Opinión: La salud mental, una lucha 'cuerpo a cuerpo' en medio de la pandemia
¿Podrías hacernos un favor? ¿Estarías dispuesto a describir cómo está afectando el coronavirus tu salud mental? ¿La mezcla del aislamiento y el estrés existencial te hace sentir más deprimido y ansioso? ¿O acaso la cercanía de la familia y la pausa de la vida diaria te da una mayor sensación de pertenencia y equilibrio? ¿Cómo describirías tu estado psicológico? ¿Qué estás haciendo para sobrellevar la situación? Si eres un trabajador de la salud mental, ¿qué es lo que percibes?
Si estás dispuesto a compartir tu experiencia, por favor escribe tus respuestas a opinioncomments@nytimes.com. El Times podría publicar algunas respuestas en línea y yo escribiré otra columna informando lo que comentes.
Hago estas preguntas por los motivos siguientes: este es un momento que exige tener conversaciones más profundas y acompañamiento emocional; todos estamos pasando por esto juntos; si podemos ver que otros experimentan las cosas de la misma manera, seremos más resilientes.
Además, es difícil tener un panorama preciso acerca del estado psicológico de la nación en este momento. Por un lado, esto se ha convertido en un momento maravilloso de solidaridad nacional. Millones de personas están respondiendo con actos de generosidad, encontrando maneras de llevar comida a los ancianos y siendo anfitriones de fiestas virtuales. Las personas se están llamando unas a otras para saber cómo están y te enteras de que ha habido reuniones familiares de 50 personas por medio de videollamadas en Zoom.
Nuestra identidad nacional se está reconfigurando en tiempo real. Lo que alguna vez pareció ser una sociedad amargada y dividida, hoy parece ser una nación de personas que descubren maneras creativas de apoyarse entre sí.
Traumas, confusión, enojo
No obstante, también es probable que esté sucediendo algo mucho más oscuro, en especial entre los menos afortunados. Un estudio realizado por Samantha Brooks del King&aposs College de Londres reveló que la cuarentena tiene una variedad de consecuencias adversas en relación con la salud mental, como traumas, confusión y enojo.
Existe una corriente invisible de terror propagándose por todo el mundo que interfiere con los periodos de concentración. No sé si te suceda lo mismo, pero a las 5 de la tarde yo ya estoy agotado mentalmente a diario, y creo que una de las razones es el estrés inconsciente que fluye entre nosotros.
Muchas personas están solas, consumiendo medios de comunicación todo el día. Otras están atrapadas en su casa con parejas abusivas y familias disfuncionales. El consumo de drogas y alcohol va en aumento. En Francia se ha reportado un incremento del 33 por ciento en los casos de violencia doméstica.
Tyler Norris de la fundación Well Being Trust señala una curva detrás de la curva de la COVID-19. Cada punto porcentual de aumento en el desempleo ocasiona, con el tiempo, un aumento de un 3,5 por ciento en la adicción a los opioides, de manera que los efectos económicos de la pandemia por sí solos exacerbarán más adelante nuestros problemas de salud mental y consumo de drogas.
La salud psicológica en tiempos de crisis es como una lucha cuerpo a cuerpo. La situación te lanza factores que provocan estrés. La pregunta es si tus mecanismos para afrontar las adversidades son suficientemente fuertes para superarlos.
La pandemia propaga una sensación de inseguridad existencial que se registra en las neuronas que rodean el corazón, los pulmones y los intestinos. Altera tu sistema nervioso, por lo que cambia la forma en la que ves y percibes la amenaza.
Es muy difícil comprender lo que sucede en el interior. “Todos los traumas son preverbales”, comentó Bessel van der Kolk en su libro “The Body Keeps the Score” (El cuerpo lleva el registro). “El cerebro racional es prácticamente incapaz de sacar al cerebro emocional de su propia realidad”.
La mejor manera de combatir esta sensación visceral de temor y disociación es teniendo lo que Bonnie Badenoch, autora de “The Heart of Trauma” (El corazón del trauma), llama “experiencias desconfirmantes”. Estas son experiencias de ajuste profundo recíproco con otras personas que te hacen sentir seguro visceralmente.
Estos momentos de ajuste y corregulación se registran en el mismo sistema nervioso autónomo y vencen el miedo y el sentimiento de indefensión.
Crear estas experiencias requiere de esfuerzo. “Estar juntos no es lo mismo que estar conectados”, me comentó la profesora de Columbia Martha Welch. Ella recomienda que las personas se involucren en conversaciones deliberadas y vulnerables profundas en las que hagan pausas (de hasta 90 segundos) después de que se ha dicho algo importante, solo para asimilarlo. “Se debe tener esa conversación sobre los sentimientos”, dijo.
Ella y otros expertos con los que hablé recomiendan actividades rítmicas. Cualquier cosa que genere una experiencia de ajuste: cantar, bailar, practicar yoga, hacer contacto visual profundo, rituales diarios y juegos.
Les pregunté a los expertos si creían posible tener este tipo de ajuste profundo y visceral en internet. Piensan que sí es posible, siempre y cuando puedas ver a la otra persona de frente y escuchar su tono de voz. “El internet es una variable importantísima en esta pandemia”, dijo Van der Kolk. “Tenemos una manera nueva y profunda de consolarnos unos a otros”.
La famosa investigación de Anna Freud reveló que, durante la Segunda Guerra Mundial, los niños que se quedaron en Londres soportando los bombardeos sufrieron menos traumas que los que fueron enviados al campo, lejos de sus familias, por su “seguridad”. Ella determinó que los daños físicos con frecuencia no son la parte más dura del trauma, sino la ruptura de las relaciones durante el suceso y después de este.
Compartir tu estado emocional con el mundo no es para todos, y las personas que se sienten vulnerables deben cuidarse. Sin embargo, si tienes ganas de compartir tu experiencia por correo electrónico, podrías hacer que otras personas se sientan identificadas. Podrías contribuir a convertir un país malhumorado en una comunidad resiliente.
This article originally appeared in The New York Times.
© 2020 The New York Times Company