Opinión: ¿Por qué los premios Óscar le tienen tanto miedo al cine de terror?

EL TERROR PRESENTA A MUCHOS DE LOS CINEASTAS MÁS APASIONANTES DE LA ACTUALIDAD Y EJEMPLIFICA EL ANGUSTIANTE MOMENTO ACTUAL POR EL QUE ATRAVESAMOS. SIN EMBARGO, LA ACADEMIA SIGUE DEJÁNDOLO FUERA.

Para los aficionados al cine de terror, 2024 fue un año extraordinario. Películas de terror vitales y emocionantes, como “Nosferatu”, “Vi el brillo del televisor” , y “Longlegs: Coleccionista de almas”, se ganaron el respeto de la crítica y el éxito de taquilla. Sin embargo, no te enterarías por las nominaciones a los Óscar, que se anunciaron el jueves por la mañana.

A excepción de “La sustancia”, ese raro festival gore aprobado por la Academia que obtuvo cinco nominaciones, incluida la de mejor película, muy pocas de las películas de terror más destacadas del año pasado fueron reconocidas en las categorías principales, lo que supone la continuación de un largo desaire por parte de estos premios que ha pasado de ser curioso a francamente vergonzoso.

Esta negativa a reconocer todo un género parece en particular fuera de lugar en una época en la que el terror no solo está en auge desde el punto de vista crítico, sino que está muy en sintonía con nuestros sentimientos de terror en nuestro entorno. Vivimos en una época de terrores reales (catástrofes climáticas, agitación política, deshumanización impulsada por la tecnología), por lo que no es de extrañar que muchos de los cineastas más interesantes que trabajan hoy en día utilicen el vocabulario del terror para reflejarnos las ansiedades de nuestro momento y, tal vez, ayudarnos a procesarlas.

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Si la década de 1940 estuvo definida por el cine negro, la de 1950 por los westerns y los años setenta por los thrillers paranoicos de conspiración, la época actual es una edad de oro para las películas de terror. El género merece desde hace mucho tiempo ser tratado como cine de verdad, con el aval de los premios Óscar correspondientes.

No todas las películas de terror son iguales, ya que el término puede abarcarlo todo, desde las películas de explotación adolescente más descaradas hasta “El silencio de los inocentes”, la única película de terror que ha ganado el premio a la mejor película. A fin de sustentar mi argumento, incluyo cualquier película diseñada principalmente para asustar o inquietar al público mediante un tema oscuro y perturbador. Incluso con esta definición relativamente limitada, solo siete películas de terror han sido nominadas a la mejor película desde que comenzaron a concederse los Premios de la Academia en 1929, incluida este año “La sustancia”, una impía fusión de ambición artística y gore de serie B de la cineasta francesa Coralie Fargeat.

Una lista parcial de películas de terror estadounidenses esenciales que fueron ignoradas por completo por los Óscar podría empezar con “Drácula” de 1931 y continuar con “La noche de los muertos vivientes” de 1968 y “El resplandor” de 1980 del director Stanley Kubrick. En los premios de la Academia de 1987, “La Mosca” de David Cronenberg solo fue nominada en la categoría de maquillaje, dejando a su estrella Jeff Goldblum tan decepcionado que tuvo que discutir el desaire con su psicoanalista.

La nominación a la mejor película de este año de “La sustancia” podría parecer un paso positivo. La película de terror corporal, sobre una actriz desplazada que busca un respiro del envejecimiento y tiene horribles consecuencias por ello, combina lo memorablemente repugnante con una vigorizante crítica social, y además de estar nominada a mejor película, su protagonista, Demi Moore, y su directora, Fargeat también figuran en las nominaciones de sus categorías.

Sin embargo, “La sustancia” continúa una tradición según la cual la Academia solo acepta el terror cuando los votantes pueden centrarse en todo menos en el terror: un mensaje social concreto, una lección alegórica obvia, la narrativa del regreso muy esperado de un actor. En 1987, el crítico de cine Gene Siskel argumentó que la destacada interpretación de Goldblum había sido pasada por alto por los Óscar porque “La Mosca” era “una película de terror y no una película con una conciencia social obvia”. Aunque las últimas décadas han traído el innovador terror de metraje encontrado de “El proyecto de la bruja de Blair”, el surrealismo de género de “¡Huye!”, “Nosotros” y “¡Nop!” de Jordan Peele y las estremecedoras visiones de “Hereditary” y “Midsommar” del director Ari Aster, la negligencia de la temporada de premios persiste.

