OPINIÓN | Este alto funcionario de Rusia lleva un mensaje poco sutil de parte de su jefe
Nota del editor: Frida Ghitis, (@fridaghitis) exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones en CNN.
(CNN) -- El mundo se despertó este miércoles por la mañana con la más reciente amenaza del expresidente y ex primer ministro de Rusia, Dmitri Medvédev.
En Twitter, Medvédev, actual vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, atacó al Reino Unido como "eterno enemigo" de Rusia y lo acusó de dirigir una "guerra no declarada" contra Rusia. Anunció amenazadoramente que "cualquiera de sus funcionarios públicos... puede ser considerado objetivo militar legítimo" por Moscú.
Medvédev, que tiene un largo historial de declaraciones extravagantes, respondía así a un comentario del ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, James Cleverly, quien afirmó que Ucrania tiene "derecho a proyectar fuerzas más allá de sus fronteras" como parte de su autodefensa. Cleverly dijo que se refería a objetivos militares en un sentido más amplio, pero sus declaraciones se produjeron justo después de que se lanzaran ataques con drones dentro de Rusia. Ucrania ha negado cualquier implicación directa.
Por si quedaba alguna duda de que las palabras de Medvédev equivalían a una amenaza, el medio ruso controlado por el Estado RT, que intenta hacerse pasar por una organización periodística legítima, informó que Medvédev había "lanzado una advertencia" a Londres.
Durante años, el comportamiento de las autoridades rusas se ha parecido más al de una organización mafiosa que al de un Estado normal. Y Medvédev se ha convertido en el hombre que lanza las amenazas exageradas del régimen.
Lo hace traficando con el miedo. Es como el personaje de ficción que aparece de la nada, mira al frente con el rostro inexpresivo y se pasa lentamente el dedo por la garganta: un mensaje no demasiado sutil del jefe. Para los que reciben las invectivas de Medvédev, en Ucrania y Occidente, la cuestión es hasta qué punto hay que tomarse en serio sus amenazas. ¿Busca ganarse el favor de Putin con sus desplantes? ¿O habla en nombre del presidente de Rusia?
Dmitri Medvédev durante una rueda de prensa durante su visita a Francia en junio de 2019. Crédito: Loic Venance/AFP/Getty Images/FILE
Las tácticas de miedo contra Londres no son ni mucho menos las más escandalosas de Medvédev. Ha advertido repetidamente, por ejemplo, que Rusia podría usar armas nucleares. Cuando Putin advirtió el año pasado que Moscú podría dar ese paso, la declaración le valió una severa advertencia del líder de China, Xi Jinping, el único amigo que no puede permitirse perder. Así pues, parece que el líder ruso ha delegado gran parte, aunque no toda, la formulación de amenazas en Medvédev, que monta en cólera en las redes sociales, un número de ventrílocuo, mientras Putin intenta mantener un semblante relativamente de estadista.
En enero, por ejemplo, Medvédev escribió en Telegram: "La derrota de una potencia nuclear en una guerra convencional puede desencadenar una guerra nuclear". Al mes siguiente, advirtió en Twitter: "La banda ucraniana de drogadictos debe entender que [atacar Crimea] será respondido con represalias inevitables usando armas de cualquier tipo". Y en mayo, Medvédev señaló en Twitter que cuanto más destructivas sean las armas que Occidente entregue a Ucrania, "más se acercará la posibilidad del apocalipsis nuclear". Medvédev también declaró anteriormente que "Polonia no debería existir" (ganándose una breve restricción de Twitter) y que Ucrania podría desaparecer pronto del mapa.
En Telegram, Medvédev amenazó al senador Lindsey Graham, de Carolina del Sur, cuando visitó Kyiv y alabó el apoyo estadounidense como dinero bien gastado. Los medios de comunicación locales tergiversaron las palabras de Graham, afirmando que había dicho que el asesinato de rusos, y no la ayuda estadounidense a Ucrania, era una buena inversión. Medvédev contraatacó, señalando en tono sombrío que en Estados Unidos se mata a la gente con regularidad, y enumerando una lista de políticos estadounidenses que han sido asesinados.
