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Opinión: Tenemos que dejar de tratar a las adicciones como un delito. Y hay una alternativa

OREGÓN DESPENALIZÓ LA POSESIÓN DE DROGAS PARA USO PERSONAL Y ES EL PRIMER ESTADO DE EE. UU. QUE PONE EN PRÁCTICA UN NUEVO ENFOQUE SOBRE LA ADICCIÓN QUE HA DADO RESULTADOS ALENTADORES EN PORTUGAL.

Morgan Godvin llegó a la cárcel del condado de Multnomah, en Oregón, en junio de 2013. Se había presentado voluntariamente para ingresar a prisión durante una comparecencia ante el tribunal de narcóticos por un delito de posesión de heroína. Como muchos estadounidenses, creía que el encarcelamiento la ayudaría a recuperarse. Sin embargo, cuando solicitó el medicamento que le habían recetado para tratar su adicción, la enfermera “se limitó a reírse”, dijo. A Godvin se le negó el tratamiento de referencia para el trastorno por consumo de opioides, por lo que tuvo que suspenderlo abruptamente.

Casi diez años después, tras haber cumplido cuatro años de prisión por varias condenas relacionadas con drogas, Godvin está usando su dolorosa experiencia. Ha estado en recuperación desde 2015 y ahora forma parte de un consejo estatal que ayuda a supervisar la despenalización generalizada de la posesión de drogas en Oregón, que fue aprobada como iniciativa legislativa por una mayoría del 58 por ciento de los votos en 2020. La idea es que las personas más perjudicadas por la guerra contra las drogas —como los adictos y las personas de color— sean quienes ayuden a encontrar una solución pacífica.

Hoy, las personas que, como Godvin, son sorprendidas en Oregón con cantidades para uso personal de heroína, metanfetamina u otras drogas reciben el equivalente a una multa de tránsito con un costo de 100 dólares. La multa puede anularse si la persona se somete a un examen médico en el que se puede recomendar un tratamiento, aunque este no sea obligatorio. Vender o llevar cantidades superiores a las permitidas para el consumo personal puede acarrear penas de prisión.

Al despenalizar la posesión de drogas para uso personal, Oregón se ha convertido en el primer estado que reconoce que es imposible considerar, al mismo tiempo, la adicción como una enfermedad y como un delito. Este tipo de modelo se necesita con urgencia en Estados Unidos, donde el fentanilo que se consigue en las calles es la principal causa de muerte entre las personas de 18 a 45 años y donde enviar a la gente a la cárcel por consumir drogas no ha evitado la peor crisis de adicción y sobredosis en la historia del país.

La criminalización intensifica el estigma de la adicción, y el estigma es uno de los mayores obstáculos para la recuperación. El estigma es un obstáculo tan importante que la mayoría de las organizaciones que trabajan en la lucha contra la adicción tienen iniciativas ambiciosas enfocadas en abordarlo. “Creo que el más grande asesino es el estigma”, dijo una vez Jerome Adams, ex cirujano general de Estados Unidos, en un discurso sobre la adicción a los opioides. “El estigma mantiene a la gente en la sombra. El estigma impide que la gente se acerque y pida ayuda”.

Por mucho que los expertos intenten eliminar la estigmatización de las adicciones con conferencias y llamados a favor de un lenguaje más respetuoso, no se puede separar el estigma del enfoque de criminalización de las drogas. Después de todo, uno de los objetivos fundamentales de hacer que la posesión de drogas sea un delito es desalentarla al avergonzar y castigar a los infractores de la ley.

Para reducir el estigma y mitigar la crisis de adicción, la política de drogas debe liberarse de la idea de que, sin sanciones penales, nadie dejaría las drogas. Porque lejos de alentar la recuperación, las detenciones, el encarcelamiento y los antecedentes penales pueden agravar los problemas con las drogas. La historia de Godvin es un ejemplo.

“A los nueve meses de la primera vez que estuve en la cárcel, mis inyecciones empeoraron mucho”, aseguró. Otra detención provocó que la despidieran de su trabajo. Eso ocurrió a pesar de que las investigaciones demuestran que el desempleo empeora la adicción, mientras que el empleo mejora las probabilidades de recuperación.

Además, debido a que la posesión de incluso una pequeña cantidad de residuos de drogas era un delito grave en Oregón en el momento en que detuvieron a Godvin, tuvo que renunciar a su sueño de convertirse en paramédica.

Durante las más de tres décadas en las que he cubierto la política de drogas, he escuchado cientos de historias similares, o incluso peores. Mientras que algunas personas en recuperación dicen que la cárcel las ayudó a dejar las drogas, otras describen condiciones espantosas, tratamientos ineficaces y experiencias traumáticas.

