Opinión: Respiremos hondo respecto a China

Respiremos hondo respecto a China (Eva Redamonti para The New York Times).
Respiremos hondo respecto a China (Eva Redamonti para The New York Times).

LA ANSIEDAD ANTE CHINA HACE QUE LOS POLÍTICOS ESTADOUNIDENSES REACCIONEN DE MANERA PARANOICA Y REPRESIVA.

La amígdala es un par de grupos neuronales cerca de la base del cerebro que evalúa el peligro y puede ayudar a desencadenar una respuesta de lucha o huida. Una respuesta de estrés prolongada podría contribuir a la ansiedad, que puede hacer que las personas perciban peligro donde no lo hay y se obsesionen con los peores escenarios.

El cuerpo nacional colectivo de Estados Unidos sufre un caso crónico de ansiedad por China. Casi todo lo que viene acompañado de la palabra “chino” desencadena una respuesta de miedo en nuestro sistema político, lo cual enturbia nuestra capacidad para calibrar y contextualizar las amenazas en su justa medida. Esto ha llevado al gobierno y a los políticos estadounidenses a aplicar políticas basadas en la represión y la exclusión, reflejo del sistema autoritario que pretenden combatir.

El Congreso se movilizó para forzar la venta de TikTok, la aplicación de redes sociales de propiedad china; algunos estados han buscado restricciones para individuos o entidades chinas que tengan propiedades en territorio estadounidense, así como para investigadores chinos que trabajen en universidades estadounidenses y el gobierno federal les prohibió a algunas empresas chinas de tecnología competir en nuestros mercados. La seguridad nacional se esgrime como justificación para todas estas medidas y no pretendo sopesar aquí los méritos de cada una de ellas. Pero en conjunto están dando lugar a un Estados Unidos más cerrado y cada vez más parecido a China.

Cuando todo el tiempo tienes ansiedad, ninguna amenaza es demasiado pequeña. En enero, Rick Scott, senador de Florida, presentó un proyecto de ley para prohibir las importaciones de ajo chino, que, según sugirió, podría ser una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, con base en informes que afirman que se fertiliza con aguas residuales humanas. En 2017, científicos de la Universidad McGill escribieron que no hay pruebas de que así sea. Incluso si así fuera, es común utilizar desechos humanos, conocidos como “biosólidos”, como fertilizante en muchos países, incluido Estados Unidos.

Más recientemente, el senador Tom Cotton y la representante Elise Stefanik presentaron una ley que prohibiría al Departamento de Defensa celebrar contratos con Tutor.com, una empresa estadounidense de clases particulares, con el argumento de que supone una amenaza para la seguridad nacional porque fue adquirida por Primavera Capital Group, una empresa de inversiones con sede en Hong Kong. Su argumento es que esto podría dar al gobierno chino acceso por la puerta trasera a las sesiones de tutoría y a la información personal del personal militar estadounidense que utiliza el servicio de la empresa.

La legislación no menciona que los datos de los estudiantes de Tutor.com se almacenan en Estados Unidos, que la empresa, de manera voluntaria, se sometió a una revisión de seguridad por parte del Comité Federal de Inversiones Extranjeras en Estados Unidos y que creó niveles adicionales de protección de la seguridad de datos en coordinación con el gobierno estadounidense. El proyecto de ley tampoco especifica la manera exacta en la cual el gobierno chino tendría acceso a los datos de Tutor.com ni qué uso le daría en realidad a la información sobre las sesiones de tutoría del personal militar estadounidense.

El verano pasado, varios legisladoresrepublicanos protestaron contra la película “Barbie” porque un mapamundi que aparecía durante unos instantes de fondo en una escena incluía una línea discontinua. Lo interpretaron como una referencia a la “línea de nueve rayas” de China, que Pekín utiliza para reforzar sus reclamos territoriales en el mar de China Meridional. Según el representante Jim Banks, esto “pone en peligro nuestra seguridad nacional”. Resulta evidente que el mapa de la película es una fantasía, solo tenía ocho rayas y no se parecía en nada a la línea de China. Incluso el gobierno filipino, que lleva años inmerso en disputas territoriales con China en el mar de China Meridional, desestimó la controversia y aprobó el estreno de la película en ese país.

