Cuando los ojos del cielo empiezan a mirar directamente hacia ti
Durante décadas, los expertos en privacidad han sido cautelosos al momento del espiar desde el espacio. Temían que los satélites tuvieran la potencia necesaria para acercarse a las personas y captar primeros planos que pudieran diferenciar a los adultos de los niños o a los bañistas con ropa de playa de los que lucían en su estado natural.
Ahora, de repente, según los analistas, una reciente empresa emergente está construyendo una nueva clase de satélite con cámaras que podrían, por primera vez, hacer justoamente eso.
“Somos muy conscientes de las consecuencias para la privacidad”, comentó en una entrevista Topher Haddad, director de Albedo Space, la empresa que fabrica los nuevos satélites. La tecnología de su compañía tomará imágenes de las personas, pero no podrá identificarlas. Sin embargo, Haddad agregó que Albedo está tomando medidas administrativas para abordar los problemas de privacidad.
Cualquiera que viva en el mundo moderno se ha familiarizado con la disminución de la privacidad en medio del aumento de las cámaras de seguridad, los rastreadores integrados en los teléfonos inteligentes, los sistemas de reconocimiento facial, los drones y otras tipos de control digital. No obstante, según los expertos, la vigilancia desde los cielos puede ser aterradora por su capacidad para invadir zonas que antes se consideraban intrínsecamente prohibidas.
“Es una cámara gigante en el cielo para que cualquier gobierno la utilice en cualquier momento sin nuestro conocimiento”, opinó Jennifer Lynch, directora jurídica de Electronic Frontier Foundation, quien en 2019 instó a los reguladores de satélites civiles a abordar este asunto. “En definitiva, deberíamos estar preocupados”.
Ante esta inquietud, para Haddad y otros defensores de la tecnología de Albedo, hay que sopesar los beneficios reales, en especial cuando se trata de luchar contra los desastres y salvar vidas.
“Se sabrá cuál casa se está incendiando y por dónde huye la gente”, afirmó D. James Baker, exdirector de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica, agencia que otorga las licencias de los satélites civiles que toman imágenes en Estados Unidos.
Con sede en Denver, Albedo Space tiene 50 empleados y ha recaudado unos 100 millones de dólares. Según Haddad, tiene planes de lanzar su primer satélite a principios de 2025. A largo plazo, prevé tener una flota de 24 naves espaciales.
Entre los inversionistas en Albedo se encuentran Breakthrough Energy Ventures, la empresa de inversión de Bill Gates. El consejo asesor estratégico de Albedo incluye a exdirectores de la CIA y de la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial, una división del Pentágono.
El sitio web de la empresa no menciona nada de tomar imágenes de personas ni los problemas de privacidad. A pesar de todo, para los expertos en reconocimiento, los reguladores deberían despertar antes de que sus naves espaciales empiecen a tomar sus primeros acercamientos.
“Es algo muy importante”, afirmó Linda Zall, exfuncionaria de la CIA, cuya carrera de varias décadas incluyó algunos de los satélites espía más potentes del país. Zall predijo que las capacidades tocarán una fibra sensible cuando la gente se dé cuenta de que las cosas que intentan ocultar en sus patios traseros ahora pueden observarse con mayor claridad. “La privacidad es un problema real”, aseguró Zall.
Jonathan McDowell, un astrofísico de la Universidad de Harvard que publica un informe mensual sobre los avances espaciales civiles y militares, agregó: “Nos está acercando un paso más a un tipo de mundo en el que nos vigila un Gran Hermano”.
Aunque las naves espaciales en órbita han estudiado durante mucho tiempo el planeta, el desastre nuclear de Chernóbil dejó en claro el potencial de que los satélites vigilaran la vida civil. Moscú había negado que hubiera problemas graves. Sin embargo, el 29 de abril de 1986, un satélite estadounidense no militar tomó una fotografía en la que apareció una fractura ardiente del núcleo del reactor de donde se expulsaban restos radiactivos mortales a la atmósfera.
Los medios informativos de Estados Unidos difundieron la imagen. Confirmó un desastre, ayudó a iniciar el campo del periodismo por satélite y —casi de inmediato— avivó los temores del espionaje desde el espacio.
“Se espera que la calidad de las imágenes mejore con rapidez”, advertía poco después de la catástrofe atómica Privacy Journal, un boletín mensual publicado en Washington. Según Privacy Journal, los directores de los noticieros de televisión ahora querían tener acceso sin restricciones a imágenes espaciales que, a final de cuentas, podían rastrear todo, desde los movimientos de las tropas hasta los jacuzzis de los patios traseros.
La potencia visual de una cámara espacial se suele expresar como la longitud, en metros, de la característica más pequeña que puede resolver. En las primeras cámaras se utilizaban metros. Ahora son centímetros. En general, según los expertos, esa mejora vuelve cientos de veces más detalladas y reveladoras las nuevas imágenes.
El satélite que tomó imágenes de Chernóbil en 1986 era conocido como Landsat. La NASA lo construyó para monitorear cultivos, bosques y otros recursos en tierra. La cámara de la nave podía distinguir objetos en tierra de hasta 30 metros. En contraste, el complejo de Chernóbil tenía casi un kilómetro de longitud. Por lo tanto, los analistas pudieron ver sin problemas el complejo y el reactor que había explotado.
