OPINIÓN | ¿Líder o caudillo? el verbo de AMLO en medio del COVID-19 delata su concepción de la política
Si alguien ha dado generosas muestras de su arquitectura simbólica desde su discurso en el poder es Andrés Manuel López Obrador.
A pesar de que su oratoria es bastante pausada, AMLO lo aborda todo, tarde o temprano, en sus numerosísimas intervenciones, que no se limitan a las ya comúnmente conocidas ‘mañaneras’, sino que a menudo, en muchos otros momentos del día, López Obrador agrega otra declaración sobre un parecer o un tópico adicional, en una gira, en un evento, al salir de una reunión.
Adeptos y opositores concordarán en que, para Manuel López Obrador, hablar, hablar en público, no es solo una vocación, sino una herramienta decidida, quizás su más poderoso armamento, un fundamento de su fuerza como actor político.
Y no es excepcional de su figura. Muchos líderes en la Historia han usado la retórica para convencer y hacerse espacio, para extender ideas, construir valores o argumentar climas de guerra. Desde Martin Luther King hasta Fidel Castro, pasando por Hitler, Chávez y Trump, con los más disímiles objetivos y en las menos coincidentes condiciones históricas, hombres de ideas y objetivos colectivos, han usado su discurso como parte de su carisma, el verbo como eje de una personalidad, con la pretensión de que, emocionados y convencidos, muchos sigan sus propuestas, independientemente de las que ellas sean.
¿Caudillo civilista?
Aunque el vocablo caudillo ha sido innumerablemente manchado, técnicamente es un vocablo que deriva del Latín, y significa cabecilla, a secas. Aunque el término enseguida nos refiera a los caudillos militares o militaristas que han abundado en nuestra región en los últimos dos siglos, o incluso lo asociemos con Hitler y/o Mussolini, un caudillo es también el representante de los suyos, la voz de la tribu, el doliente mayor.
Sin embargo, por muchas disquisiciones que queramos auscultar, un caudillo se diferencia de un líder en varias de sus raíces de acción, pensamiento y verbo. Como por ejemplo, un caudillo habla en nombre de su grupo, un líder piensa en todas las partes involucradas. El caudillo asume su voz como la voz de los suyos, el líder recoge la voz de los suyos para comunicarla. El caudillo usa su carisma para decir a los suyos cuál es el estado de cosas, el líder admite que el estado de cosas es tan plural y complejo como cualquier otro lo pueda ver. El caudillo se asume como autoridad salvadora de los suyos. El líder ve a los suyos como pares. Estas son sólo algunas diferencias. Pero, es obvio, también hay características compartidas.
Pero todo eso está en el lenguaje. Y AMLO no es la excepción, sino que, por el contrario, es un gran exponente.
Ha opinado sobre todo y ha tenido conflictos muy variopintos como líder político, extenso candidato y ya Presidente de México. Pero la historia reciente del Coronavirus nos sirve para ilustrar con su propio lenguaje sus ideas políticas y el rol con el que se concibe a sí mismo.
En febrero de este año, aunque las noticias en el mundo entero decían lo contrario, López Obrador afirmaba con frescura que "hay que abrazarse, no pasa nada", "el virus no es tan letal, ni tan dañino". Y muchos suponíamos que detrás de estas declaraciones había un intento por retrasar la parálisis económica que la pandemia supuso, pero su carta frente a las audiencias no era ésa, sino la de: otros pueden decir cuáles son los hechos, pero eso no importa, los hechos son los que les digo yo.
El mundo entero se preparaba para la distancia social y el cierre de negocios no esenciales, y López Obrador cargaba niñas en sus giras, organizaba tumultos que lo recibían, e invitaba en un video a que la gente frecuentara restaurantes y saliera con su familia.
"Si las cosas cambian, yo mismo se los voy a decir", decía. Y las cosas ya habían cambiado, pero su mensaje a los suyos era que sustituyeran la realidad por la realidad que él les presentara. Y por qué la gente lo haría?
Porque López Obrador se ha presentado frente a los mexicanos por años como un redentor. Los verbos "rescatar" y "proteger" para referirse a la población mexicana, a menudo colman sus construcciones. Respecto al Covid19, lo dijo así: "si la situación estuviese fuera de control, también se los diría, porque yo siempre hablo con la verdad. Pero no es así, estoy tranquilo".
No se trataba de ‘mayor cosa’
Al día de hoy, México tiene casi 2 mil muertos por la pandemia. Y a pesar de que el gobierno ha instaurado medidas por fases (van por la 3), a buena parte de la población le cuesta acatarla por un lado, por las consecuencias económicas que ellas implican y, por el otro, porque ya el máximo representante del país les había dicho que no se trataba de mayor cosa.
Probablemente, sin embargo, ésta no sea una batalla perdida para la discursiva del mandatario. A fin de cuentas, es un mal que ha tomado por sorpresa al planeta entero sin demasiadas garantías de salvación. Y, por otra parte, ya la atención la ha enfocado el Presidente en los planes de rescate, los subsidios y la preservación de los empleos.