Por supuesto, Estados Unidos debería hacer frente con acciones al presidente chino Xi Jinping por su represión en el interior y su agresión en el exterior. Como estudioso del sistema político chino, me preocupa cómo Xi ha hecho que su país sea aún más autoritario; razón por la cual han aumentado los abusos a los derechos humanos en China, en particular los dirigidos a los uigures en Sinkiang; la represión de Pekín contra Hong Kong, sus amenazas hacia Taiwán, su cada vez más estrecha relación con Rusia y su apoyo a la guerra en Ucrania. Estados Unidos debe permanecer alerta a preocupaciones legítimas sobre las actividades chinas bien documentadas como el espionaje y los ciberataques.

Pero ¿nuestros legisladores de verdad deberían centrar su atención en Tutor.com, el ajo chino o “Barbie”? ¿O deberían concentrarse en las amenazas más serias que supone el sistema autoritario chino o los muchos otros problemas que afectan de manera significativa la cotidianidad de los estadounidenses?

Quizá el efecto más preocupante es que la ansiedad sobre China poco a poco se convierte en discriminación contra los estadounidenses de origen chino, un nuevo “peligro amarillo”. Ya hemos visto cómo una iniciativa puesta en marcha durante el gobierno de Trump para combatir el espionaje chino condujo a un escrutinio injusto de los investigadores chinos e incluso de los empleados gubernamentales estadounidenses de origen asiático, lo que llevó a la finalización del programa en 2022. Y vimos cómo la xenofobia durante la pandemia desencadenó amenazas y ataques contra los estadounidenses de origen asiático. También ha habido numerosos informes de autoridades que interrogan a estudiantes e investigadores chinos que viajan hacia y desde China alegando que pueden ser agentes del Estado chino. Una vez más, este trato —ser interrogados por la policía o las autoridades gubernamentales— es algo que los académicos extranjeros experimentan en China, donde a manera de eufemismo esto se conoce como “ser invitado a tomar el té”.

El año pasado, legisladores estatales de Texas propusieron un proyecto de ley que en un inicio pretendía impedir que ciudadanos y entidades chinos (así como iraníes, norcoreanos y rusos) compraran terrenos, viviendas u otros bienes inmuebles, alegando preocupaciones por la seguridad del suministro de alimentos. Dejando a un lado el hecho de que los ciudadanos chinos no son el gobierno chino, la cantidad real de tierras agrícolas estadounidenses propiedad de entidades chinas es insignificante, pues nunca ha excedido el uno por ciento de las tierras agrícolas en cualquier estado estadounidense dado a partir de 2021. El proyecto de ley no prosperó, pero solo después de una respuesta negativa importante por parte de la comunidad chinoestadounidense.

Este pánico hacia China, que también han avivado los medios de comunicación estadounidenses tanto liberales como conservadores, puede estar influyendo en la percepción que el ciudadano promedio tiene de sus compatriotas de ascendencia china. Michael Cerny, otro investigador de China, y yo encuestamos hace poco a más de 2500 estadounidenses sobre la cuestión de si los estadounidenses de origen chino nacidos en Estados Unidos deberían poder servir en la comunidad de inteligencia estadounidense. Alrededor del 27 por ciento dijo que el acceso de los estadounidenses de ascendencia china a la información clasificada debería ser más limitado que el de otros ciudadanos estadounidenses y un 14 por ciento contestó que no se les debería permitir ningún acceso.

Esto es racismo manifiesto y, aunque no es la opinión mayoritaria, resulta preocupante que tantos estadounidenses estén confundiendo al gobierno chino con las personas de etnia china, como hacen nuestros políticos.

China es un rival geopolítico formidable. Pero no existe un mundo en el que el ajo, la película de “Barbie” o un sitio de tutoría supongan amenazas significativas para la seguridad nacional estadounidense. Etiquetarlos como tales revela cierta falta de seriedad en nuestro discurso político.

Si Estados Unidos quiere competir como es debido con China, necesitará una política sana y equilibrada que proteja su seguridad nacional sin comprometer sus valores fundamentales.

Respiremos hondo.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

c.2024 The New York Times Company