OPINIÓN: Pompeo, Ebrard, las negociaciones vergonzosas y el desprecio por los migrantes

El secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, habla en una conferencia de prensa el lunes 12 de septiembre de 2022, en la Ciudad de México. (Raquel Cunha/Pool vía AP)
El secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, habla en una conferencia de prensa el lunes 12 de septiembre de 2022, en la Ciudad de México. (Raquel Cunha/Pool vía AP) (Raquel Cunha / Associated Press)

Hace unos días, Mike Pompeo quien fuera secretario de Estado de Donald Trump, publicó un libro que da cuenta de algunos de los pasajes que vivió desde esa función. En él se hacen varias afirmaciones de las negociaciones que sostuvo con Marcelo Ebrard, incluso desde antes de que éste tomara posesión como secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de AMLO.

En síntesis, son tres “revelaciones” las que más han llamado la atención. La primera es el acuerdo explícito según el cual México recibiría a los solicitantes de asilo mientras transcurrían los trámites de su solicitud, lo que en Estados Unidos se conoció como “Quédate en México”, la segunda que Ebrard habría pedido presentar el acuerdo como algo unilateral de Estados Unidos y no algo entre los dos gobiernos y la tercera, quizá la más novedosa para el público en general, que la entonces embajadora mexicana Martha Bárcena se oponía a este acuerdo.

En estricto sentido, las dos primeras afirmaciones no dicen nada nuevo ni sorprendente. En este espacio y en algunos otros se denunció lo que en su momento calificamos como la peor cesión de soberanía y la mayor traición a los migrantes y solicitantes de asilo por parte del gobierno mexicano.

El acuerdo mencionado existe, se firmó el 7 de junio de 2018 por un funcionario menor de la cancillería mexicana bajo las órdenes de Marcelo Ebrard y no solamente contiene la aceptación de recibir en su territorio a los solicitantes de asilo que tanto daño provocó a los migrantes, sino el uso de la Guardia Nacional para contener en México a los migrantes que buscaran llegar a Estados Unidos. De hecho, el acuerdo dice algo que el gobierno de AMLO no cumplió. Se afirma que México ofrecerá oportunidades laborales y acceso a la salud y educación a los migrantes y sus familias, así como protección a sus derechos humanos, mientras permanezcan en territorio nacional. Sin comentarios.

Claro, a cambio, Estados Unidos reiteró su beneplácito por el plan de desarrollo en Centroamérica que México propuso (esencialmente la extensión de los programas de AMLO a Centroamérica), sin aportar un solo dólar y se comprometió a acelerar los trámites de los solicitantes de asilo. Obvio, el gobierno de Trump no cumplió con nada de lo acordado. Cedimos a cambio de nada. Por miedo, como bien lo acaba de recordar Donald Trump, apenas el sábado pasado.

Lo solicitado por Ebrard a su contraparte seguramente explica el jugueteo que hizo Trump con dicho acuerdo cuando cuestionado sobre la existencia y alcances de este y en una de sus respuestas a reporteros en los jardines de la Casa Blanca sacó de su bolsa una hoja de papel y la movía diciendo que el acuerdo existía, pero no mostraba su contenido. Una burla.

El papel de la Embajadora Bárcena, para quienes conocemos su trayectoria, no sorprende. Mientras Ebrard pensaba en él y buscaba quedar bien con su jefe a cualquier precio, incluido el de ceder la soberanía mexicana, la embajadora, aun respetando las rígidas formas diplomáticas y sin aspavientos, anclada en sus principios, defendía los intereses de México, que uno supondría serían los de AMLO.

Ahora se entiende que, a la primera oportunidad, casi el mismo día que la embajadora mencionó en un evento académico que había pensado en el retiro y que permanecería algunos meses más en la representación diplomática, el presidente mexicano se apresuró a designar a su sustituto, quien fuera, quien pasara ese día por su oficina, sin importar su experiencia diplomática, traicionando incluso la solidaridad personal y familiar de muchos años. AMLO en su autoritarismo no soporta que le renuncien.

Ebrard trató de defenderse, pero su área de comunicación no le ayuda. Los argumentos esgrimidos en el comunicado de la cancillería como respuesta a los dichos de Pompeo, son que México no había aceptado convertirse en Tercer país seguro, algo que Pompeo no dice en su libro y que es muy diferente al Quédate en México, es decir, cambia de tema, intenta distraer o trata de decir “pudo haber sido peor” y que AMLO estuvo siempre informado, lo cual puede leerse como que no importa haber cedido soberanía, sino que el jefe esté satisfecho del desempeño. No rechaza haber solicitado que el acuerdo no se hiciera público, lo cual es contrario a lo que el gobierno de AMLO afirma como uno de sus principios básicos: no mentir. Porque ocultar es una forma de mentir.

Lo más triste es que nada va a cambiar sustancialmente. Ebrard seguirá tratando de convertirse en la opción de AMLO para ser candidato presidencial, incluso a costa de la imagen de México en el exterior y su soberanía. Sin que haya sido su intención, Pompeo, frente a AMLO, lo fortalece.

Seguiremos recibiendo a los solicitantes de asilo en las ciudades fronterizas sin proporcionarles las condiciones mínimas de sobrevivencia y seguridad, la guardia nacional frenará violentamente a los migrantes que buscan transitar por México, el crimen organizado tendrá enormes ganancias desplazando a esos migrantes por rutas y territorios controlados por ellos y AMLO seguirá transitando con ese discurso ambivalente que pasó del miedo a Trump a estarle “jalando la cola al tigre” con pronunciamientos antiestadounidenses y violaciones a los acuerdos comerciales.

¿De verdad no hay posibilidades de cambio, no hay opciones?

* Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

TW: @mexainstitute

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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.