Opinión: Estados Unidos puede boicotear el gas ruso para castigar a Putin, le pido que haga lo mismo en Birmania

EL PRESIDENTE BIDEN DEBERÍA ELIMINAR LOS INGRESOS DEL GAS QUE FINANCIAN LA JUNTA MILITAR.

La historia moderna de Birmania ha estado marcada por la explotación colonial, la represión militar, la violencia y la negación de la democracia. Los luchadores sociales como yo y miles antes de mí hemos sacrificado nuestra seguridad y dedicado nuestra vida a cambiar esto. Pero a lo largo del año pasado, una oscuridad más densa se ha cernido sobre nuestro país.

Desde que el Ejército corrupto y brutal, el cual ha estado en el poder durante décadas, derrocó a nuestros líderes electos en febrero de 2021, ha matado a manifestantes, torturado a opositores y sumido a Birmania en el caos.

Estados Unidos ha condenado con justa razón a la junta y ha puesto en marcha algunas medidas punitivas. Sin embargo, Washington se ha abstenido de tomar una medida sencilla que debilitaría la capacidad de los generales para hacer la guerra a su propio pueblo: imponer sanciones a los lucrativos ingresos del gas de Birmania.

Se calcula que los ingresos de la empresa estatal, Myanma Oil and Gas Enterprise, o MOGE, que ahora está bajo control de la junta, ascienden como mínimo a 1500 millones de dólares anuales por la venta de gas natural extraído de yacimientos marinos. Este monto representa casi la mitad de las divisas que el Ejército puede destinar a pagar las balas y los soldados que utiliza contra civiles inocentes. Las sanciones salvarían vidas al cortar una fuente de ingresos importante que ha ayudado a financiar la represión del pueblo birmano durante demasiado tiempo.

Birmania se independizó del gobierno colonial británico en 1948, pero el Ejército, conocido como Tatmadaw, se hizo con el poder en 1962. Desde entonces, los generales y sus compinches han dominado el país, beneficiándose de nuestros minerales, maderas preciosas, energía y otras riquezas naturales mientras imponen un aislamiento que priva a nuestro pueblo del crecimiento económico del que han gozado millones de personas en otras partes de Asia. Los estándares de salud pública son pésimos yla corrupción, el narcotráfico y otras actividades delictuosas están a la orden del día. Las minorías étnicas se han enfrentado a décadas de abusos de los derechos humanos por parte del Tatmadaw y han tomado las armas para oponer resistencia en un estado de guerra civil casi constante. La nueva generación birmana ya no soportará esto.

Teníamos la esperanza de que las elecciones de 2015, en las que el pueblo votó con rotundidad a favor de la democracia, supusieran un auténtico salto adelante en la transición democrática de Birmania. El acceso a internet apenas está al alcance del ciudadano promedio, por lo que nos hemos hecho más conscientes del mundo exterior y estamos conectados con los movimientos prodemocracia en el mundo.

En los años siguientes también supimos más sobre el trato que se le ha dado a nuestrasmuchas minorías étnicas. El Ejército de Birmania fue acusado de genocidio en contra de los rohinyás después de las elecciones de 2015. Nos sentimos desmoralizados cuando el gobierno civil por el que habíamos votado, encabezado por Daw Aung San Suu Kyi, defendió aquel horror. El Ejército conservó sus poderes sustantivos, pero hemos llegado demasiado lejos para que nos ordenen regresar a la jaula. Luego vino el golpe del año pasado.

El golpe, dirigido por el jefe de la junta, el general veterano Min Aung Hlaing, se dio después de una aplastante victoria electoral de grupos prodemocracia. Una campaña no violenta de desobediencia civil que se desarrolló en todo el país fue recibido con asesinatos indiscriminados, tortura, desapariciones forzadas, el uso de las personas como escudos humanos y otras tácticas de terror. Según las Naciones Unidas, más de 1900 personas han sido asesinadas, incluidos al menos 142 niños y más de 13.500 han sido arrestadas por oponerse a la junta.

Nuestra nación de 54 millones de habitantesahora está en caída libre. Un millón de personas han sido desplazadas internamente y se calcula que 14 millones necesitan ayuda humanitaria urgente. Las instituciones del Estado y el ya de por sí débil sistema sanitario se están derrumbando. Estamos resistiendo en todo el país. Decenas de miles de personas se han alzado en armas en la selva, con el apoyo de las organizaciones de resistencia de las minorías étnicas que, a su vez, se han enfrentado a los ataques aéreos y a los bombardeos de artillería del Tatmadaw. Pese a ello, la reacción de Occidente ha sido mínima.

El gobierno de Biden congeló 1000 millones de dólares de fondos del gobierno birmano e impuso sanciones a muchos generales de la junta y a empresas de piedras preciosas, madera y perlas que también llenan sus cuentas bancarias. Pero en medio del cabildeo de Chevron, que participa en una empresa conjunta con MOGE, el presidente Biden se abstuvo de actuar en contra de los ingresos del gas.

Hacerlo supondría un golpe duro para las finanzas de la junta. Las operaciones de la MOGE son la principal fuente de ingresos del Estado. Gran parte de ellos proceden del gran yacimiento de gas que Chevron y la francesa TotalEnergies explotan junto con MOGE y una empresa energética tailandesa. Tanto Chevron como TotalEnergies argumentan que las sanciones someterían a los birmanos a cada vez mayores recortes de electricidad, ya que el gas natural es el responsable de generar una parte de la electricidad en el país. Sin embargo, las sanciones no tienen por qué cortar el gas y nos ofende la sugerencia de que cambiemos nuestra libertad y seguridad por unas horas de electricidad. Las peticiones de sanciones a la MOGE están siendo encabezadas no desde el extranjero sino desde dentro de nuestra nación por cientos de organizaciones civiles, grupos activistas y sindicatos que forman parte de la resistencia pacífica al Ejército.

Este año, TotalEnergies y Chevron anunciaronplanes para retirarse de Birmania, pero la junta seguiría haciéndose de los ingresos del gas a través de MOGE.

La Unión Europea impuso algunas sanciones a MOGE, pero estas contienen lagunas que pueden aprovecharse. Necesitamos sanciones de Estados Unidos que sí puedan causar daño, como las empleadas para limitar la capacidad de Rusia de continuar la guerra en Ucrania.

Esto no resolverá todos los problemas que se han acumulado en Birmania durante décadas de dominio militar y mal gobierno. Pero debemos empezar por limitar el acceso del Tatmadaw a los aviones, las bombas, las balas, el combustible para aviones, los equipos de vigilancia y otras herramientas de represión importadas. Queremos paz, prosperidad y un futuro verdaderamente democrático para toda nuestra nación, sin distinción de etnias, libre del dominio militar de una vez por todas.

Pero mientras los ingresos del gas fluyan, también lo hará la sangre del pueblo birmano.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

© 2022 The New York Times Company