Buenas noticias e imaginarse en el futuro. Cuáles son las estrategias de las escuelas para enfrentar preventivamente los intentos de suicidio en adolescentes

Depresión adolescente, una problemática que atraviesa la escolaridad
Depresión adolescente, una problemática que atraviesa la escolaridad - Créditos: @Alfredo Sábat

Es uno de los legados más duros de la pandemia. La historia de las mellizas argentinas que saltaron de un balcón en Barcelona puso el foco en esta realidad que es cada vez más frecuente en el mundo adolescente. Los padecimientos subjetivos que tienen a los adolescentes como protagonistas, desde angustia, desesperanza, trastornos de ansiedad, de alimentación, ataques de pánico hasta episodios de autoflagelación, tienen su versión extrema que son los suicidios y los intentos de suicidio, que se incrementaron desde la pandemia y hoy son parte de la realidad con la que lidian a diario la mayoría de las escuelas de todo el país. Cómo abordar el tema y acompañar y prevenir es algo que desvela a los directivos y docentes. La mayoría dice que en este tiempo debieron hacer frente a alguna situación de este tipo. Ya sea por casos puntuales o situaciones en las que debieron intervenir preventivamente al detectar algún indicio. Hace tres semanas, un caso similar al de las mellizas de Barcelona (una de ellas estaba atravesando una transición de género, sufría acoso escolar y se quitó la vida; su hermana saltó con ella del balcón para acompañarla, resultó con heridas graves) sacudió a la comunidad de un colegio de Benavidez. Pero no se trata de casos aislados, sino que estas conductas se volvieron una amenaza real y cotidiana en las aulas.

Los especialistas aseguran que muchas veces, detrás de esos intentos no hay una intencionalidad real de terminar con la propia vida, como ocurre en otras edades, sino de un pedido desesperado de ayuda, de hacer visible un padecimiento que se vive en soledad, que requiere la mirada del entorno. “De pedir ayuda para lograr metabolizar algún pesar. En algunas ocasiones esos intentos tienen el peor desenlace, por eso no hay que minimizarlos, ni asignarles causalidades únicas. No se puede decir que se suicidó por tal o cual razón. En cambio, que la intervención del mundo adulto, activamente es la que puede hacer la diferencia”, apunta Fernando Buconic, psiquiatra, psicoanalista y especialista en adolescencia y juventud, que coordina grupos de acompañamiento educativo al Colegio Cardenal Newman, en Boulogne, y al Colegio San Pedro Claver, en Ricardo Rojas, entre otros.

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LA NACION conversó con directivos de escuelas de distintos entornos y con especialistas que trabajan en escuelas y que confirman que en el último tiempo han notado un incremento de situaciones de este tipo. Esto llevó a que muchos delinearan un plan de acción para actuar antes de que los adolescentes pongan en riesgo sus vidas.

“La pandemia, entre todos los problemas que dejó, ocasionó padecimientos subjetivos, que son distintas situaciones que atravesaron y atraviesan los adolescentes, que tienen que ver con cuestiones de salud mental muy diversas”, explica Gustavo Galli, director de Nivel Medio de la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense. A partir de que se detectó esta situación como el panorama habitual de las aulas, se desarrolló un protocolo de intervención. “Desde el año pasado estamos desarrollando un programa que se llama Construcción de una mirada de cuidado como intervención ante el padecimiento subjetivo. Empezó a trabajarse en todas las escuelas secundarias. Buscamos generar espacios de encuentro con los equipos para poder profundizar la mirada, generar espacios de diálogo y escucha”, asegura Galli.

¿Cuán frecuentes son estas situaciones? Del diálogo con directores de escuelas de gestión privada y con docentes surge que en la mayoría de las escuelas secundarias hubo uno o varios intentos. Y que de la pandemia a esta parte han debido intervenir y acompañar a los chicos y sus familias, como así también trabajar con los compañeros de adolescentes que se quitaron la vida. “No podemos decir que esta situación es muy frecuente, sino que aumentó la frecuencia. Porque tenemos 700.000 estudiantes. Son situaciones puntuales de extrema gravedad”, dice Galli.

