Opinión: Querida Kamala Harris: ¡Es una trampa!

Querida Kamala Harris: ¡Es una trampa! (Sarahbeth Maney/The New York Times)
Querida Kamala Harris: ¡Es una trampa! (Sarahbeth Maney/The New York Times)

HARRIS ES UNA VICEPRESIDENTA HISTÓRICA PERO INEXPERTA QUE A VECES TIENE DIFICULTADES, Y SU JEFE NO LA AYUDA.

El domingo, después de la visita de la vicepresidenta Kamala Harris a la frontera sur, la Casa Blanca sintió la necesidad de emitir un comunicado para decir que su viaje fue un “éxito”. Como evidencia del apoyo, el comunicado citó cinco tuits de sus aliados demócratas y algunas cuentas de medios neutrales. Es una definición relativamente modesta de éxito, pero, de nueva cuenta, no hubo ningún momento defensivo como ocurrió durante la entrevista de NBC News en Guatemala, en la cual Harris dijo que la visita a la frontera había sido un “gran gesto” e hizo notar que tampoco había visitado Europa como vicepresidenta.

Abordar las causas fundamentales de la migración es uno de los varios trabajos que el presidente Joe Biden le ha encargado a Harris, quien no tenía ningún conocimiento profundo sobre la situación en Latinoamérica ni la problemática de décadas de la reforma migratoria federal. Biden también le ha pedido que encabece las iniciativas del gobierno en favor de los derechos al voto, las cuales están en un limbo obstruccionista. De acuerdo con The New York Times, Biden también la tiene trabajando en el combate frente a la indecisión para vacunarse y la lucha por la reforma de vigilancia, entre otras duras batallas.

La situación ha llegado al punto en que, cada vez que veo a Harris, de inmediato pienso en “El mago” y escucho a Michael Jackson cantar:

No puedes ganar, no puedes empatarY no puedes abandonar el juegoLa gente sigue diciendo que las cosas van a cambiarPero parece que todo seguirá igual

En este momento, Harris parece no estar logrando nada aunque haga su mejor esfuerzo. Es una vicepresidenta histórica pero inexperta que se está encargando de trabajos que pueden resultar contraproducentes porque hay mucha gente que se sienta a juzgar: sus críticos con malicia (en especial los comentaristas de derecha) y sus aliados con jiribilla (como los comunicados oficiales que hablan de “éxito”).

Y todo este tiempo, el reloj no ha dejado de avanzar. La mayoría de los observadores políticos cree que, si Biden decide no postularse para la reelección en 2024 (cuando tenga 81 años), Harris sin duda lo hará. Biden con seguridad sabía que al elegirla como vicepresidenta la volvería su heredera natural. No obstante, con base en cómo luce el panorama, su trabajo como número dos podría terminar por ser más una carga que una bendición. Biden y su equipo no le están dando la oportunidad de sumar algunas victorias y más experiencia a su historial. Más bien, le dan lo más difícil dentro de lo difícil.

Harris es una figura complicada. No es una de las preferidas de los progresistas… nunca lo ha sido. Como ocurrió con Barack Obama, lo único radical que tiene son su color de piel y su género en el Despacho Oval. En un nivel más sustancial, lo más seguro es que la manera en la que Harris le haga frente a su cartera de trabajos provocará un alejamiento con las facciones de izquierda y centro del Partido Demócrata. Para Biden, ella estuvo lejos de ser una contratación para satisfacer una cuota de diversidad y tiene un claro potencial como líder nacional, pero necesita el tiempo, el apoyo y la combinación adecuada de metas para aprender y crecer. Necesita una mezcla de objetivos difíciles con otros que la dejen exhibir sus ideas y creatividad, como la tuvo Al Gore con su iniciativa Reinventar el Gobierno, en vez de una cartera que consista en los desafíos políticos más complicados de Estados Unidos para el siglo XXI.

Para como van las cosas, si Biden decide no volver a contender en 2024, habrá un sinfín de senadores y gobernadores del Partido Demócrata que desafiarán a Harris por la nominación. En cierto sentido, hay demasiados líderes hombres que despiertan todas las mañanas, se lavan los dientes, se ven al espejo y dicen: “Puedo hacer este trabajo para el que no tengo ninguna calificación. ¡Adelante!”. Sin embargo, también hay otras razones por las que Harris enfrentará a la competencia, unas de las que no estamos hablando.

