó videos de interrogatorios realizados por las autoridades ucranianas. Los prisioneros están identificados solo por su primer nombre y rango por razones de seguridad, debido a la posibilidad de retribución una vez que sean devueltos.

Aunque son prisioneros de guerra vigilados por ucranianos, los rusos aseguraron que hablaban con libertad. Sus relatos no pudieron ser corroborados de forma independiente, pero coincidieron con las evaluaciones de los combates alrededor de la ciudad de Bajmut, en el este de Ucrania, realizado por gobiernos occidentales y analistas militares.

Los soldados del escuadrón de Sergei fueron reclutados en colonias penales por la compañía militar privada conocida como Wagner, cuyas fuerzas se han desplegado sobre todo en la zona de Bajmut. Allí, han permitido que las líneas rusas avancen lentamente y corten el acceso a carreteras de reabastecimiento clave para el ejército ucraniano.

El despliegue de exconvictos por parte de Rusia es un capítulo oscuro en una guerra feroz. Russia Behind Bars, un grupo defensor de derechos penitenciarios, ha estimado que hasta 50.000 prisioneros rusos han sido reclutados desde el verano pasado, y la mayoría ha sido enviada a la batalla por el control de Bajmut.

En las primeras fases de la guerra, las fuerzas militares rusas tenían una gran cantidad de vehículos blindados, artillería y otras armas pesadas, pero relativamente pocos soldados en el campo de batalla. Hoy, las cosas han cambiado: Rusia ha desplegado cerca de 320.000 soldados en Ucrania, según la agencia de inteligencia militar de Ucrania. Otros 150.000 están en campos de entrenamientos, aseguraron los funcionarios, lo que significa que existe la posibilidad de que medio millón de soldados se unan a la ofensiva.

Pero el uso de infantería para asaltar trincheras, algo que evoca a la Primera Guerra Mundial, genera un gran número de bajas. Hasta ahora, la táctica ha sido utilizada principalmente por Wagner en la ofensiva en Bajmut. La semana pasada, el presidente de Wagner, Yevgeny Prigozhin, declaró que iba a terminar con la práctica de reclutar convictos. Pero este mismo mes, las fuerzas militares oficiales de Rusia comenzaron a reclutar convictos a cambio de indultos, un cambio en cómo el lado ruso ejerce la guerra, de las fuerzas privadas de Wagner al Ejército.

Algunos analistas militares y gobiernos occidentales han cuestionado la estrategia de Rusia. Citan tasas de heridos y muertos de alrededor del 70 por ciento en batallones con exconvictos. El domingo 12 de febrero, la agencia de inteligencia de defensa británica afirmó que, en las últimas dos semanas, Rusia probablemente había sufrido su tasa más alta de muertos desde la primera semana de la invasión.

Las entrevistas con exsoldados de Wagner en el centro de detención de Ucrania coincidieron con estas descripciones de los combates, e ilustraron la experiencia violenta y desgarradora que sufren los soldados rusos.

“Nadie creía que algo así pudiera existir”, afirmó Sergei sobre las tácticas de Wagner.

Sergei se sentó, con los hombros caídos, en el sofá de la oficina del director del centro de detención de Ucrania. Se estaba quedando calvo y llevaba puestos unos zapatos sin agujetas.

Los soldados llegaron al frente directamente desde el sistema de colonias penales de Rusia, el cual está plagado de abusos y donde tanto las pandillas como los guardias de la prisión imponen la obediencia de los estrictos códigos de conducta en un entorno violento. La misma sensación de subyugación persiste en el frente de guerra, contó Sergei, lo que les permite a los comandantes enviar soldados a la carga en ofensivas humanas suicidas.

“Seguimos siendo presos”, afirmó. “No somos nadie y no tenemos derechos”.

Sergei contó que había trabajado como técnico de torres de telefonía celular en una ciudad del extremo norte de Siberia, donde vivía con su esposa y sus tres hijos. Durante la entrevista admitió haber traficado con marihuana y metanfetamina, delito por el que fue sentenciado a 10 años de prisión en 2020.

En octubre aceptó una oferta para combatir a cambio de un indulto. El acuerdo, afirmó, no se les ofreció a violadores y drogadictos, pero los asesinos, ladrones y otros prisioneros fueron bienvenidos.

“Por supuesto, cualquier persona normal le teme a la muerte”, afirmó. “Pero un indulto por ocho años es valioso”.

Sergei afirmó que al principio se había sentido complacido con la oferta de un indulto a cambio de un servicio en Wagner.

“Cuando llegué a esta guerra, pensé que valía la pena”, confesó.

Pero tras su única experiencia en una ofensiva, cambió de opinión.

“Comencé a pensar mucho las cosas”, afirmó Sergei. “Por supuesto que no valió la pena”.

c.2023 The New York Times Company