Un panorama similar se observa en la ciudad de Buenos Aires. Desde el Ministerio de Educación porteño se desarrollara un protocolo de acción para que los docentes y autoridades estén preparados para intervenir y hasta dar intervención a la Justicia en situaciones de vulnerabilidad emocional pospandemia que puedan poner en riesgo la vida de sus estudiantes.

Buscar las buenas noticias

Tras la pandemia, Emiliano Quiroz, director general del Instituto Rubén Darío, del partido de San Martín, y Silvana Scarampi, directora del nivel secundario, decidieron impulsar un programa preventivo frente al malestar emocional de los adolescentes. “El desafío era cómo poner el cerebro de los adolescentes en positivo, ayudándonos de las herramientas de la neurociencia”, dice Quiroz. “Nos dijimos, en lugar de enfocarnos en detectar las causas del malestar, que son muchas, vayamos a buscar el bienestar. Armamos un consejo consultivo y comisiones que involucraron a los chicos de todos los años. Una de estas comisiones está dedicada a detectar y comunicar buenas noticias. Otra es la que cada mes nos tiene que proponer desafíos creativos, que puede ser venir disfrazados. Hay otra comisión que se llama Nadie está solo, que son estudiantes que se dedican a busca a esos chicos que tienden a aislarse para involucrarlos. Todo esto logró revertir el clima general de la escuela. Por supuesto que tenemos chicos con problemas de ansiedad o trastornos de alimentación. Pero acá encuentran un ambiente en el que se puede hablar, en el que encuentran motivación”, asegura la directora.

Una semana por trimestre suspenden el dictado tradicional de clases, para realizar un recreo cerebral, que es cuando todos los alumnos se dedican a investigar y difundir algún tema que les interese. “Ellos son los que más sufrieron y tenemos que ayudarlos a aprender a correrse de esa tendencia natural al bajón o al aislamiento para buscar desde la inteligencia emocional un lugar psicológico de bienestar”, agrega.

Pensar el futuro

“La educación está relacionada con la noción de futuro, por eso en las escuelas el abordaje del suicidio en estudiantes es extremadamente difícil”, dice Martín Zurita secretario ejecutivo de la Asociación de Institutos de Enseñanza Privada de la provincia de Buenos Aires (Aiepba), que confirma la preocupación constante de las autoridades por esta temática. “Nuestra sugerencia es siempre mantener una observación constante y atenta con un criterio de prevención, cuidado, y una fuerte inclinación a la escucha y a tomar intervención. Pero si lamentablemente sucede, primero hay que situarse en el contexto. El hecho que involucra a una institución, muchas veces repercute en otras, por los vínculos que los chicos establecen en el barrio o bien por la impresión misma que causa. También, han ocurrido casos de alumnos dentro de la misma institución. Cualquiera sean las circunstancias, es necesario un abordaje profesional y especializado. Existen protocolos provinciales que sirven de guía. De todas formas, la intensidad de las emociones que despiertan los suicidios hacen que cada hecho demande una respuesta apropiada a la situación”, dice Zurita.

En la escuela Angel Peñaloza de Gregorio de Laferrere, en el partido de La Matanza, la realidad de los estudiantes de secundaria no escapa a la de otros adolescentes. “Después de la pandemia, no nos reconocíamos y hubo que hacer un trabajo importante. Aquí hay situaciones de mucha vulnerabilidad social. Tuvimos todo tipo de situaciones, desde intentos de suicidio, conductas autolesivas, denuncias de abuso familiar. Por eso tuvimos que intervenir activamente. Entendimos que contención no es sólo dar ese abrazo, sino dar proyectos. Ayudar, acompañar y conducir a estos chicos a que puedan hacer oír su voz en su entorno, entre sus pares, en sus casas. Y a pensarse más allá de su presente”, apunta Clarisa Miño, directora del nivel secundario.

Una de las cuestiones que más desestabiliza, dice Miño, es la ausencia de proyectos. “Trabajamos justamente en eso. Enfocarnos en qué pueden hacer cuando salen del colegio, acompañarlos a inscribirse en una universidad, promover proyectos solidarios, cuestiones que los anclen en el presente y los traccionen hacia el futuro”, asegura.