En la actualidad, los satélites civiles que toman imágenes son más potentes y pueden diferenciar objetos en tierra de apenas 30 centímetros de diámetro. Las imágenes permiten que los analistas distingan las marcas de las carreteras e incluso las matrículas de los aviones.
Albedo busca dar un salto adelante al obtener imágenes de objetos de apenas 10 centímetros. Esto fue posible gracias a que en 2018 el gobierno de Trump tomó medidas para relajar las regulaciones que rigen la resolución de los satélites civiles. “Pronto, los satélites podrán observarte en todas partes todo el tiempo”, advirtió en 2019 Technology Review, una revista del Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Según Haddad, el objetivo Albedo de obtener una claridad nítida se inspiró en una imagen espía estadounidense que mostraba una plataforma de lanzamiento muy dañada en Irán, la cual compartió en 2019 el presidente Donald Trump en su cuenta de Twitter. Se consideró que la resolución de la imagen fue de unos 10 centímetros, lo que dio lugar a un debate generalizado en torno a las posibilidades comerciales.
Haddad creció en Houston y estudió ingeniería en la Universidad Johns Hopkins y la Universidad de Texas. Después trabajó para Lockheed Martin en Sunnyvale, California, la cual ha construido satélites espía durante mucho tiempo. Algunos pueden igualar o superar en tamaño a un autobús escolar y suelen costar miles de millones de dólares.
Haddad fundó Albedo con Winston Tri, quien había trabajado como ingeniero de software en Facebook, y AyJay Lasater, exingeniero de satélites en Lockheed Martin. Los tres se percataron de que había un mercado comercial para las imágenes de 10 centímetros, pero no si los costos eran astronómicos. Su solución fue colocar los satélites en órbitas muy bajas que estuvieran comparativamente cerca de sus sujetos terrestres. De esta manera, la flota de satélites podría utilizar cámaras y telescopios más pequeños y así se reducirían los costos.
Landsat orbitaba a más de 640 kilómetros de altura cuando tomó imágenes de Chernóbil. En contraste, los fundadores de Albedo planearon órbitas de apenas 160 kilómetros. A bajas elevaciones, las naves espaciales atraviesan la fina atmósfera exterior del planeta, lo cual puede ralentizarlas y reducir su vida orbital. La nave de Albedo, apenas más grande que un refrigerador de tamaño normal, utilizará propulsores para contrarrestar la resistencia atmosférica.
En diciembre de 2021, Albedo obtuvo la aprobación regulatoria para lanzar un satélite de imágenes con una resolución de 10 centímetros. Su tecnología atrajo de inmediato la atención del Ejército y las agencias de inteligencia del país.
En 2022, Albedo recibió un contrato por 1,25 millones de dólares de la Fuerza Aérea para comprobar si los equipos de la empresa podían cumplir una escala de clasificación estándar que mide la interpretabilidad de las imágenes. Las pruebas incluyeron la identificación de equipo en furgonetas electrónicas, carenados en aviones de combate y tubos de misiles en buques de guerra.
En abril de 2023, la empresa recibió otro contrato de 1,25 millones de dólares, esta vez con el Centro Nacional de Inteligencia Aérea y Espacial, agencia que evalúa las amenazas extranjeras. A finales del año pasado, también firmó un contrato para que la Oficina Nacional de Reconocimiento, a cargo de los satélites espía de la nación, evaluara su tecnología.
Según el sitio web de Albedo, sus imágenes pueden ayudar a los gobiernos a “monitorear zonas de conflicto, eliminar la incertidumbre y movilizarse con rapidez”. Para la empresa, al enumerar sus valores fundamentales apoya el “periodismo de investigación basado en datos”, entre otras actividades que “garantizan que mejoremos el mundo en el que vivimos”.
Para promocionar la capacidad de observación de la flota, Tri, el cofundador de Albedo, comentó que las cámaras espaciales podían detectar detalles de los vehículos como techos corredizos, franjas de carreras y objetos en un camión de plataforma. “En algunos casos, incluso podemos identificar vehículos particulares, algo que no había sido posible hasta ahora”.
La empresa espera que entre sus clientes civiles haya planificadores urbanos en busca de baches, grupos conservacionistas que monitoreen la vida silvestre, aseguradoras que inspeccionen los daños en los techos y empresas de tendido eléctrico cuyo objetivo sea prevenir incendios forestales.
Los expertos legales aseguran que la fuerte regulación de las leyes federales, estatales y locales sobre los drones los vuelven objeto de demandas por allanamiento y violación de la privacidad. Las zonas de exclusión aérea no solo incluyen aeropuertos, bases militares y eventos deportivos, sino también individuos. Conforme la ley de California, a menos que tengan permiso, los operadores de drones tiene prohibido tomar imágenes de personas que realicen actividades privadas, personales o familiares.
Lynch de la Electronic Frontier Foundation mencionó que su experiencia desalentadora con los reguladores de satélites hace media década le sugirió que se iba a hacer poco por ordenar una protección de la privacidad de los ojos en el cielo.
Lynch agregó que Albedo y sus patrocinadores “operan con anteojeras y no ven las ramificaciones” para los derechos humanos.
c.2024 The New York Times Company