La nueva ofensiva de Rusia envía conscriptos a las fauces de las fuerzas ucranianas

Mykola Gonchar, uno de los últimos residentes que quedan en el poblado de Bohorodychne, Ucrania, cerca del lugar marcado donde sepultó a su hermano y a la esposa de su hermano, quienes murieron en un ataque con cohete, el 22 de febrero de 2023. (Tyler Hicks/The New York Times).
Mykola Gonchar, uno de los últimos residentes que quedan en el poblado de Bohorodychne, Ucrania, cerca del lugar marcado donde sepultó a su hermano y a la esposa de su hermano, quienes murieron en un ataque con cohete, el 22 de febrero de 2023. (Tyler Hicks/The New York Times).

LIMÁN, Ucrania — Un soldado ucraniano observó el panorama a través de sus miras infrarrojas y detectó unas cabezas que se asomaban en una trinchera a unos metros de distancia.

“‘¿Hay de los nuestros frente a nosotros?’”, preguntó, según un relato del tiroteo que iniciaron a continuación sus compañeros soldados.

La respuesta era no. Dos ucranianos se arrastraron hacia adelante en el páramo fangoso de cráteres de artillería entre las dos trincheras opuestas, ubicadas a las afueras de la ciudad oriental de Limán, hasta llegar a los restos de un vehículo blindado de transporte de personal. Lo usaron como parapeto para disparar desde un ángulo inesperado, así obligaron a los rusos a retirarse. Cuando acabó el enfrentamiento, encontraron el cuerpo de un soldado.

“Todos los días, a veces más de una vez al día, se acercan pequeños grupos y tratan de tomar nuestras posiciones”, describió uno de los soldados ucranianos que participó en el altercado y pidió ser identificado solo por su apodo, Diesel, por motivos de seguridad.

Durante meses, los analistas militares previeron que el Ejército ruso, bajo la presión del presidente Vladimir Putin, buscaría recuperar el impulso en la guerra a medida que se acercara el aniversario. Una serie reciente de ataques a lo largo del frente de batalla en la región del Dombás, al este de Ucrania, en un inicio se interpretó como despliegues exploratorios. Pero cada vez más, se considera que eso es el máximo rendimiento del que son capaces las fuerzas rusas agotadas.

“La nueva gran ofensiva de Rusia está en camino”, declaró Kyrylo Budanov, jefe de la agencia de inteligencia militar de Ucrania, en una entrevista la semana pasada con la edición ucraniana de la revista Forbes. “Pero está avanzando de tal manera que no todos pueden notarla”.

Soldados ucranianos en el frente de batalla en la región de Járkov, en el este de Ucrania, el 19 de febrero de 2023. (Tyler Hicks/The New York Times).
Soldados ucranianos en el frente de batalla en la región de Járkov, en el este de Ucrania, el 19 de febrero de 2023. (Tyler Hicks/The New York Times).

A un año del inicio de la guerra en Ucrania, el Ejército ruso ha sufrido pérdidas impresionantes: unos 200.000 soldados asesinados o heridos, según funcionarios de Occidente, y miles de tanques y vehículos blindados destruidos o capturados por Ucrania. A Rusia le quedan pocos obuses de artillería y misiles de crucero, y le está costando trabajo reabastecerse debido a las sanciones occidentales. Muchas de sus unidades de élite con mayor experiencia y entrenamiento han sido diezmadas, lo cual ha provocado un lío que, según expertos, quizá requiera una recuperación de años, no meses.

En ausencia de estas unidades, Rusia se ha visto forzada a depender de decenas de miles de soldados recién reclutados que se han desplegado al frente con poco tiempo de capacitación. La inexperiencia de estos fue evidente para Diesel, por lo que vio en el campo de batalla. “Puedo ver, en la manera en que se mueven, que no son profesionales”, afirmó.

Los expertos dudan más y más que Rusia, en su ofensiva más reciente, vaya a representar una amenaza más peligrosa de lo que ya han visto Diesel y sus compañeros desde hace un mes.

El Instituto para el Estudio de la Guerra, un grupo de análisis con sede en Estados Unidos, dijo que el asalto ruso cerca de Limán ya había entrado a su fase más intensa, y Rusia no ha ganado nada de terreno.

Es probable que Rusia “no tenga las suficientes reservas como para aumentar la escala o la intensidad de manera agresiva” en el invierno, especuló el grupo en una nota reciente.

Asediada por una escasez de tanques y otros vehículos, es casi una certeza que, al final, la ofensiva de Rusia “se quede muy corta en cuanto a sus objetivos”, concluyeron los analistas.