¿Qué lleva a un adolescente a intentar quitarse la vida? “Nunca hay una única causa y no es correcto buscar motivaciones lineales. Más bien son suma de situaciones y falta de recursos internos para transitarlas”, apunta Buconic. “Las transiciones de género son algo que están más resueltos en el discurso que en las realidades de los chicos y que todavía generan mucho malestar. En nuestro colegio, hace tiempo que no hay baños de varones y mujeres, ni filas ni actividades diferenciadas. Y tenemos estudiantes que están viviendo su transición y los acompañamos y respetamos. Pero las familias, muchas veces no están preparadas para esa diversidad. Hay muchos casos de chicos con autolesiones, trabajamos con ellos, con las familias y los centros sanitarios del barrio. Tienen que poder hablar lo que están viviendo. Ponerlo en palabras”, dice Miño.

El acting out

No es sencillo. “En este contexto complejo, lo único que hace una diferencia es el acompañamiento escolar”, recuerda el psiquiatra Buconic, que justamente está presentando su tesis doctoral en España sobre acompañamiento educativo. “Muchos de estos intentos de suicidio en realidad son lo que los norteamericanos llaman acting out. No tiene el significado peyorativo que se le da a la palabra acting, sino que tiene que ver con algo que se hace de forma impulsiva, una conducta que tiene por objetivo visibilizar algún padecimiento frente al entorno, pero no necesariamente una intencionalidad de poner fin a la propia vida”, asegura. De todas formas, estas conductas revisten una alta peligrosidad, porque conllevan riesgos no medidos que pueden terminar con la vida del adolescente. “Ya sea un chico que camina por las vías del tren, que se autolesiona, que toma pastillas o que maneja imprudentemente. En la mayoría de los casos no hay una intencionalidad suicida, pero el riesgo es real”, dice.

Pero, estas situaciones no se deben minimizar sino interpretar como un pedido de ayuda. “Lo que le está pasando a los adolescentes es que hay muchas situaciones que no están logrando metabolizar después de la pandemia. Hay que tener cuidado con establecer relaciones causales. No se puede decir que los chicos que hacen una transición de género sean más vulnerables, ni los que sufren bullying, o los que viven alguna separación familiar, y otras situaciones. El punto pasa por si el adolescente tiene la capacidad de metabolizar esa situación o no. Y si su entorno lo ayuda a elaborarlo. Es allí donde el rol de la escuela es fundamental”, dice Buconic.

“El suicidio no se puede prevenir como las adicciones. No se puede hablar abiertamente, porque genera un efecto contagio. La mejor campaña de prevención es que todos los chicos tengan la posibilidad de conversar con un adulto, que se interese por su situación y que se muestre disponible para ayudarlo”, apunta. De todas formas, cuando en una escuela se produce un intento o un suicidio, es importante, dice, que se trabaje activamente para acompañar a los compañeros a elaborar eso que vivieron y a detectar situaciones de riesgo, para cortar el efecto contagio.

Después de la pandemia, la cantidad de chicos con padeciemientos subjetivos se incrementó, “sobre todo en escuelas públicas, pero este año también en las escuelas privadas”, dice Analía Reynoso, orientadora social del colegio San Roque, en Campana, y de una escuela pública. Justamente en esa ciudad, el aumento de casos de suicidios llevó a desarrollar un protocolo de acción específico. “Trabajamos con prevención inespecífica: esto es, no hablando del suicidio sino detectando activamente indicios, chicos que llorar en clase, que escriben redacciones con una idea de muerte y de desesperanza muy marcadas... allí intervenimos. Pero también trabajamos para proponerles proyectos que aten a la vida, que le quiten peso específico a esas ideas de tristeza y de muerte y que los motiven. Por ejemplo, apadrimanos un refugio de mascotas, o les damos a los chicos de sexto la posibilidad de dar ellos las charlas de ESI a otros años. También participamos en charlas TED Ed. Son todas herramientas que sirven”, apunta Reynoso.