Opinión: Un diluvio de maldad está destruyendo mi mundo
MI HIJO ES REHÉN DE HAMÁS.
Hace diez años, nos preparábamos para celebrar el bar mitzvá de nuestro hijo, Hersh. Su parte de la Torá era la misma que los judíos de todo el mundo leerán en los próximos días: la historia de Noé y de cómo Dios destruyó gran parte del mundo con un terrible diluvio.
Pero la atención de Hersh no se centró en la destrucción. En cambio, se centró en cómo el agua podía salvar el mundo. Así que nadó kilómetros para recaudar fondos para una organización que excava pozos en África con el fin de suministrar agua potable que salva vidas.
Este es el tipo de persona que es Hersh, nuestro hijo mayor y único varón: gentil y amable y siempre buscando maneras creativas de mejorar las cosas y vincularse con otros seres humanos.
Esta es la persona que los terroristas de Hamás se llevaron entre sus cautivos inocentes, que incluyen niños, mujeres y ancianos.
Hersh estaba acampando con su mejor amigo en un festival de música al aire libre cerca de la frontera de Israel con Gaza cuando los terroristas de Hamás empezaron a disparar ametralladoras contra la multitud, en su mayoría jóvenes adultos. Se calcula que unas 260 personas murieron en aquel ataque. Más tarde nos enteramos de que Hersh y sus amigos consiguieron escapar en auto, pero el vehículo fue atacado con misiles. Se vieron obligados a detenerse y resguardarse en un refugio antibombas situado junto a la carretera. Entonces, los terroristas atacaron el refugio y Hersh perdió el brazo desde el codo hacia abajo por los disparos de una ametralladora, el estallido de una granada o ambas cosas.
Según los testigos, terroristas armados de Hamás le ordenaron a Hersh, ciudadano estadounidense de 23 años, que subiera a una camioneta y lo condujeron hacia la frontera de Gaza. La policía nos ha dicho que la última ubicación conocida de su teléfono móvil fue en la frontera de Gaza a primera hora de la tarde del sábado.
No sé si está vivo o muerto, ni tampoco si volveré a verlo.
Lo único que sé es que este no es el destino que merecen Hersh ni ninguno de los cautivos, entre los que hay varios estadounidenses más. Tengo el corazón roto, pero los mensajes de apoyo que llegan de cerca y de lejos me hacen sentir algo de consuelo en estos momentos.
Esta mañana, lloré al recibir mensajes de sus amigos de Bremen, Alemania, donde juega el SV Werder, el equipo que mantiene una relación amistosa con el amado equipo de fútbol de Hersh, el Hapoel de Jerusalén. Hersh se hizo amigo de estos hinchas alemanes a lo largo de los años, cuando visitaban Jerusalén para ver a su equipo jugar al fútbol. Juntos pintaron un mural por la paz con residentes árabes y judíos cerca de nuestra casa en Jerusalén, donde vivimos desde que Hersh tenía 7 años. Hace apenas cinco semanas, Hersh pasó unos días con estos amigos en Alemania.
El acercamiento de estos amigos alemanes me impactó sobre todo porque Hersh se llama como mi abuelo Harold y mi tío abuelo Hershel, que murió en el Holocausto. Fue hermoso para mí recordar, a través de estas amistades, que para los jóvenes alemanes y judíos en particular, el mundo en el que Hersh ha vivido reconoce y trabaja para superar el terror que vivió mi tío abuelo.
Nunca hubiera imaginado que mi hijo tendría que enfrentarse a algo parecido a lo que tuvo que enfrentarse Hershel.
Pero este es el nuevo mundo en el que Hersh y el resto de nosotros debemos vivir ahora. Los atentados de Hamás han sido los ataques más despiadados cometidos contra los judíos desde el Holocausto.
Quiero que las cosas vuelvan a ser como eran antes del sábado por la mañana. Antes de ver los mensajes de texto de Hersh, en los que me alertaba que estaba en grave peligro: “Te quiero” y “Lo siento”. Antes de que Hamás lanzara sus ataques, que han cobrado más de 1200 vidas inocentes en Israel y han provocado que unos 150 rehenes inocentes estén retenidos en Gaza sin una salida previsible. Antes de que el teléfono de mi hijo fuera una caja negra sin respuesta.
Pero henos aquí, atrapados en el horrible presente. El tiempo avanza muy lentamente, con estos rehenes a punto de cumplir una semana en cautiverio. Si aún está vivo, ¿cuánto tiempo más podrá sobrevivir? Sus heridas son graves. Espero que alguien en algún lugar sea amable con él, lo cuide, lo atienda.
Hersh es mi mundo entero y esta maldad es el diluvio que lo está destruyendo. Realmente no sé si algo puede salvarlo. Si alguien lo sabe, por favor, dígamelo. Nuestros sabios decían que salvar una vida es salvar un mundo. Por favor, ayúdenme a salvar a mi hijo; eso salvará mi mundo. Cada persona en Gaza tiene una madre, o tuvo una madre en algún momento.
Entonces, yo, como madre, diría esto a otras madres: si ven a Hersh, por favor ayúdenlo. Pienso mucho en ello. Créanme que yo ayudaría a su hijo, si estuviera herido frente a mí, cerca de mí.
Este artículo apareció originalmente en The New York Times.
c.2023 The New York Times Company