Por ejemplo, más del 80 por ciento de las cárceles y prisiones no permiten el consumo de metadona y buprenorfina, los únicos medicamentos que, según se ha demostrado, reducen la tasa de mortalidad del trastorno por consumo de opioides. Las investigaciones demuestran que experiencias como ser privadas de medicamentos mientras están encerradas disuaden a las personas de buscar más ayuda. Los estudios también revelan que el encarcelamiento por consumo de drogas aumenta el riesgo de sobredosis, suicidio y enfermedades. Asimismo, los estados estadounidenses con más detenciones por drogas no tienen menos consumo de drogas.

Estos datos han llevado a Nora Volkow, directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas del gobierno federal de Estados Unidos, que financia la mayor parte de las investigaciones mundiales sobre la adicción, a abogar por la despenalización para mejorar la política de drogas. Es la primera vez que veo un apoyo tan rotundo de esa agencia.

“La investigación es inequívoca en cuanto a que encarcelar a un adicto en realidad exacerba su condición y lo pone en un riesgo mucho mayor de recaída”, explicó.

Durante la campaña de despenalización de Oregón, algunas de las mayores críticas provinieron de personas en recuperación que pensaban que las sanciones penales no debían eliminarse hasta que no se estableciera un nuevo sistema de tratamiento. Algunos argumentaban que la amenaza del encarcelamiento es esencial para motivar la recuperación.

Sin embargo, las afirmaciones anecdóticas sobre los efectos positivos del encarcelamiento son desmentidas por los datos. Además, en Oregón, las organizaciones que reciben fondos estatales para ampliar la atención médica reconocen el desafío. Para tener éxito, deben reformar o sustituir los centros de rehabilitación que adoptan un enfoque punitivo y no reconocen que ser tratado como criminal es un obstáculo para buscar ayuda.

“Tenemos que adaptarnos a la situación real de la gente”, dijo Larry Turner, presidente de Fresh Out, un programa de reinserción social de Portland, que atiende sobre todo a personas negras. Turner también está en recuperación. Su organización ofrece comida, alojamiento, grupos de apoyo y otro tipo de ayuda. Aunque algunos de los servicios (por ejemplo, el alojamiento) requieren abstinencia, otros no. La idea es atraer a la gente a la recuperación creando relaciones, no haciéndola sentir mal.

“Apoyamos todos los caminos hacia la recuperación”, dijo Fernando Peña, director ejecutivo del Centro de Apoyo de NW Instituto Latino de Portland, quien también se encuentra en recuperación. Al igual que Fresh Out, el grupo de Peña ofrece una variedad de opciones para ayudar a las personas a avanzar hacia la recuperación, desde regalar agujas limpias hasta brindar apoyo para la abstinencia.

Es demasiado pronto para evaluar la eficacia del enfoque de Oregón. La nueva ley entró en vigor el pasado mes de febrero y cerca del 90 por ciento de los fondos para los servicios de recuperación no llegarán a los proveedores sino hasta los próximos meses. Pero, en 2021, los arrestos por posesión de drogas se redujeron casi un 75 por ciento en comparación con la cifra de 2019.

Los críticos señalan que la policía no está emitiendo muchas citaciones por posesión y pocos de los que son citados están haciendo la llamada telefónica para obtener la evaluación de tratamiento requerida. Sin embargo, los partidarios argumentan que la reducción de arrestos y encarcelamientos ayuda a la recuperación y que la creación de un mejor sistema toma tiempo.

“Las personas que consumen drogas ya no estarán tan apartadas de la sociedad, lo cual mejora de inmediato los problemas de salud, reduce el estigma y aumenta su acceso y disposición a participar en los servicios”, dijo Godvin.

Portugal, el modelo para los cambios de Oregón, despenalizó la posesión de drogas en 2001 y amplió el tratamiento. Las tasas de adicción a la heroína, las infecciones por VIH y las muertes por sobredosis se redujeron, mientras que las tasas de consumo de drogas entre los jóvenes se mantuvieron igual que en países similares que no tuvieron ningún cambio de política. Los políticos estadounidenses estarían celebrando si las tasas de delincuencia y consumo de drogas de Estados Unidos cayeran alguna vez a los bajos niveles que se observan ahora en Portugal.

Como resultado, Massachusetts y Vermont ahora están analizando proyectos de ley para la despenalización y los activistas están trabajando en una iniciativa en California para 2024.

Los partidarios de estos esfuerzos saben que si Estados Unidos quiere resolver la crisis de las sobredosis, debe empezar a tratar la adicción como un trastorno médico. El primer paso es seguir el ejemplo de Oregón y dejar de tratar las adicciones como un delito.

© 2022 The New York Times Company