Las circunstancias eran muy distintas al comienzo de la guerra, cuando los expertos militares, y al parecer Putin, esperaban que Ucrania cediera ante la embestida rusa en cuestión de días. Pero tras unos tropiezos iniciales, los ucranianos se estabilizaron, expulsaron a los rusos de la capital y detuvieron sus avances en otras regiones. A principios de septiembre, lanzaron una contraofensiva veloz que recuperó franjas enormes de territorio en el noreste y alrededor de la ciudad de Jersón en el sur.

Desperado por retener sus conquistas, el Kremlin respondió en septiembre con el anuncio de que movilizaría a 300.000 hombres y, según agencias de inteligencia occidentales, preparaba una ofensiva con el objetivo de capturar todo el Dombás, un área que abarca las provincias orientales de Lugansk y Donetsk.

Pero a un mes de iniciada la campaña, las fuerzas rusas apenas habían logrado moverse. Los ataques intermitentes de pequeñas unidades en los campos y los pinares de Limán son parte habitual del torbellino diario de violencia en el frente de batalla.

En la estrategia de ofensiva actual, Rusia ha optado por probar con unos seis ataques a lo largo del frente del Dombás, en lugar de concentrarse en uno solo. Sin embargo, el ataque inicial, un embate con tanque contra la ciudad minera de Vuhledar, fue un fracaso en el que decenas de tanques y vehículos blindados de transporte de personal explotaron con minas terrestres o quedaron abandonados en el campo.

La devastación recordó a las escenas de corazas rusas quemadas y destruidas que caracterizaron la lucha en los alrededores de Kiev el invierno pasado. “Su error es que no aprenden de sus errores”, aseveró Diesel.

Una mañana reciente, en las llanuras del Dombás, el sol brillaba sobre los campos nevados y los árboles escarchados, y al conducir hacia el frente de batalla se veían los escombros de los tanques quemados en los enfrentamientos del otoño pasado.

Tras un año de combate y destrucción en la región, los dos ejércitos casi siempre luchan sobre las ruinas de una región despoblada. Los funcionarios ucranianos estiman que el 80 por ciento de los habitantes de su lado del frente han huido. La mayoría de los pueblos y localidades están vacías y desoladas.

En el poblado de Bohorodychne reinaba un silencio espeluznante, solo interrumpido por el agua que goteaba por los restos amontonados de lo que solían ser casas.

El verano pasado, la localidad cambió de mando en dos ocasiones.

Aun así, media docena de residentes han regresado, y dicen que confían en que, esta vez, el Ejército ucraniano podrá resistir y defender el frente de batalla.

“Ver destruida la casa de alguien más es una cosa”, comentó Yuriy Ponurenko, que empezaba a reconstruir su casa. “Ver tu propia casa en ruinas, es distinto”.

El saqueo se ha vuelto un problema, señaló Andriy Kondratyuk, voluntario de una ciudad cercana que visita el poblado para reparar la iglesia. Los autos, cargados de refrigeradores y otras provisiones, a veces se atascan en los baches de las calles, denunció.

En el frente de batalla, el paisaje es un terreno deteriorado de lodo, parapetos y árboles hechos trizas por las explosiones. En áreas de campos abiertos, Rusia ha estado atacando con infantería apoyada por vehículos blindados. En los bosques de pinos más al norte, el combate se libra más que nada entre unidades de infantería, según mencionan los soldados.

Sarmite Cirule, médica voluntaria de Letonia que atiende una posición a las afueras de Limán, dijo que los soldados ucranianos también habían sufrido pérdidas importantes en el mes que ha transcurrido desde que inició la ofensiva, aunque han logrado defender esta ciudad estratégica. “Más que nada, estamos manteniendo nuestras posiciones”, puntualizó, “y muchos jóvenes son asesinados y heridos”.

Diesel, quien fue entrevistado mientras tomaba té en una casa abandonada, lejos del frente y decorada con dibujos hechos por niños para animar a los soldados, comentó que los ataques rusos cobraron fuerza en enero.

“Es como si fueran dos guerras diferentes”, dijo sobre la intensidad de la lucha luego de que comenzó la ofensiva rusa y llegaron montones de nuevos reclutas rusos al frente.

No obstante, recordó varios errores. Hace poco, abrió fuego contra dos soldados rusos que caminaban despreocupados por un campo, al parecer sin saber que estaban en territorio ocupado por fuerzas ucranianas.

“Parecía que habían salido a recolectar champiñones”, relató. Ambos lograron escapar.

“Están buscando puntos débiles en grupos pequeños”, comentó. “Ellos tienen cantidad y nosotros espíritu”.

c.2023 The New York Times Company