Opinión: Quizás estamos desaprovechando nuestra última oportunidad de detener la gripe aviar en seres humanos
El brote de gripe aviar H5N1 en las vacas lecheras de Estados Unidos del cual se informó por primera vez el 25 de marzo ya se ha propagado a por lo menos 33 rebaños en ocho estados. El miércoles, las pruebas genéticas del virus aparecieron en la leche que se distribuye a nivel comercial. Las autoridades federales afirman que el suministro de leche es seguro, pero este último acontecimiento plantea preguntas preocupantes acerca de qué tan extendido está el brote en realidad.
Hasta ahora, solo hay un caso confirmado en seres humanos. Rick Bright, especialista en el virus H5N1 que trabajó en el consejo asesor para el coronavirus en el gobierno del presidente Joe Biden, me comentó que este es el momento decisivo. “Hay una línea muy delgada entre una y diez personas con H5N1. Para cuando hayamos detectado a diez, tal vez ya sea demasiado tarde”, como para contenerlo, explicó.
Entonces le comenté lo que dijo Sid Miller, el comisionado de agricultura del estado de Texas. Este mencionó que tenía fuertes sospechas de que el brote se remontaba al menos a febrero. El comisionado especuló que en aquel momento, hasta el 40 por ciento de los rebaños de la franja más angosta de Texas podrían haber sido contagiados.
Bright se quedó callado y luego hizo una pregunta muy lógica: “¿No hay nadie que lleve algún control de esto?”.
El brote de H5N1, que ya es una crisis tremenda para los ganaderos y sus rebaños, tiene las posibilidades de convertirse en una tragedia mayúscula para el resto de nosotros. Pero al haber pasado las últimas dos semanas tratando de obtener respuestas de las autoridades sanitarias de nuestro país, me sorprende lo poco que parecen saber respecto a lo que realmente está sucediendo y lo poco que se comparte de manera oportuna de aquello que sí saben.
¿Cómo se transmite exactamente esta infección entre los rebaños? El Departamento de Agricultura, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) de Estados Unidos afirman que están trabajando para averiguarlo.
De acuerdo con muchos funcionarios de salud pública, la carga viral que hay en la leche de las vacas infectadas es especialmente alta y plantea la posibilidad de que la enfermedad se propague a través de las máquinas ordeñadoras o por medio del aerosol cuando se lavan a presión los suelos de las salas de ordeño. Otra ruta posible es la alimentación de las vacas debido al hecho bastante repugnante de que en Estados Unidos se permite que los ganaderos alimenten al ganado lechero y vacuno con los restos del material de los lechos de las aves de corral (plumas, excremento, semillas desperdigadas) como una fuente adicional de proteína barata.
Lo alarmante es que el Departamento de Agricultura me dijo que tienen pruebas de que el virus también ha pasado de las granjas lecheras a las granjas avícolas “por una ruta que aún no se conoce”. Bueno, quienes van de las fincas ganaderas a las avícolas y viceversa son los seres humanos. También pueden ir de las fincas ganaderas a las granjas porcinas, y los cerdos son los animales catastróficos para la pandemia de la influenza humana. Debido a que estos son especialmente susceptibles tanto a la gripe aviar como a la influenza humana, se convierten en un buen caldo de cultivo en el que la influenza aviar puede llegar a ser un virus que ataque a los seres humanos de manera eficaz. El daño puede ser enorme.
En el Departamento de Agricultura también me dijeron que no saben cuántos ganaderos han realizado pruebas a su ganado ni tampoco saben cuántas de estas pruebas resultaron positivas; sean cuales sean las pruebas que se estén realizando, estas son a nivel estatal o en laboratorios privados. Apenas el miércoles, la agencia hizo obligatorio informar sobre todos los resultados positivos, un paso que se debería haber dado desde hace mucho tiempo y que (sin tener también los resultados negativos) sigue siendo insuficiente para ofrecernos un panorama completo. También el miércoles el Departamento de Agricultura hizo obligatorias las pruebas para el ganado lechero que se traslada de un estado a otro y señala que las pruebas obligatorias de otros rebaños no serían “prácticas, viables ni necesarias a nivel informativo” debido a “varias razones que van desde la capacidad de los laboratorios hasta los plazos de entrega de las pruebas”. Lo más que puede hacer la agencia es recomendar pruebas voluntarias para el ganado que tiene síntomas de la enfermedad, que no presentan todos los animales infectados. Bright compara esto con el criterio que el gobierno de Trump aplicó en el caso del COVID-19: si no hay pruebas, este no existe.