Este país todavía debe tener una conversación y una reflexión honesta sobre las maneras en que la raza y el género se representan en la política electoral. Hay votantes que ven a Harris y de inmediato piensan que no está calificada para el trabajo por su género, sus padres inmigrantes y el color de su piel. Los republicanos tienden a decir en voz alta la parte silenciosa, pero, si somos sinceros, hay demasiados demócratas que nunca serían capaces de votar por una mujer negra para presidenta, sin importar sus calificaciones.

En teoría, a muchos liberales blancos les gusta la igualdad racial y de género, pero se ponen un poco nerviosos cuando se les pide que les hagan espacio en la mesa a otros en lo que respecta a una larga lista de asuntos: la integración escolar, la vivienda, la indigencia, el encarcelamiento y el liderazgo ejecutivo, entre otros. Y para quienes se están burlando, pregúntense por qué pueden hacer una lista de casi todos los defectos menores y mayores de Hillary Clinton, Kirsten Gillibrand, Elizabeth Warren, Maxine Waters y Alexandria Ocasio-Cortez, por decir solo algunas. En la práctica, muchos liberales tienen dificultades con asuntos de género y raza; tal vez no admitan que tienen un problema con Harris per se, pero muchos siguen esperando que cumpla ciertos estándares y la juzgan con dureza cuando tiene dificultades con problemas que son difíciles de por sí.

Muchos votantes no consideran a las mujeres de color, y a las mujeres negras en específico, capaces de ser lideresas ejecutivas, como lo evidencia la falta de gobernadoras negras en la historia de Estados Unidos. También debemos luchar con el hecho de que tan solo ha habido dos senadoras negras estadounidenses en la historia. Por lo tanto, cuando Biden eligió a una mujer afroestadounidense del grupo tradicional de senadores y gobernadores que sirven como candidatos aceptables para la vicepresidencia, fue un único caso de estudio. Por más brillante que ha demostrado ser Stacey Abrams, a la imaginación política de este país todavía le falta evolucionar al punto de que muchos votantes apoyen la selección de una política brillante y experta en políticas cuyo cargo de elección popular más alto haya sido ser la lideresa de la minoría en la Cámara de Representantes de Georgia.

Nadie ha podido resolver el complicado asunto de la inmigración y los indocumentados que entran por la frontera estadounidense, pero Harris tiene encomendado resolverlo. Como la hija no solo de uno, sino de dos inmigrantes y la número dos de una nación imperial, es la que tiene a cargo decirle a la gente de Guatemala “no vengan” a Estados Unidos. Emprende tareas que le placen al presidente, pero este papel particular me recuerda a la declaración del almirante Ackbar en “El regreso del Jedi”: “¡Es una trampa!”. Si de alguna manera Harris logra el milagro de desenredar la compleja “crisis migratoria”, algunos, pero no todos, la proclamarán como un “éxito” y merecedora de la nominación demócrata en 2024. Si tan solo se vuelve el último líder (de cualquier partido) que no puede resolver el problema, se le verá en específico como un fracaso.

El papel del vicepresidente siempre ha sido indefinido y en esencia se le ha encargado al presidente darle forma. Harris claramente no es alguien que a todo le dice que sí como Mike Pence ni que está a cargo de todo como Dick Cheney ni que es una enciclopedia institucional y un consejero como Biden lo fue para Obama.

Las aspiraciones políticas de Harris sin duda superan la vicepresidencia, pero la manera en que el equipo de Biden parece estar representando el antiguo comercial del cereal Life —“Que lo pruebe Mikey”— hace que su futuro político sea incierto. No faltarán colegas demócratas que la tendrán en la mira, por no hablar de los políticos republicanos y los medios de la derecha que juntos disfrutan desinformar y caricaturizar. Me puedo imaginar un escenario en el que Harris sea el rostro que leve el ancla de miles de barcos, pero todos esos barcos lucharán contra ella, no para ella.

Hasta ese momento, Harris hará lo que hace cualquier vicepresidente leal: bajará la cabeza, dejará que el presidente brille y trabajará en su inmensa cartera con el personal que tiene. Ojalá, la letra de “El mago” no sea verdad.

Este artículo apareció primero en The New York Times.

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