Opinión: Cómo detener la mayor amenaza para la transición ecológica de Europa

Cómo detener la mayor amenaza para la transición ecológica de Europa (Lukas Verstraete para The New York Times).
Cómo detener la mayor amenaza para la transición ecológica de Europa (Lukas Verstraete para The New York Times).

DAR MARCHA ATRÁS EN LO QUE RESPECTA AL MEDIOAMBIENTE NO SOLO ES MALO PARA EL FUTURO, SINO TAMBIÉN PARA EL FUTURO POLÍTICO.

Berlín — La Unión Europea lleva años sentando las bases de la que podría considerarse la política climática más ambiciosa del mundo: el Pacto Verde Europeo, que pone a Europa a la vanguardia de la lucha mundial contra el cambio climático. Este formidable paquete de políticas impulsa a los países a construir recursos energéticos renovables, a encontrar maneras de mejorar la eficiencia energética y, de paso, reducir de manera significativa las emisiones de gases de efecto invernadero.

Pero ahora, el Pacto Verde está en peligro, ya que una corriente de pensamiento que considera que la transición ecológica es un complot elitista contra la población general está ganando adeptos en Europa. Se trata de una estrategia política poderosa en el momento, pero destinada a fracasar a largo plazo.

En Italia, el gobierno de extrema derecha de la primera ministra Giorgia Meloni declaró que el Pacto Verde es “fundamentalismo climático” y está tratando de disminuir su impacto. En Suecia, una coalición minoritaria de centroderecha que depende de Demócratas de Suecia, un partido de derecha dura, redujo el presupuesto climático. Los autócratas en el poder en Hungría que desde hace tiempo combaten las políticas ecológicas de Europa tienen mucho en común con los ultranacionalistas en Eslovaquia, que intentaron (sin éxito) nombrar a un negacionista del cambio climático como ministro del Medioambiente.

Y en Alemania, miembros de la extrema derecha y conservadores obligaron hace poco al atacado Partido Verde a aceptar una legislación muy diluida para la eliminación gradual de los sistemas de calefacción doméstica que funcionan con combustibles fósiles. Los partidos de ultraderecha Alternativa para Alemania y Unión Demócrata Cristiana impugnaron el “programa de empobrecimiento” de los Verdes, calificándolo de una “masacre de la calefacción” que obligaría a los alemanes a vender sus casas. La cacofonía fue sin duda música para los oídos del preocupado grupo de cabildeo del gas alemán ya que nuevos subsidios y reglas para fomentar el cambio de los aparatos de calefacción y aire acondicionado que funcionan con gas a bombas de calor podrían, con el tiempo, volver innecesaria la red de gas.

Estos reveses para el Pacto Verde pueden atribuirse en gran parte a la influencia de las campañas de la derecha dura contra las medidas climáticas en Europa y fuera de ella. Y los argumentos parecen resonar en parte porque las disposiciones climáticas inquietan a la gente que se enfrenta al costo de vida más elevado y a épocas turbulentas.

Pero el ataque que se está llevando a cabo en contra de la estrategia climática europea sería impensable si no fuera por los partidos conservadores de centro, muchos de los cuales antes respaldaban la legislación medioambiental. Por ejemplo, el conservador Partido Popular Europeo, del Parlamento Europeo, antaño defensor de políticas climáticas estrictas, votó hace poco con la extrema derecha para atenuar las nuevas normas sobre la agricultura comercial y las emisiones de los automóviles, y para debilitar una ley de restauración de la naturaleza. Hoy en día, los conservadores de toda la región creen que se gana más obstruyendo las políticas climáticas junto a la extrema derecha que apoyándolas.

En parte, este giro en el conservadurismo europeo responde a una vibrante derecha dura que ha logrado vincular la legislación climática con liberales urbanos decadentes. Por ejemplo, en Francia, el llamado del presidente Emmanuel Macron a “una ruptura reglamentaria europea” en cuestiones climáticas fue una reacción al partido de derecha dura Agrupación Nacional, que ha atacado la política climática para atraer a los votantes rurales.

Los conservadores de la corriente dominante se están alineando con el movimiento de la derecha dura para recuperar a los votantes descontentos. Los conservadores también apuestan por la rentabilidad política de avivar el miedo al cambio en forma de nuevas leyes que obliguen al gobierno y a los ciudadanos a invertir en tecnología verde. Tienen razón en que existe ansiedad. Incluso en mis círculos progresistas de Berlín hay mucha aprehensión por las implicaciones financieras de la ley alemana sobre la calefacción.

Pero los conservadores se equivocan en algo. A largo plazo, no tienen nada que ganar y mucho que perder si obstruyen los avances que tanto ha costado conseguir en Europa en materia de protección del clima. Un estudio de 2022 encontró que la adopción por parte de los partidos de la corriente dominante de posturas más nacionalistas y autoritarias no frena a la derecha dura, sino que la fortalece. Y no hace falta mirar más allá de la inmigración para ver que seguir el ejemplo de la derecha dura no solo puede popularizar sus posiciones irresponsables, sino además impulsar a esos partidos en las elecciones mientras sus imitadores centristas pierden votos. El partido de ultraderecha Alternativa para Alemania, por ejemplo, creció cuando los partidos democráticos imitaron su patrioterismo en materia de inmigración. Y cuando prevalecen las teorías y tácticas conspirativas de la derecha dura, hacen inviable la política democrática y, por tanto, un conservadurismo sensato.

Hay mucho espacio para que los conservadores de la clase dirigente defiendan el Pacto Verde y otras políticas medioambientales, como la protección de la biodiversidad. Los conservadores cristianos podrían, como hace el papa Francisco, insistir en que este planeta y todos sus habitantes son creación de Dios, que los humanos no tienen permiso para causar su devastación. La idea de que debemos actuar pensando en las generaciones futuras, y no solo en el interés propio inmediato, es totalmente conservadora. Si los conservadores consideran que la acción climática de Europa es defectuosa, entonces tienen que mejorarla, no asignarse a sí mismos la irrelevancia con protestas desde la banda.

Y, por último, los conservadores deberían asumir el hecho de que la degradación del clima ya está cambiando nuestras vidas y lo hará de forma más palpable a medida que aumente la temperatura. Si actuamos ahora, podremos disminuir y adaptarnos a esos cambios en lugar de padecerlos. De un modo u otro, el cambio se acerca: cuanto más hagamos ahora, menos tendremos que hacer nosotros y nuestros hijos en el futuro.

Los conservadores harían bien en unirse a los demócratas de todas las tendencias frente a la derecha dura para defender que disponemos de la ciencia y la tecnología necesarias para frenar el calentamiento global. No necesitamos un milagro, sino una acción acelerada sobre el Pacto Verde, los nuevos acuerdos que surjan de las conversaciones sobre el clima de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) en Dubái y otros planes en todo el mundo. Sin embargo, si los políticos convencionales solo quieren ganar puntos políticos baratos, socavarán nuestras posibilidades de detener el colapso del planeta.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

c.2023 The New York Times Company