Opinión: ¿Cómo puede alguien votar por Trump y por el derecho al aborto?

Una simpatizante con una camiseta que hace referencia al caso Roe contra Wade espera a ver hablar al presidente Joe Biden en un acto de campaña centrado en los derechos reproductivos de la mujer en el Hillsborough Community College de Tampa, Florida, el 23 de abril de 2024. (Damon Winter/The New York Times).
Una simpatizante con una camiseta que hace referencia al caso Roe contra Wade espera a ver hablar al presidente Joe Biden en un acto de campaña centrado en los derechos reproductivos de la mujer en el Hillsborough Community College de Tampa, Florida, el 23 de abril de 2024. (Damon Winter/The New York Times).

CÓMO ENTENDER LA TAN EXTRAÑA POLÍTICA SOBRE EL ABORTO DE ESTAS ELECCIONES.

En cierto modo, los resultados de las elecciones de 2024 parecen incomprensibles. Las mayorías votaron a favor del derecho al aborto en ocho de los diez estados en los que el tema estaba en la boleta electoral. Pero los estadounidenses también eligieron al hombre que más ha hecho por la desaparición de esos mismos derechos. Y en varios estados donde ganó el aborto, también lo hizo Donald Trump.

¿Cómo pudo un número significativo de electores votar a favor del aborto legal y también a favor del hombre que contribuyó a hacer posible la criminalización del aborto en primer lugar? Trump se jactaba de anular la sentencia de Roe contra Wade y de ser el presidente más provida de la historia estadounidense, mientras que Kamala Harris prometía utilizar su poder presidencial para proteger y ampliar una amplia gama de libertades reproductivas. Sin embargo, según los recuentos de votos publicados hasta ahora, en todos los estados en los que se votó sobre el aborto, hubo más votantes a favor del derecho al aborto que a favor de Harris.

Sin duda, las posturas de estos votantes son incompatibles. Pero también reflejan la nueva coalición política que ha construido Trump, y el tipo de hombres y mujeres que lo respaldan.

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Las medidas a favor del derecho al aborto se aprobaron en Arizona, Colorado, Maryland, Misuri, Montana, Nevada y Nueva York; el derecho al aborto obtuvo bastante más de la mitad de los votos en Florida, aunque no los suficientes para alcanzar el umbral del 60 por ciento necesario para consagrar el derecho al aborto en la Constitución del estado (las medidas a favor del derecho al aborto también fracasaron en Nebraska y Dakota del Sur.) Trump ganó en los tres estados en los que fracasó el derecho al aborto y, al parecer, ganó en más de la mitad de aquellos en los que se aprobó, a menudo por márgenes significativos: en Montana ganó por unos 20 puntos, y en Misuri por casi otro tanto.

La primera explicación es quizá la más obvia: Trump logró distanciarse del desastre relacionado con el aborto que él mismo creó. Sus comentarios sobre el aborto han sido muy variados en este ciclo: se ha jactado de haber nombrado a jueces de la Corte Suprema que ayudaron a anular la sentencia del caso Roe y ha afirmado que no apoyaría una prohibición nacional del aborto, a pesar de haber expresado su apoyo a una prohibición parcial en el pasado. El Proyecto 2025, del que Trump ha intentado distanciarse a pesar de tener estrechos vínculos con muchos de sus autores, incluye la revocación de la aprobación de las píldoras abortivas por parte de la Administración de Alimentos y Medicamentos y la penalización del envío por correo de estos fármacos.

Trump parecía saber que estos planes serían, por decirlo lo menos, bastante impopulares y hay indicios de que los votantes se creyeron su intento de hacerse el tonto al respecto: casi la mitad de los electores que afirman que el aborto debe ser legal en la mayoría de los casos, y más de una cuarta parte de los votantes que están a favor del derecho al aborto en general, apoyaron a Trump, según los sondeos de salida de CNN.

Hay algo bastante trumpiano en el estilo de política del “yo tengo lo que quiero” que puede llevar a alguien a votar a favor del derecho al aborto en su propio estado sin importarle si el presidente que elige despojará de esos derechos a las mujeres de otros lugares. Hay mujeres que quizá quieran asegurarse de tener derecho a abortar u hombres que quieren esos derechos para sus hijas, pero que votarían por Trump para que tomara medidas enérgicas contra los inmigrantes y otros grupos que les resultan desagradables.

En Arizona, por ejemplo, las encuestas a pie de urna sugieren que más del 60 por ciento de las mujeres votaron a favor de consagrar el derecho al aborto en la Constitución del estado, mientras que solo alrededor del 50 por ciento votaron a favor de Harris (entre los hombres del estado, las encuestas de salida muestran que alrededor del 60 por ciento votó a favor de la iniciativa electoral sobre el aborto y menos del 50 por ciento a favor de Harris). En todos los grupos demográficos raciales, el apoyo a la iniciativa fue significativamente mayor que el apoyo a la candidata que está a favor del derecho al aborto.

