Opinión: las razones de una marcha universitaria que nos pone en un dilema
La convocatoria a una marcha en defensa de la universidad pública nos pone nuevamente en el brete de optar entre lo malo y lo peor.
¿Qué salimos a defender? ¿A una institución que concreta oportunidades para todos? No, los egresados universitarios son en gran medida hijos de los sectores medios y altos.
¿A una institución capaz de mirar hacia delante y guiarnos en el derrotero del futuro? No, solo excepcionalmente algunas de sus carreras lo hacen. En general, miran por el espejo retrovisor y no han sabido acomodarse a los nuevos ritmos y modalidades adoptados por el resto del mundo. Lo que se viene haciendo es mantener el modelo siglo XIX y adaptarlo a los compromisos e intereses de sus dirigentes que hasta ahora se traducen en más plata para peores resultados. Subsiste sin duda, una minoría de profesores, investigadores y dirigentes esforzados y de excelencia que son usados para legitimar el sistema.
O es que las universidades publicas nos garantizan espacios de dialogo pluralista y de reflexión honesta entre teorías, concepciones y propuestas. Seguro en alguna lo habrá, pero lo mas evidente es que en ellas reina el sectarismo y la defensa del pensamiento único.
O apoyamos porque queremos seguir manteniendo la ilusión de que se pueden concretar las consignas de hace 40 años como si no nos hubiéramos encargado en todo este tiempo de mancillarlas y vaciarlas de contenidos. ¿Alguien cree que con la gratuidad y el ingreso irrestricto se garantiza algo más que una selección darwiniana?
La marcha nos pone de nuevo el revolver en la cabeza: ¿estás del lado de los simuladores o de los atropelladores?, ¿preferís seguir aguantando con lo que hay o dejás que destruyan la universidad publica?, ¿por si o por no?, ¿por la foto con Massa o los chicos sin clase?, ¿o marchás con los defensores o sos un destructor?
La realidad no es necesariamente dilemática, sino que así la configuran los que quieren manipularnos. Si las universidades sacaran a la luz sus cuentas y los criterios con los que definen sus políticas pedagógicas, teóricas y administrativas podríamos buscar nuevos caminos que nos acerquen a conseguir una universidad de alta calidad y con oportunidades más equitativas.
La autora es miembro de la Coalición por la Educación y el Club Político Argentino