Un oficialismo desconcertado y al borde de un ataque de nervios

Máximo Kirchner y Aníbal Fernández
Máximo Kirchner y Aníbal Fernández - Créditos: @Collage

Recientemente se cumplió un año del día en que Alberto Fernández declaró públicamente la guerra contra la inflación . Paradójicamente, aquellos eran tiempos en que la inflación interanual rondaba el 52%, en tanto que febrero de 2022 había concluido con un aumento del índice de precios al consumidor del 4,7%. En nuestros días, la inflación de los últimos 12 meses asciende al 102,5%, en tanto que la última variación mensual marcó el 6,6%. Una prueba que los amantes de la melancolía emplearán para justificar que todo tiempo pasado fue mejor y un posible presagio de que lo peor aún no llegó .

Si el ascenso de Sergio Massa al Ministerio de Economía era la bala de plata del oficialismo para remontar la crisis y mantener su competitividad de cara a las elecciones de este año, su fracaso para controlar la inflación ha terminado con las pocas esperanzas que albergaban hasta los más optimistas dentro de la coalición gobernante.

Si Massa había pensado en utilizar el Palacio de Hacienda como trampolín para su eventual candidatura presidencial y si no pocos dirigentes del Frente de Todos imaginaron que podían utilizar al dirigente tigrense para mantener el poder después de diciembre de 2023 y con este su impunidad, hoy solo los rodea el desconcierto. No hay antecedentes de partido gobernante que ganase una elección presidencial con el escalofriante nivel de inflación de la actualidad.

Y si se apela a la ética de la responsabilidad, aquella que invita a gobernar pensando en las próximas generaciones antes que en las próximas elecciones, no pocos dirigentes oficialistas se preguntarán cómo cumplir la meta de déficit fiscal anual del 1,9% del PBI acordada con el FMI para este año, con menos exportaciones y menor recaudación derivadas de la mayor sequía de los últimos tiempos y de la menor actividad económica.

Si la respuesta pasase por contraer lo necesario el gasto del Estado, cabrá preguntarse: ¿Estará el gobierno nacional dispuesto a ajustar fuertemente el gasto público en lo que resta de un año electoral?

Hay otro interrogante más preocupante aún. Si la fuerza gobernante fuera derrotada por amplia diferencia en agosto en las PASO –que son siempre una gran encuesta que proyecta el resultado de las elecciones generales–, ¿acaso no estará tentada de seguir gastando a troche y moche para dejarle una bomba de tiempo al próximo gobierno de la oposición?

Son demasiados interrogantes que alimentan la incertidumbre sobre el futuro del país, aunque por el momento solo desnudan los macabros pensamientos que torturan a funcionarios y dirigentes de las distintas expresiones en que se divide el Frente de Todos.

La despiadada lucha interna entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner no es la única habilitada en la coalición gobernante. También dentro del propio cristinismo se advierten profundas diferencias que esconden una competencia por las eventuales migajas de poder que le quedarán al kirchnerismo si llega a sucumbir en los comicios presidenciales de octubre.

El entredicho que protagonizaron Máximo Kirchner y Axel Kicillof durante el reciente acto del kirchnerismo en Avellaneda es solo una muestra de cómo determinados personajes del oficialismo empiezan a moverse como los familiares de un muerto que son capaces de sacarse los ojos por quedarse con la magra herencia del difunto. Claro que quizás la herencia no sea tan magra si se habla nada menos que de la gobernación de la provincia de Buenos Aires, que Kicillof pretende conservar en sus manos y que dirigentes camporistas, como el hijo de Cristina Kirchner, reclaman para alguien de su sector, para lo cual postulan al actual mandatario bonaerense para la presidencia de la Nación. En ese sentido los kirchneristas resultan incorregibles: ni siquiera son capaces de disimular sus inconfesables ambiciones.

En tren de sincericidios, no puede obviarse el del secretario-vocero de la vicepresidenta. Oscar Parrilli aseguró que Cristina Kirchner tiene que ser absuelta por la Justicia antes del cierre del plazo para la presentación de listas de candidatos, que operará en junio. Y sugirió que si eso no fuera posible, deberían suspenderse las elecciones.

El relato de la proscripción de Cristina sigue latente, pese a que, paradójicamente, se monta desde su sector político un operativo clamor para persuadirla de que sea candidata presidencial que desacredita la seriedad de aquel relato.

Desde lo que quedaría del albertismo, el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, se entretiene chicaneando a Máximo Kirchner, preguntándose cuántas horas trabaja y qué hace . Paralelamente, ordenó un despliegue de gendarmes en distintos puntos del conurbano bonaerense, sin aviso previo al gobernador Kicillof, sumando un nuevo conflicto interno.

Al borde un ataque de nervios, sin saber qué hacer frente a la crisis económica, agudizada en las últimas semanas por la sequía de soja y de dólares, y por las consecuentes pérdidas de reservas del Banco Central, algunos funcionarios y dirigentes del oficialismo encuentran un refugio en su deporte favorito: idear opciones para seguir alimentando los negocios de sus amigos y sus propias cajas . En tal sentido, toda crisis es una oportunidad, como parece demostrarlo el reciente anuncio de Massa sobre la intervención administrativa en la empresa Edesur. Para muchos, una forma de devaluar a esta compañía, en momentos en que su controlante, el grupo italiano Enel, se disponía a poner en venta el 51% de las acciones en la distribuidora eléctrica. ¿Será otra forma de garantizarles un negocio a ciertos amigos del poder?

Mientras se profundiza la sensación de vaciamiento de ideas frente al atolladero económico, algunos, como el nuevo jefe de Gabinete, Agustín Rossi, buscan fugarse hacia adelante, sugiriendo su intención de postularse a la presidencia de la Nación, al tiempo que se confirma que las reuniones del gabinete de ministros han quedado en desuso. No se llevan a cabo formalmente desde el 30 de noviembre. Un indicador más de una ausencia de gestión .

Otros, como el secretario de Relaciones con la Sociedad Civil y líder del Movimiento Evita, Fernando “Chino” Navarro, dio en el clavo, al referirse a la estrategia electoral del oficialismo: “Hemos perdido el Norte político y estamos rogando que (Javier) Milei saque muchos votos” .