En cuanto a la FDA, me dice que no ha terminado las pruebas específicas para confirmar que la pasteurización haría que fuera segura la leche de vacas infectadas, aunque la agencia considera que es “muy probable” con base en las numerosas pruebas para otros patógenos. (Aún no se sabe si los elementos del virus H5N1 que en fechas recientes aparecieron en la leche habían sido neutralizados por completo). Para estos momentos esas pruebas ya deberían haber sido terminadas. En cualquier caso, la leche no pasteurizada sigue siendo legal en muchos estados. Bright me comentó que “esto es muy preocupante, sobre todo debido a las infecciones y muertes recientes de gatos que han consumido la leche infectada”.
Para empeorar las cosas, el Departamento de Agricultura no compartió los genomas de los animales infectados de manera oportuna y luego lo hizo en un formato difícil de manejar y sin ninguna información geográfica, lo que provocó que estallara la frustración de los científicos.
Todo esto hace que resulte tan apremiante detectar los posibles casos en seres humanos. Bright afirma que debido a una situación como esta y al hecho de que los trabajadores agrícolas indocumentados tal vez no tengan acceso a servicios de salud, el gobierno debería estar usando todas las técnicas sofisticadas de vigilancia (por ejemplo, pruebas en las aguas residuales) e informándole a la población sobre los resultados, pero eso no está ocurriendo. Los CDC afirman que están monitoreando la información de las salas de urgencias sobre cualquier indicio de brote. Para cuando la cantidad suficiente de personas estén enfermas como para llamar la atención en las salas de urgencias, casi es seguro que ya será demasiado tarde para evitarlo.
La agencia me comentó que, hasta ahora, solo está al tanto de 23 personas a las que se les han realizado pruebas. Esa cifra tan pequeña es muy preocupante. (Es posible que los laboratorios privados les estén realizando pruebas a otras personas, pero si los resultados son negativos, no se tienen que reportar).
En la práctica, la gente hace lo mejor que puede. Adeline Hambley, una funcionaria de salud pública en Ottawa, Míchigan, me contó sobre una granja cuyo rebaño había resultado positivo. El propietario de la granja les proporcionó voluntariamente el número de teléfono celular de los trabajadores y estos recibieron mensajes de texto en los que les solicitaban reportar todos los posibles síntomas. Lynn Sutfin, una funcionaria de información pública en el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Míchigan, me dijo que el índice de respuesta a esos mensajes de texto y a otras modalidades de contacto puede ser hasta del 90 por ciento. Eso es alentador, pero es demasiado esperar que un trabajador agrícola pobre (temeroso del estigma, los problemas legales y la pérdida económica) informe siempre acerca de síntomas, incluso si son leves, y se quede en casa sin ir a trabajar como se les indica.
Es muy posible que tengamos suerte con la H5N1 y que nunca llegue a propagarse entre los seres humanos. Los contagios de los animales a los seres humanos son comunes, pero las pandemias no son tan frecuentes porque para esto se requiere que haya una cadena de acontecimientos infortunados, uno tras otro. Pero las pandemias son una cuestión de cifras y un brote como este en animales aumenta los riesgos. Cuando aparecen patógenos nuevos entre los seres humanos, hay solo un lapso corto de tiempo en el cual se deben detener antes de que se salgan de control. Ni nuestras prácticas de cría de animales ni nuestras herramientas de salud pública parecen estar a la altura de esta tarea.
Pero hay algunas noticias positivas: David Boucher, de la agencia gubernamental Administration for Strategic Preparedness and Response, me dijo que la cepa de este virus es muy compatible con algunas vacunas que ya se han formulado y que Estados Unidos tiene la capacidad potencial de fabricar y distribuir muchos millones de dosis con bastante rapidez, si el virus llega a los seres humanos. Esa facultad es un poco como los seguros contra incendios: me alegro de que existan, pero para cuando entran en juego, la casa ya se ha incendiado.
Estoy segura de que los empleados de estas agencias están trabajando arduamente, pero el mensaje que están enviando es “Confíen en nosotros, estamos en ello”. Un legado preocupante de la pandemia del coronavirus es que se puso mucha atención en decirle a la población cómo sentirse —si entrar en pánico o no— en vez de compartir los hechos e inspirar confianza mediante su trasparencia y competitividad. Y cuatro años después, tenemos un nivel adicional de polarización y desconfianza que solucionar.
En abril de 2020, el gobierno de Trump despidió a Bright como director de Biomedical Advanced Research and Development Authority, la agencia responsable de combatir las pandemias emergentes. En una denuncia, Bright sostuvo que esto sucedió después de que no se tomaron en consideración sus primeras advertencias de la pandemia del coronavirus y como represalia a su alerta contra los tratamientos que no habían sido probados y que Donald Trump apoyaba.
Bright me comentó que él habría esperado que las cosas fueran muy diferentes durante el gobierno actual, pero “esta es una prueba de fuego y en estos momentos la estamos reprobando”, aseveró.
c.2024 The New York Times Company