Opinión: Pedro Pascal y Jenna Ortega no deberían ser la excepción en Hollywood

EXISTEN GENERACIONES DE GUIONISTAS, PRODUCTORES Y CINEASTAS CON TALENTO QUE HAN SIDO DESAPROVECHADAS E INNUMERABLES HISTORIAS E IDEAS VALIOSAS QUE SIGUEN SIN CONTARSE.

La manera en la cual las corporaciones estadounidenses tratan a los latinxs, como un grupo monolítico, en lugar de como la demografía diversa que son, perpetúa desde hace décadas los estereotipos de autenticidad latina. Estos estereotipos han representado a los latinos de manera desproporcionada en la televisión y el cine como hispanohablantes procedentes de Latinoamérica que comparten una “apariencia” latina particular.

En Hollywood, esta narrativa refuerza la idea de que somos un nicho de mercado separado de la corriente dominante, al que puede atenderse mediante la importación de programas cuya producción es más barata en América Latina que los programas que se producen en Estados Unidos.

Por eso fue emocionante ver a Jenna Ortega y a Pedro Pascal hacer historia en los premios Emmy este mes. Por primera vez, dos actores latinos estuvieron nominados en la categoría de actor principal el mismo año por los exitosos programas “Merlina” y “The Last of Us”.

Aunque los latinos representan el 19 por ciento de la población estadounidense, apenas figuran en el 5 por ciento de los papeles protagónicos de las películas más taquilleras del país. Además, la representación total en la industria de los medios de comunicación es tan solo del 12 por ciento y la mayoría de los trabajos están orientados a los servicios, como servicios de limpieza y seguridad. Estas cifras se mantienen estancadas desde hace décadas, lo que resulta escandaloso si se tiene en cuenta que constituyen casi la mitad de la población del condado de Los Ángeles.

¿Por qué la industria de los medios de comunicación ha estado tan poco dispuesta a reconocer y atender a este grupo demográfico en crecimiento de espectadores y consumidores potenciales?

Los creadores latinxs me dijeron que muchos ejecutivos de Hollywood no entienden por qué les indigna que haya tan pocos latinxs en películas y programas de televisión. Al fin y al cabo, ya hay una gran variedad de ofertas de emisión en continuo de Latinoamérica y España. Pero hay una profunda diferencia entre estos mercados.

No confundiríamos la experiencia de los indígenas mexicanos que radican en México con la de una chicana de quinta generación. Por eso, muchos en la industria se identifican como latinx (término que señala la inclusividad de género y el reconocimiento de nuestra diversidad racial y étnica) para llamar la atención sobre un patrón de exclusión de los escritores y creadores latinxs que representan la experiencia estadounidense.

La globalización del español no ha hecho más que ampliar las diferencias existentes entre el sólido desarrollo de películas y programas producidos en América Latina y las limitadas oportunidades para los guionistas, directores y autores-productores latinxs en Estados Unidos. En las últimas décadas, las empresas de medios de comunicación latinoamericanas se han beneficiado de las inversiones de conglomerados de emisión en continuo estadounidenses como Netflix, de los costos más bajos de producción e importación de programación en América Latina y de las inversiones de los gobiernos de la región que apoyan sus industrias cinematográficas.

Aunque las plataformas de emisión en directo ofrecen una gran cantidad de series y películas de España y América Latina, hay una falta de representación de historias escritas por latinxs que reflejen sus experiencias. Mientras que los actores y guionistas latinoamericanos han tenido la oportunidad de ampliar sus currículos con créditos de series globales producidas por plataformas como Netflix, Amazon y HBO Max, los actores y el público latinxs tienen menos papeles entre los cuales elegir. Los protagonistas de series como “Merlina” y “The Last of Us” son raras excepciones.

Las investigaciones demuestran que, en Estados Unidos, los actores latinxs suelen aparecer en papeles de personajes de clase baja, criminales o inmigrantes. La brecha es aún mayor en el caso de los afrolatinos. En las series producidas en América Latina, la mayoría de los actores que actúan como protagonistas y heroínas son rubios y blancos, mientras que los actores de piel más morena suelen quedar relegados a papeles secundarios, como amas de casa o delincuentes, si es que aparecen representados. Además, los escritores latinxs enfrentan barreras adicionales cuando tratan de formar parte de una industria cada vez más pequeña, como ha puesto de relieve la huelga de guionistas.

Las pocas producciones escritas o creadas por personas latinxs y que representan a nuestras comunidades de manera real y personal han sido canceladas tras unas cuantas temporadas. Cuando programas como “Gentefied”, “Vida” y “Las crónicas de Cucu” se cancelaron a pesar de las críticas positivas, escritores y seguidores por igual se preguntaron por qué. En la era de las emisiones en continuo, las decisiones motivadas por el algoritmo dificultan determinar el éxito con claridad, en particular cuando los algoritmos están sesgados en contra de los nuevos contenidos.

Las audiencias latinxs siguen siendo ávidas consumidoras de películas, televisión y otros medios, aun cuando no se vean reflejadas. Tal vez algunos se pregunten por qué los conglomerados mediáticos debieran cambiar e invertir en contenidos y programación originales o contratar a actores y guionistas latinxs si el modelo más barato basado en la importación es tan rentable y al parecer exitoso. No obstante, deben evolucionar porque, históricamente, esas fórmulas han llegado a pocas audiencias latinxs. Existen generaciones de guionistas, productores y cineastas con talento que han sido desaprovechadas e innumerables historias e ideas valiosas que siguen sin contarse. El cine y la televisión que representan la experiencia de las comunidades latinxs en Estados Unidos enriquecen el ecosistema mediático al ofrecer una representación más precisa de la demografía estadounidense.

Además, debemos atender los impactos negativos de la fórmula de los medios de comunicación, basada en las importaciones, para las audiencias latinxs, que limita las oportunidades y perpetúa la percepción de que los latinxs son extranjeros en lugar de compatriotas estadounidenses que merecen la misma visibilidad en las pantallas de televisión y cine.

Cabe señalar que los latinxs no son el único grupo excluido por la globalización de la emisión en continuo. El hecho de que Ortega y Pascal hayan recibido este reconocimiento plantea la cuestión de si hemos llegado a un punto de inflexión crucial. Merece la pena considerar cómo podemos aprovechar las actuales huelgas de los sindicatos SAG-AFTRA y WGA para abordar también cuestiones de representación e inversión en producciones que ofrezcan oportunidades laborales a los actores, guionistas y directores latinxs, además de cuestiones de igualdad salarial para los trabajadores de los medios de comunicación.

Por último, es hora de tener en cuenta el atractivo global del entretenimiento protagonizado por actores latinxs. Quiero ver más papeles para actores como Ariana DeBose, la primera afrolatina en ganar un Oscar, por un papel secundario en “Amor sin barreras” y producciones de los cineastas y ganadores de la beca MacArthur Alex Rivera y Cristina Ibarra, entre otros muchos destacados creadores latinxs.

A menudo me pregunto cómo sería Hollywood si se atreviera a reconocer que el talento latinx no es una excepción.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

c.2023 The New York Times Company