¿Por qué todos están comprando oro? | OPINIÓN

Una encuesta reciente realizada a 1.000 personas reveló que uno de cada seis estadounidenses compró oro u otros metales preciosos en los últimos tres meses
Una encuesta reciente realizada a 1.000 personas reveló que uno de cada seis estadounidenses compró oro u otros metales preciosos en los últimos tres meses. Foto: Getty Images.

Los escarabajos de oro —inversionistas eternamente optimistas respecto al oro— desde hace mucho se han visto como los marginados paranoicos del mundo financiero, que se aferran al brillante activo como un salvavidas para protegerse de un desastre que siempre piensan que se avecina. Sin embargo, recientemente, pareciera que tienen un poco de razón. Este año, el oro es el activo tradicional con mejores resultados del mundo. Su precio acaba de rebasar por primera vez los 2.000 dólares la onza (28,3 gramos). Desde los inversionistas prudentes hasta los operadores diarios recién acuñados, todos están alabando sus virtudes.

Una encuesta reciente realizada a 1.000 personas reveló que uno de cada seis estadounidenses compró oro u otros metales preciosos en los últimos tres meses, y alrededor de uno de cada cuatro lo estaba pensando seriamente. En Robinhood, la popular plataforma de comercio en línea, la cantidad de usuarios con inversiones en dos de sus fondos de oro más grandes se ha triplicado desde enero.

Tal parece que ahora todos somos escarabajos de oro.

La explicación detrás de esta nueva ‘obsesión’

Resulta tentador atribuirle esta moda del oro al deseo de tener un refugio seguro durante la pandemia: una especie de reflejo de pánico que se disipará a medida que la crisis disminuya. Sin embargo, la manía del oro también está motivada por la corazonada de que el dinero fácil que está fluyendo de los bancos centrales y los programas de estímulo de los gobiernos podría provocar un aumento de la inflación, lo cual la convierte en un augurio económico mucho más preocupante.

Algunos inversionistas prudentes solían descartar el oro como un activo que, en gran medida, solo se queda estático sin generar ningún rendimiento. En muchos aspectos, el oro es como el petróleo o el mineral de hierro o cualquier otra materia prima que se extraiga del suelo. Los precios de la mayoría de estos productos suben y bajan en ciclos, y no incrementan su valor con el paso del tiempo.

El oro, haciendo honor a su reputación como una reserva estable de valor mientras que otros activos titubean, se ha mantenido más firme que otras materias primas, pero aún no es una inversión dinámica. A lo largo del siglo pasado, el precio del oro, ajustado por la inflación, ha aumentado en promedio solo un 1,1 por ciento al año, en comparación con el 6,5 por ciento para las acciones estadounidenses. Incluso el bono a 10 años del Tesoro de Estados Unidos, que es considerado el activo de menor riesgo en el mundo, ha producido rendimientos anuales más elevados.

El oro ha brillado principalmente en momentos de mala suerte. Se disparó durante la estanflación de los años setenta, y aumentó su valor más de siete veces a lo largo de esa década hasta llegar a un máximo de 850 dólares a principios de 1980. Volvió a dispararse después de la crisis financiera global de 2008 hasta alcanzar un máximo de 1900 dólares en 2011, pero luego retrocedió en la mayor parte de la década sucesiva.

Ahora que las valoraciones de las acciones rebasan por mucho su promedio a largo plazo, el oro parece ser relativamente barato. En la imagen, brokers en la Bolsa de Nueva York. Foto: EFE.
Ahora que las valoraciones de las acciones rebasan por mucho su promedio a largo plazo, el oro parece ser relativamente barato. En la imagen, brokers en la Bolsa de Nueva York. Foto: EFE.

En 2019, después de que la Reserva Federal dio señales de que suspendería sus planes de elevar las tasas de interés, el oro ascendió de nuevo. Históricamente, al oro le ha ido mejor cuando las tasas de interés caen por debajo de la tasa de inflación. Conforme las ganancias de inversión en bonos, ajustadas a la inflación, se vuelven negativas, los inversionistas se sienten cómodos adquiriendo oro como una reserva de valor, aunque no genere mayor rendimiento.

Eso es lo que ha venido sucediendo en los últimos meses. A medida que el rendimiento de los bonos se acerca a cero en Estados Unidos y llega a cifras negativas en Europa y Japón, los inversionistas han aumentado el precio del oro más del 30 por ciento este año, tras un incremento de casi el 20 por ciento el año pasado. En semanas recientes, ese repunte se ha maximizado debido a las proyecciones cada vez más frecuentes de que todo el dinero que los gobiernos están inyectando a sus economías volverá a desatar la inflación.

Además, ahora que las valoraciones de las acciones rebasan por mucho su promedio a largo plazo, el oro parece ser relativamente barato. Y conforme los bancos centrales imprimen dinero a manos llenas, algunos ven el oro como una alternativa estable para el dólar y otras divisas principales. (El oro también está impulsando el precio de su pariente menos glamuroso, la plata, que está saliendo de un nivel inusualmente deprimido, debido a que la gente la ve como una inversión más barata en las mismas tendencias).

¿Seguirá subiendo el oro?

Para que el oro siga repuntando, las proyecciones de la inflación tendrán que seguir al alza. Los pronósticos de una inflación más alta casi siempre han llevado las de perder durante las últimas cuatro décadas, pero las probabilidades parecen ser más favorables ahora. Casi todas las naciones están repartiendo estímulos de niveles récord en un momento en el que se están debilitando fuerzas como la globalización, que mantenía a la inflación bajo control. Por lo general, si la inflación está al acecho, se puede confiar en que los bancos centrales aumenten las tasas de interés, pero los funcionarios de la Reserva Federal han dado señales de que no están “considerando elevar las tasas”, y no esperan hacerlo hasta 2022.

Esta no es una decisión saludable. Cuando las tasas de interés son así de bajas, el dinero es prácticamente gratis, lo cual incita la especulación sobre activos que no son valiosos para la sociedad, más allá de lo que el vendedor puede ganar por ellos. Ahora mismo, el oro es el mejor ejemplo de esto. El riesgo más amplio es que esta clase de especulación meramente financiera perjudique la economía al quitarles capital a las industrias que le darían un uso más productivo.

Como una inversión, el oro no tiene ninguna de las virtudes que yo admiro, como la innovación y el dinamismo, y tiene muchos de los vicios que desprecio, como la mentalidad de “búsqueda de beneficios” típica de las industrias extractivas. Sin embargo, esta no es una época normal. A menos que se desarrolle una vacuna pronto, los bancos centrales dejen de imprimir dinero desesperadamente y las tasas de interés real empiecen a elevarse de nuevo, es difícil no ser un escarabajo de oro en este momento.

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This article originally appeared in The New York Times.

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