Opinión: El coronavirus hace que en Walmart el ambiente sea de Viernes Negro

Melissa Love en la entrada de un Walmart en Long Beach, California. (John Francis Peters/The New York Times)
Melissa Love en la entrada de un Walmart en Long Beach, California. (John Francis Peters/The New York Times)

SIN IMPORTAR CUÁN ENFERMA HE ESTADO, NUNCA HE DEJADO DE IR A TRABAJAR.

LONG BEACH, California — En los cuatro años que llevo trabajando en Walmart, un puñado de días se han destacado por ser extremadamente estresantes, incluso peligrosos. Pero justo ahora, nosotros, los asociados, estamos poniendo nuestra salud y seguridad en riesgo mientras la gente se abastece para semanas (quizá meses) de aislamiento.

En mi sucursal, esto se ha parecido mucho al Viernes Negro. La histeria generalizada, que hace que los clientes acaparen productos o reaccionen de mala manera cuando no consiguen algo, es increíblemente estresante. Los guardias de seguridad tienen que mantener a raya a los compradores mientras reabastecemos los estantes vacíos. Al final de nuestro turno, cuando caminamos por los pasillos prácticamente saqueados para comprar la cena de nuestras propias familias, no quedan muchos productos, aun cuando Walmart ha limitado las compras de algunos artículos como la leche y los huevos.

Aunque todavía quedaran muchos productos en los estantes, de cualquier forma no tendría el dinero para almacenar un mes de provisiones de papel higiénico o comida congelada con un salario de 13 dólares por hora. En circunstancias normales, apenas me alcanza para poner comida en la mesa para mí y para mi padre, a quien cuido.

Necesito trabajar. Soy joven y estoy sana, pero me preocupa contagiarme del coronavirus e infectar a mi padre, a los clientes de edad avanzada o incluso a mis compañeros de trabajo. Estoy atrapada en esta situación imposible porque la estricta política de permisos remunerados de Walmart no me protege ni a mí ni a mi familia ni a mis compañeros de trabajo ni a nuestros clientes, sobre todo en este momento.

Estoy catalogada como una asociada de medio tiempo, lo que significa que durante el transcurso del año acumulo menos tiempo libre remunerado que mis compañeros de trabajo de tiempo completo. Tengo una cantidad extremadamente limitada de permiso remunerado para ausentarme sin recibir una sanción de la compañía cuando no me siento bien. Walmart no acepta de manera sistemática todos los comprobantes médicos, por lo que los trabajadores pueden ser despedidos por tomarse muchos días de reposo aun si presentan pruebas de que necesitan quedarse en casa.

Si bien la compañía ha realizado algunos ajustes positivos en respuesta a la pandemia —como suspender sus reglas de asistencia hasta finales de abril para los empleados que no se sientan cómodos yendo a trabajar—, no están haciendo suficiente. La empresa está permitiendo que los trabajadores que dan positivo en la prueba de coronavirus se queden en casa hasta dos semanas, pero reducirán a la mitad su salario durante el tiempo extra que necesiten de reposo. Si una empleada está bajo cuarentena obligatoria, recibirá máximo dos semanas de salario. No tenemos acceso a permisos remunerados adicionales si presentamos posibles síntomas de coronavirus o necesitamos cuidar a familiares afectados por la enfermedad.

Así que, si mis compañeros de trabajo o yo desarrollamos síntomas, podríamos enfrentarnos a la terrible disyuntiva de ir a trabajar enfermos y posiblemente contagiar a otros o arriesgar nuestras ya de por sí precarias finanzas.

Hay más de 1,5 millones de empleados en Walmart que están intentando salir adelante. Pero no tienen más opciones durante esta crisis. Cientos de miles de trabajadores de tiempo parcial como yo nos sentimos especialmente exprimidos.

Es por eso que cuando escuché que grandes corporaciones como Walmart, Amazon y McDonald’s iban a estar exentas del mandato federal de garantizar permisos remunerados por enfermedad para trabajadores contagiados con el coronavirus o que tuvieran que cuidar de algún familiar enfermo, sentí como si me hubieran dado un golpe en el estómago.

Una vez más, Walmart, uno de los empleadores privados más grandes del país y que emplea a más mujeres y personas de color que cualquier otra cadena de tiendas, ha usado su riqueza y poder para zafarse de hacer lo mínimo requerido para el bienestar de sus trabajadores.

El año pasado, Walmart entregó 12.000 millones de dólares a sus accionistas en beneficios y recompra de acciones, y gran parte de ese dinero fue directo a los herederos de los Walton. La familia tiene una fortuna estimada en 190.000 millones de dólares. Quisiera preguntarle a nuestro director ejecutivo, Doug McMillon, por qué podemos permitirnos darle tanto dinero a la familia más acaudalada de Estados Unidos, pero no podemos ofrecerles permisos remunerados adecuados y atención médica a nuestros empleados. Estos principios básicos son fundamentales en cualquier momento del año, pero durante esta pandemia eso de “sigamos como si nada ocurriera” no está funcionando. Nosotros logramos que corporaciones como Walmart sean lucrativas. Es hora de que ellos se aseguren de que tengamos lo suficiente para seguir viviendo.

Antes del coronavirus, me uní a otros trabajadores de tiendas minoristas y a un grupo de defensa de los trabajadores, United for Respect, para alertar sobre las prácticas corporativas que dejan a muchos de mis compañeros de trabajo sin seguros médicos adecuados, con riesgo de ser despedidos por faltar al trabajo por problemas de salud o dependiendo de cupones de alimentos para complementar los bajos salarios.

Si Walmart continúa por esta senda, espero que nuestros legisladores intervengan para asegurar que todos los trabajadores tengan un recurso para obtener apoyo.

Atiendo a mis clientes y a la comunidad de Walmart incansablemente, día tras día, en medio de una pandemia. Es una responsabilidad que no me tomo a la ligera. Sin embargo, necesito que los directores ejecutivos también se tomen en serio sus responsabilidades.

This article originally appeared in The New York Times.

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