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La coalición de Trump está compuesta en su mayoría por hombres y Trump ha basado su campaña en repetidas quejas raciales y de género. Pero los hombres que apoyan a Trump no son solo los conservadores evangélicos de la época de George W. Bush, aunque los evangélicos blancos siguen siendo el núcleo de su base. Trump ha buscado el voto de los “conservadores de Barstool” (llamados así por su asociación con Dave Portnoy, fundador y director ejecutivo de Barstool Sports), hombres que pueden no ser particularmente religiosos o contrarios al aborto, pero que parecen regocijarse con el sexismo y la vulgaridad de Trump. Puede que estos hombres no se opongan a los derechos de los homosexuales, aunque sean un tanto homofóbicos; puede que no se opongan al aborto ni a los anticonceptivos y sean sexualmente activos (o al menos desean serlo). Son más libertarios que los nacionalistas cristianos, pero muchos son profundamente misóginos y les resulta atractivo que Trump se comporte como autócrata y tenga una personalidad ofensiva.

Tampoco son nuevos en la política estadounidense. En las décadas de 1960 y 1970, había un gran número de hombres que apoyaban el derecho al aborto y el acceso a la anticoncepción porque eran libertinos sexuales que valoraban la posibilidad de tener un mayor acceso sexual a las mujeres sin las responsabilidades del embarazo o la paternidad. Estos hombres podían ser proabortistas e incluso demócratas liberales, pero no parecían ser grandes defensores de los derechos de la mujer y en muchos casos trataban a las mujeres bastante mal: Hugh Hefner puede ser el ejemplo más destacado.

Durante décadas, el Partido Republicano fue menos el partido de Playboy que del patriarcado religioso. Con Trump, se ha ampliado para satisfacer a una gama más amplia de hombres: los que, como JD Vance, están resentidos con las mujeres sin hijos y con gatos por negarse a adherirse a los roles de género tradicionales (o quizá por no estar sexualmente disponibles para los hombres que creen que tienen derecho al afecto femenino) y los que, como Trump, parecen ver a las mujeres principalmente como objetos sexuales y que apoyan el aborto y la anticoncepción porque esas herramientas facilitan la libertad sexual masculina. Ninguno de los dos grupos ve realmente a las mujeres como iguales. Ambos están dispuestos a apoyar a un hombre abiertamente sexista como Trump. Pero a diferencia de los hombres tradicionales de la derecha religiosa, muchos de los hombres del conservadurismo de Barstool sin duda también estarán a favor del derecho al aborto. Y lo mismo harán muchas mujeres que apoyan a Trump.

Es probable que a muchos de estos votantes también les cueste trabajo apoyar a una mujer, aunque no tengan reparos en votar a favor de los derechos de la mujer. Desde que la sentencia del caso Dobbs contra Jackson Women’s Health Organization puso fin a la era del aborto legal en todo Estados Unidos, los medios de comunicación han publicado una historia tras otra sobre el daño que esto ha ocasionado, incluidas mujeres que han muerto, han estado a punto de morir, han perdido órganos o han enfermado gravemente a causa de la prohibición del aborto. Muchas de estas historias son de mujeres con embarazos deseados que salieron mal, mujeres de las que a menudo se habla como si fueran la esposa, la hija o la madre de alguien. Estas historias son de crucial importancia para comprender el costo humano de las prohibiciones del aborto, y son muy eficaces para apuntalar el apoyo para mantener o legalizar el aborto. También enmarcan a las mujeres en una narrativa específica de aspirantes a madres o víctimas inocentes.

El discurso con el que Trump quiso convencer a las mujeres era que él sería su protector. El discurso de Harris era que restauraría las libertades de las mujeres y su independencia. Resulta que es muy posible querer mantener el derecho al aborto para proteger a las mujeres que imaginas que podrían ser tus esposas o hijas, y al mismo tiempo desconfiar de las mujeres que buscan el poder real, y que esto puede ser cierto tanto para los hombres como para las mujeres que acuden a votar.

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El apoyo al derecho al aborto está ligado a opiniones más amplias sobre las mujeres y nuestro papel en la sociedad, ya que quienes se oponen al aborto también tienden a ser más sexistas. La libertad de tomar decisiones reproductivas propias es un requisito previo para cualquier cosa que se parezca a la igualdad de género, y sin los derechos al aborto y a la anticoncepción, veríamos a muchas menos mujeres yendo a la universidad, retrasando la maternidad hasta que estén preparadas y prosperando profesionalmente, y conteniendo a cargos públicos. Pero un voto a favor del derecho al aborto no es necesariamente un voto a favor de la autonomía femenina o del poder político, y no convierte a nadie en feminista. Muchos votantes están dispuestos a marcar una casilla si creen que eso ayudará a mantener a salvo a las mujeres. Pero eso no significa que a esos votantes les entusiasme la libertad femenina sin restricciones, ni siquiera que estén dispuestos a poner a una mujer en la Casa Blanca.

Este artículo se publicó originalmente en The New York Times.

c.2024 The New York Times Company