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¿Por qué esa falta de respeto? El cine de terror tiene una reputación de poco intelectual que se remonta a las emociones viscerales y al escabroso atractivo de las películas de serie B de mediados de siglo. Cuando “La mosca” fue desairada, Siskel especuló con la posibilidad de que “los votantes más veteranos de la Academia” se sintieran desanimados por sus “pocas secuencias de terror ‘asqueroso’” y ni siquiera se hubieran molestado en ver la película.

El desprecio continuado es desconcertante. El atractivo del terror va mucho más allá de los bichos raros que antes acudían en masa a las funciones dobles y a las proyecciones de medianoche. El género ha demostrado ser uno de los pocos que puede atraer al público de manera confiable para que vea en la gran pantalla películas originales que no son de franquicia. Pensemos en el éxito el año pasado de “Longlegs”, un escalofriante e ingenioso homenaje a “El silencio de los inocentes”, que gracias a una ingeniosa campaña publicitaria y a la extravagante interpretación de Nicolas Cage consiguió recaudar más de 125 millones de dólares en todo el mundo, convirtiéndose en la película independiente más taquillera del año.

El año pasado también consolidó el ascenso de una nueva generación de cineastas de terror de autor, como Robert Eggers, cuya nueva versión oscuramente erótica de “Nosferatu” obtuvo cuatro nominaciones a los Óscar, pero en las categorías técnicas de cinematografía, diseño de vestuario, maquillaje y peluquería y diseño de producción. La directora Jane Schoenbrun produjo un éxito de arte y ensayo del género, “Vi el brillo del televisor”, tan bueno como cualquier otra película estrenada el año pasado, y es un ejemplo perfecto del tipo de terror original que los Óscar suelen ignorar. “Vi el brillo del televisor” empleó el surrealismo lynchiano para explorar la disforia de género, y la preocupación de la película por las formas en que la cultura pop puede hablar a la juventud alienada se siente profunda y esencial. Sin embargo, en lo que respecta a la Academia, “Vi el brillo del televisor” no solo era indigna, sino invisible, un descuido que se ha hecho más notable por la reciente muerte de David Lynch, la inspiración declarada de Schoenbrun.

Afortunadamente, el género está prosperando en todo el mundo. La oscura obra de época danesa “La chica de la aguja” obtuvo una nominación al Óscar a la mejor película internacional, el fascinante thriller francocanadiense “Las habitaciones rojas” recibió elogios de la crítica y la surcoreana “Exhuma” se convirtió en un éxito de taquilla. Y la bienvenida nominación de Moore por “La sustancia” es un reconocimiento tardío de que el terror es un género en el que se encuentran muchas de las interpretaciones más memorables y memorablemente desquiciadas. Junto con Moore, el año pasado actuaron Cage en “Longlegs” y Hugh Grant en el siniestro éxito “Hereje”. Pero cuando Moore y Grant fueron nominados a los Globos de Oro, lo fueron en las categorías de musical o comedia, el tipo de absurda caracterización errónea que ilustra lo mal equipado que está el aparato de la temporada de premios para honrar el trabajo digno en el género de terror.

En 2018, cuando “¡Huye!”, un híbrido de terror y sátira ampliamente elogiado, recibió una nominación a la mejor película y ganó el Óscar al mejor guión original, pareció anunciar una nueva era de reconocimiento del arte del terror (incluso mientras algunos votantes tradicionalistas de la Academia se quejaban anónimamente de que “no era una película digna de un Óscar”). La película de Peele introdujo en el público general la capacidad del terror para enfrentarse con fuerza a cuestiones acuciantes de raza y clase. Sin embargo, aunque las películas de terror han seguido evolucionando y sobresaliendo, rara vez han tenido en respuesta un reconocimiento adicional en los premios. Las nominaciones de este año confirman que la Academia reconocerá de cuando en cuando aquellas películas de terror, como “¡Huye!” o “La sustancia”, que sirvan de vehículo para un comentario social manifiesto, una postura coherente con el tipo de cine que los Óscar suelen celebrar, pero que hace que la institución se ciegue ante el arte de otras películas de terror excepcionales.

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Como bien saben los aficionados al terror, un grupo cada vez más amplio e inclusivo, la emoción de un gran susto procede de un lugar profundo y primario. El terror ya se ha convertido en el género sublime de nuestros tiempos. Es hora de que los votantes de la Academia dejen de taparse los ojos.

Este artículo se publicó originalmente en The New York Times.

c.2025 The New York Times Company