El nombre de Putin no se menciona en las conversaciones de los rusos sobre una retirada en Ucrania

Vehículos militares destruidos en la entrada del pueblo de Snigurovka, el día posterior a que Rusia anunciara de manera formal la retirada de pueblos ubicados a lo largo del frente en Jersón, al sur de Ucrania, el jueves 10 de noviembre de 2022. (Lynsey Addario/The New York Times).
Vehículos militares destruidos en la entrada del pueblo de Snigurovka, el día posterior a que Rusia anunciara de manera formal la retirada de pueblos ubicados a lo largo del frente en Jersón, al sur de Ucrania, el jueves 10 de noviembre de 2022. (Lynsey Addario/The New York Times).

Cuando el general Serguéi Surovikin fue nombrado comandante en jefe de las fuerzas rusas en Ucrania hace un mes, los partidarios del Kremlin en los medios de comunicación lo elogiaron justo como el tipo de guerrero con el temple necesario para poner orden en una invasión entrecortada. El “general Armagedón” lo llamaron algunos.

El miércoles, Surovikin apareció en televisión nacional en un papel bastante distinto: fue el portador designado de las malas noticias, pues anunció que Rusia debía abandonar Jersón, la capital regional del sur, para conservar las vidas de sus soldados en la zona.

El presidente Vladimir Putin, quien en una aparición beligerante en la plaza Roja de Moscú apenas unas semanas antes había declarado Jersón como parte de Rusia para la eternidad, estaba en otra parte… celebrando el septuagésimo quinto aniversario de la Agencia Federal Médico-Biológica.

La distancia fue deliberada. Sin embargo, con cada nuevo revés notable en Ucrania, le es más difícil a Putin separarse del olor a fracaso que poco a poco está erosionando su imagen de líder decisivo e indomable.

“Este es un régimen personal y en general el público entiende muy bien que Putin está detrás de todas las decisiones importantes”, comentó Abbas Gallyamov, quien escribía discursos para Putin, pero ahora es consultor político. “Es el pilar central en la construcción del sistema y, si él se sacude, todo el sistema lo acompaña”.

Sin duda, no hay ningún desafío inmediato al considerable poder de Putin y la combinación de una potente maquinaria propagandística y leyes draconianas para silenciar la disidencia garantizan apenas una ola pequeña de manifestaciones públicas. No obstante, después de presentar a Jersón como un premio significativo a inicios de la guerra, uno que sería un trampolín para reclamar toda la costa del mar Negro, cada nuevo paso hacia atrás genera cuestionamientos sobre por qué los rusos deberían confiar en el Kremlin.

“Socavará la narrativa de Putin como el gran líder”, opinó Cliff Kupchan, presidente del grupo Eurasia, una firma de evaluación de riesgo político en Washington. “Este será otro problema para él cuando intente pedir el apoyo del pueblo ruso en su esfuerzo bélico. No pierdes el premio mayor sin sufrir las consecuencias”.

Roman Kostenko, a la izquierda, un coronel y parlamentario ucraniano, habla con un civil en la entrada de una base rusa abandonada en el pueblo de Snigurovka, el día posterior a que Rusia anunciara de manera formal la retirada de pueblos ubicados a lo largo del frente en Jersón, al sur de Ucrania, el jueves 10 de noviembre de 2022. (Lynsey Addario/The New York Times).

Para ponerle fin a una guerra que se ha tornado descabellada, Putin necesita alguna especie de triunfo, según analistas. Si sigue peleando, corre el riesgo de tener más fracasos, pero, si pone un alto con pocos frutos de su invasión, se vería socavada su principal justificación para los más de 20 años que ha estado al mando: la reconstrucción de Rusia como una gran potencia.

Putin no necesita una victoria real, mencionó Gallyamov, tan solo algo que pueda vender como una muestra de que Rusia está mejor de lo que estaba. “No puede detenerse y no puede continuar, así que está en un punto muerto”, dijo.

