Opinión: La nueva versión de Harry Potter empieza con el pie izquierdo
¿No les parece extraño que todo lo que disfrutamos en nuestra infancia nos resulte mucho mejor que las cosas que vemos hoy en día, en el decepcionante presente? Cualquier persona, independientemente de su edad, les dirá que las cosas eran mucho mejores en el pasado: las películas eran mejores, los jóvenes eran más respetuosos, y Estambul aún se llamaba Constantinopla.
Es por esto que Hollywood no puede parar de hacer nuevas versiones y recreaciones, y de reimaginar las mismas franquicias una y otra vez, para revivir la magia del original: empeño en el que fracasan constantemente.
¿Quién sigue en la guillotina nostálgica? La saga de Harry Potter, que HBO planea relanzar como una serie de televisión.
La compañía recientemente publicó una convocatoria de selección para los roles de Harry, Ron y Hermione, y aunque estoy seguro de que los padres del mundo entero están listos para experimentar el éxtasis de tener hijos actores, tengo malas noticias para ellos: gracias a nuestra tendencia a idealizar el pasado, los niños que obtengan esos papeles ya están condenados.
Aunque la franquicia no ha envejecido de la mejor manera (por razones que no tenemos que abordar aquí), para algunas personas las adaptaciones originales de los libros de Harry Potter son sagradas. ¿Vieron el video de la cuenta atrás para la llegada del Expreso de Hogwarts en la estación de King's Cross, y cómo se enfureció la gente cuando el anuncio no ocurrió? Diría que se trata de una devoción de culto, pero los manifiestos de los cultos suelen estar mejor escritos.
A pesar de solo tener 11 entregas (el universo cinematográfico de Marvel ocupa el primer puesto con 34 filmes), Harry Potter es la cuarta serie de películas más taquillera de la historia. Los protagonistas se las arreglaron para evitar las trampas típicas del estrellato infantil, y se convirtieron en modelos de conducta bien adaptados. Su reputación es tan buena que pudieron atravesar las controversias que rodean a la autora de los libros; y, por algún milagro, han logrado que las películas continúen siendo un clásico navideño para toda la familia.
Esta nueva versión, en cambio, ya empieza con el pie izquierdo. Varias estrellas de la serie de películas se han distanciado del proyecto, y algunos incluso se han desentendido de la franquicia en señal de protesta contra las opiniones de J. K. Rowling sobre las personas trans.
Warner Bros Discovery, la compañía que produce el programa, se encuentra en graves dificultades financieras, con una caída de sus acciones del 70 % en los últimos dos años. La empresa también ha enfurecido tanto a los consumidores como a los creativos al cancelar esperados proyectos como Batgirl y Coyote vs Acme cuando ya estaban terminados y listos para estrenarse.
Si creen que estas son las condiciones perfectas para que los izquierdistas con conciencia social boicoteen a la saga, se equivocan, porque es probable que sus oponentes ideológicos le den la espalda a Hogwarts a la par que ellos. En la convocatoria de casting se expresa que los productores considerarán, para cada personaje, “intérpretes calificados, sin distinción de etnia, sexo, discapacidad, raza, orientación sexual, identidad de género, o cualquier otro motivo protegido por ley, a menos que se especifique lo contrario”.
¿Esto significa que por fin tendremos al Ron Weasly negro, discapacitado, LGBT+ de mis fantasías más locas? Probablemente no, pero la serie no se estrenará hasta 2026, así que la brigada antiprogresista tendrá bastante tiempo para dedicarse a lo que más les gusta: molestarse por cosas que probablemente no ocurrirán.
Como rostros de esta nueva serie, estos chicos tendrán que enfrentar interacciones parasociales con fans que se creen con derecho a todo, millennials chillones que los acusarán de no ser tan buenos como su predecesores, y guerras culturales infernales. Quisiera poder decir que los fans se comportarán bien, pero si algo nos ha enseñado el acoso constante a los actores de La guerra de las galaxias y Marvel, es que no respetamos nada.
Dicho esto, honestamente les deseo lo mejor. Recuerdo que cuando se anunció el trío original en agosto del año 2000, sospeché inmediatamente que los actores nunca estarían a la altura de las versiones de los personajes que creé en mi cabeza (tenía 10 años, sean comprensivos).
Aplacaron esos temores casi inmediatamente, y prosiguieron a tener el tipo de carreras con las que sueñan los niños de Disney. Lejos de sumarse a la lista de víctimas de Hollywood, desafiaron las expectativas y utilizaron su popularidad para denunciar la intolerancia y apoyar causas nobles.
De toda la magia de las películas originales que se va a intentar recuperar con esta recreación, esa es la parte con la que más espero que acierten: el mundo no necesita otra adaptación de Harry Potter, pero sí ayudaría tener a otro Daniel Radcliffe, a otro Rupert Grint, y a otra Emma Watson.
Traducción de Sara Pignatiello