Abundan las pruebas de que el Kremlin es realmente peligroso. Durante años, quienes se han atrevido a criticar al régimen han sido asesinados tanto en suelo ruso como en el extranjero. Y el ritmo de muertes misteriosas parece haberse acelerado desde que Putin lanzó su invasión no provocada de Ucrania, aunque el Kremlin niega desde hace tiempo estar involucrado.
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, brinda con el entonces primer ministro, Dmitri Medvédev, junto a Serguéi Surovikin, comandante de las tropas rusas en Siria, tras una ceremonia de entrega de condecoraciones estatales a militares que combatieron en Siria, en el Kremlin, en diciembre de 2017. Crédito: Kirill Kuryavtsev/AFP/Getty Images
El pasado fin de semana, el viceministro de Ciencia, Piotr Kucherenko, de 46 años, enfermó en pleno vuelo cuando regresaba de un viaje a Cuba. Poco antes de morir, había calificado la guerra de Rusia contra Ucrania de "invasión fascista". La causa de la muerte sigue sin explicarse.
Otros innumerables se han caído por la ventana tras criticar a Putin o su guerra. Y los que sobreviven a intentos de asesinato supuestamente por parte del régimen, como el líder de la oposición Alexey Navalny y el activista de derechos humanos Vladimir Kara-Murza, aterrizan en campos de prisioneros con condenas de décadas. Como ha hecho en otros casos en los que los críticos del Kremlin han sido el blanco, Moscú ha negado haber desempeñado un papel en el envenenamiento de Navalny y Kara-Murza.
Sin embargo, no se trata solo de un caso en el que Putin, el titiritero, habla a través de su ex primer ministro. Las publicaciones de Medvédev en las redes sociales parecen casi declaraciones de lealtad. Puede que esté tratando de recuperar su estatus de favorito en un momento en el que las tensiones en Moscú son elevadas, y en el que sus acciones no son ni mucho menos tan elevadas como antes.
Hubo un tiempo en que Medvédev gozaba de la confianza absoluta de Putin y era visto, al menos en Occidente, como su sucesor potencialmente más moderado. Cuando Putin se topó con los límites del mandato presidencial en 2008, propuso a Medvédev para presidente, mientras que él se convirtió en primer ministro.
Putin no tuvo que preocuparse de que su fiel seguidor decidiera que quería darle un codazo y mantenerse en el poder. En 2012, ambos cambiaron de puesto y Putin volvió a ser presidente. Más tarde, Putin hizo cambiar la Constitución para poder seguir siendo presidente durante muchos años.
Pero, con el tiempo, la estrella de Medvédev se apagó. En 2020, renunció al cargo de primer ministro, en lo que algunos observadores consideraron su inevitable caída en desgracia. El líder del Kremlin se había convertido en una especie de hazmerreír. Se le había visto dormitando durante los discursos de Putin y se había convertido en un meme de las redes sociales. Navalny y sus seguidores se burlaban de él sin cesar, publicando videos de Medvédev dormido en la primera fila de los monótonos discursos de Putin. Eso seguro no era del agrado del jefe.
Luego llegó un documental devastador de la Fundación Anticorrupción de Navalny, que ya ha sido visto 46 millones de veces en YouTube. Navalny y su equipo documentan lo que alegan son pruebas de que Medvédev malversó US$ 1.200 millones, convirtiéndose en propietario de mansiones, yates e incluso un viñedo en Italia. Algunos observadores dicen que ese fue el golpe final para lo que denominaron un acto de Batman y Robin por parte de Putin y su otrora fiel compinche, que tuvo que dimitir, aun cuando ha negado rotundamente las acusaciones.
Con la guerra en Ucrania, un momento crucial en la historia de Rusia, Putin sigue estando en el centro del gobierno mafioso que ha construido. Y Medvédev sabe que necesita mantener su confianza.
Puede que intente parecer duro, amenazando a funcionarios británicos y senadores estadounidenses, y planteando la perspectiva de un armagedón nuclear, para impresionar al jefe. Pero Medvédev sabe que, por encima de todo, necesita que Putin lo considere inequívocamente leal y útil. Cualquier otra cosa podría resultar desastrosa.