La maquinaria propagandística del Kremlin entró en acción para intentar mitigar cualquier crítica sobre la retirada de un territorio bajo el control de Rusia al oeste del río Dniéper, que incluye a Jersón. En la televisión del Estado, Vladimir Solovyov, prominente presentador de un programa de entrevistas, la llamó una decisión “difícil” y exhortó: “Confíen en los generales”.

Desde hace tiempo, Putin ha relegado a los generales a un papel secundario, preocupado de que alguno pudiera robarle los reflectores. Sin embargo, le ha brindado un alto perfil público a Surovikin, en especial con la representación melodramática que se usó para recomendar la retirada en una sesión informativa militar con el ministro de Defensa, Serguéi K. Shoigú, quien luego dio la orden. El presidente quiere que alguien más sea el rostro de la derrota.

Los medios del Estado —y en esencia todo está bajo el control del Estado desde el inicio de la guerra— desplegaron su hilandero de eufemismos y llamaron a la retirada la “maniobra de Jersón” o un “reagrupamiento” e insistieron que era tan solo un revés temporal.

También dio la impresión de que el Kremlin había actuado con antelación para apaciguar cualquier crítica proveniente de dos de los fustigadores más duros del desempeño del Ejército: Ramzán Kadírov, el líder pendenciero de la República de Chechenia, y Yevgueni Prigozhin, el fundador del contratista militar Wagner. Kadírov comentó que Surovikin estaba actuando como un “verdadero general en combate”, mientras que Prigozhin, un aliado del general desde los años en que trabajaron juntos para acabar con la oposición en Siria, también elogió la decisión.

Con cada nueva derrota, los comentaristas rusos han señalado que el país está luchando contra todo Occidente, cuyo frente unificado se agrietará pronto. Esta vez, los comentaristas pro-Kremlin también hicieron notar que durante siglos las fuerzas rusas han salido victoriosas de guerras que en un inicio parecían derrotas desastrosas, entre ellas la Segunda Guerra Mundial.

Según los analistas, desde un punto de vista militar, la retirada de hecho tiene sentido, si suponemos que no se convertirá en un amago. Los aproximadamente 15.000 a 20.000 soldados rusos que tenían el control sobre Jersón y sus alrededores eran algunos de los mejores y más experimentados que sigue teniendo Rusia después de perder muchas unidades similares en combate este mismo año alrededor de Kiev y Járkov, comentó Edward Arnold, un oficial retirado de infantería del Ejército británico y el investigador de Seguridad Europea en el Instituto Real de Servicios Unidos en Londres.

Aunque retirar las tropas del Dniéper es una operación riesgosa bajo fuego, mencionó Arnold, una retirada exitosa implica que “son capaces de conservar parte de su poder de combate, lo cual es muy necesario”.

Las tropas rusas están muy atrincheradas en la orilla oriental del río y desde ahí el frente se prolonga cientos de kilómetros hacia el noreste. Detrás de esa línea se encuentra el Dombás —la región industrializada del sureste de Ucrania por la que los dos bandos han combatido durante ocho años— además del puente de tierra que une a Rusia con Crimea y el canal que suministra agua a la península anexada de forma ilegal.

Según los analistas, conservar todo ese terreno es mucho más importante para Putin y su guerra que la ciudad misma de Jersón.

Hay quienes sugirieron que la maniobra debía tomarse al pie de la letra; que la orilla oriental del río Dniéper sería mucho más fácil de defender. Si el combate se vuelve menos intenso durante el invierno, Rusia podría utilizar la pausa para consolidar su control sobre ese territorio y darles a los nuevos soldados más entrenamiento que a los miles de recién reclutados que están lanzando al frente de batalla para tapar huecos.

Moscú incluso podría proponer un cese al fuego y negociaciones, aunque el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha rechazado de manera tajante cualquier escenario semejante si Rusia mantiene el control sobre inmensas franjas del territorio ucraniano. Las autoridades estadounidenses supuestamente han intentado impulsar a Kiev en esa dirección, aunque lo hayan negado frente al público; el general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto, comentó el jueves que un invierno tranquilo podría ser una oportunidad para sostener conversaciones de paz.

© 2022 The New York Times Company