Octavia, la mujer que susurraba al emperador Augusto

Busto de una mujer romana, probablemente Octavia, depositado en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. <a href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:1448_-_Archaeological_Museum,_Athens_-_Octavia,_ca._30_BC_-_Photo_by_Giovanni_Dall%27Orto,_Nov_13_2009.jpg" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Giovanni Dall'Orto/Wikimedia Commons;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">Giovanni Dall'Orto/Wikimedia Commons</a>, <a href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:CC BY;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">CC BY</a>

Octavia fue la desconocida hermana del hombre que refundó Roma, el joven que la transformó en un imperio.

Octavio, el primer emperador de los romanos (63 a. e. c.- 14), era inicialmente una improbable apuesta de futuro: un quinceañero enclenque y enfermizo cuyo único aval para hacerse con una parcela de poder tras la muerte de Julio César en 44 a. e. c. era un testamento sospechoso en el que este le nombraba su heredero político.

Con el paso de los años, Octavio fue adquiriendo mayor autoridad y una frialdad aterradora. La presencia de su hermana cerca en estos primeros veinte años de la vida de ambos fue fundamental. Octavia (64 a. e. c.- 11 a. e. c.) ejerció como agente político de primer orden. Además destacó su preponderancia como mujer y gran dama de la política de su tiempo.

Apoyo en el gobierno

En los primeros momentos de gobierno, Octavia estuvo siempre atenta a la labor de su hermano y supo perfectamente cuándo debía apoyarle.

Octavia con su hermano en una ilustración para la obra de William Shakespeare _Antonio y Cleopatra_.

Uno de estos casos sucedió en el año 42 a. e. c., cuando se produjo una protesta generalizada de las mujeres más ricas de Roma ante la fuerte política de impuestos del gobierno destinada a cubrir los gastos de guerra de la campaña de Filipos, en Macedonia oriental. Las mujeres solicitaron la ayuda de Octavia para que intercediese ante su hermano con objeto de rebajar las medidas fiscales. La petición tuvo éxito, y Octavia consiguió una mejora en las medidas y en el impacto sobre las mujeres afectadas.

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Veamos otro ejemplo. Desde el año 43 a. e. c. hasta el 31 a. e. c., el gobierno de Roma se configuró como un triunvirato, una alianza entre tres comandantes: el hermano de Octavia, Marco Antonio y Marco Emilio Lépido.

Pues bien, en los distintos armisticios firmados por estos “señores de la guerra” durante esos años turbulentos –Brindisi (40 a. e. c.) y Tarento (37 a. e. c.)– Octavia se convirtió en la clave de bóveda que permitió la gobernabilidad de ese sistema político. En Brindisi, su hermano propuso el matrimonio entre ella y Marco Antonio para reforzar la alianza. Ese fue el momento de máxima influencia de nuestra protagonista en la política de su tiempo. En Tarento, dada su vinculación con ambos, Octavia actuó como mediadora en sus discrepancias.

Los cronistas le dieron a Octavia el papel de consejera y mentora de su hermano, además de garante de la alianza y de las virtudes romanas por excelencia, asociadas con la modestia y las antiguas costumbres.

Moneda del 39 a.e.c. en la que aparecen Marco Antonio y Octavia.
Moneda del 39 a.e.c. en la que aparecen Marco Antonio y Octavia. Gallica

Sin embargo, con el paso de los años y tras un distanciamiento progresivo, propiciado por la relación cada vez más íntima entre Marco Antonio y la reina egipcia Cleopatra, Octavia y su marido se divorciaron en el 32 a. e. c. Usando esta afrenta como excusa, y uniéndola a la erosión que ya tenía lugar entre los aliados de gobierno, Octavio se enfrentó a Marco Antonio y rompió el sistema del triunvirato.

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El resultado fue un gobierno monárquico unipersonal detentado por el imperator, Octavio –renombrado Augusto–, quien dio comienzo a la época imperial en Roma. Se instauró entonces un nuevo régimen autocrático, que habría de proporcionar a Roma una época de paz desconocida desde hacía siglos. Ese mismo régimen, a partir del 31 a. e. c., se encargaría de exportar la paz a sangre y fuego a gran parte del mundo conocido. Virgilio enunció así esta época dorada en la Eneida:

“Romano, recuerda regir con tu imperio y tu ley los pueblos. Imponer la paz, respetar al sometido y derribar al soberbio”.

Octavia como madre nutricia

Con el divorcio de Marco Antonio y el ascenso del Imperio comenzó el declive de la influencia de Octavia. Pero todavía le quedaba por ejercer un papel fundamental: su rol como madre nutricia, como responsable de hijos propios y ajenos.

Una función primordial de la mujer en Roma era la de criar buenos ciudadanos romanos. El verdadero papel de la madre romana se ejercía en la relación con su hijo –primero adolescente y luego adulto–, convirtiéndose en su consejera moral y mentora y, en definitiva, custodia de los valores cívicos. Esto tenía especial importancia en los grupos de los ricos y poderosos. En ellos había muchas mujeres que, por determinadas razones, podían ser independientes en materia económica. Y estas podían ayudar al avance de sus hijos, por ejemplo, si querían emprender, alrededor de los 18 años, una carrera política.

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Tras la Batalla de Accio (31 a. e. c.), en la que Marco Antonio y Cleopatra fueron derrotados por Octavio, suicidándose ambos casi simultáneamente un año más tarde, Octavia cuidó de los hijos de su antiguo esposo como si fueran propios; de todos sin excepción, los que tuvo con ella y de los que él tuvo con otras mujeres. La casa del “primer ciudadano de Roma” –título no oficial dado a los emperadores de Roma– se convirtió así en una especie de jardín de infancia en el que ella ejercía de madre y maestra.

Guardiana de la esencia romana

Como hemos visto, la vida de Octavia transcurrió casi paralela a la segunda mitad del siglo primero antes de la era común. Fue el ejemplo perfecto de matrona romana en los últimos momentos de una República aristocrática y caduca. Ella sola encarnó la función de guardiana de la esencia de los valores de la élite romana de su tiempo, actuando en sus diversas apariciones públicas como matrona quintaesencial.

Casi sin hacer ruido, con la misma discreción con la que había vivido la mayor parte de su vida, Octavia falleció en el año 11 a. e. c. Su hermano le otorgó los más altos honores fúnebres. No sabemos si a ella le habría gustado toda esa parafernalia. Después de todo, su historia expresa un deseo de estar cerca del poder pero sin abrasarse por las llamas del centro, permaneciendo siempre en un influyente segundo plano.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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Gustavo Alberto Vivas García no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.