El Oscar adentra a generaciones en la visión de Ruben Östlund

CIUDAD MÉXICO, febrero 19 (EL UNIVERSAL).- El cine que le gusta hacer al productor mexicano Julio Chavezmontes es aquel que se aleja de los números , porque su interés es mostrar otras formas de ver el mundo a nuevas generaciones.

A él le sucedió justo eso cuando, a sus 18 años, descubrió casualmente el trabajo del realizador franco-suizo Jean-Luc Godard, mientras se transmitía en un televisor de una tienda de Chicago su filme Le Mépris (1963).

Por eso, para él es una gran satisfacción que el filme El triángulo de la tristeza, que produjo, tenga tres nominaciones al Oscar (Mejor Película, Director y Guión original), porque esto ayudará a acercar más la película a un público más amplio, que la buscará por curiosidad o para descubrir el porqué de la nominación.

"Ojalá que esto provoque que algún chico o chica la descubra y le cambie la idea del cine, eso sería lo más hermoso", dice Chavezmontes, sobre la película que estrenó esta semana en México.

El triángulo de la tristeza cuenta la historia de Yaya y Carl, dos influencers que son invitados a un crucero de lujo, donde sólo accede la élite de a sociedad, viaje que dará un giro inesperado cuando inicie una tormenta.

Una de las cualidades por las que asegura el mexicano decidió apostar por esta historia, fue por el director sueco Ruben Östlund, por quien siente una gran admiración y respeto, ya que su trabajo suele ser contestatario y profundamente crítico.

"Nos presenta la sociedad que hemos construido, las casa a las que hemos decidido darle valor e importancia, que nos las cuestiona con la ferocidad y el humor que hace Ruben, que además lo hace sin ningún tipo de miedo. Esta es una película que no se detiene en nada y nos cuestiona todo, pero haciéndonos reír, para mí es de lo más admirable que se puede hacer", detalla.

Para Chavezmontes, puede ser también un filme que llega a incomodar, pero considera que tiene ese efecto porque el espectador reconoce algo como real, aunque debido a la rutina diaria se deja de cuestionar.

Este retrato crudo que se hace en El triángulo de la tristeza sobre la clase alta ha hecho que en los lugares donde se ha presentado la gente responda de manera apasionada, según explica.

"Uno no hace las películas pensando en cómo la gente las va a recibir, sino las hace con la mayor honestidad, sin miedo, sin inhibiciones, sin censura y confiando en el espectador, porque nunca sabes cómo la recibirán".