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Por qué el Nobel de Química ha dejado de lado al español Francis Mojica

Francis Mojica, el investigador que sentó las bases de la tecnología CRISPR. (Imagen Creative Commons vista en la Wikipedia).
Francis Mojica, el investigador que sentó las bases de la tecnología CRISPR. (Imagen Creative Commons vista en la Wikipedia).

Conocí en persona a Francis Mojica en un evento de divulgación celebrado en Bilbao en 2018, y ya entonces me pareció un sabio siempre humilde, que a pesar de su aparente gravedad resultaba simpático a poco que escarbaras (“los estudiantes me paran para hacerse fotos conmigo porque soy resultón”).

Allá por donde pasaba iba despertando expectación porque todos sabíamos que su nombre sonaba cada año en las quinielas de los Nobel. En cambio él reconocía que estaba un poco harto de que cada mes de octubre, los periodistas se quedaran apostados en su casa a la espera de que la Real Academia de Ciencias de Suecia anunciara los galardonados. Le recuerdo siempre flanqueado por Lluis Montoliu, un investigador del CSIC, biólogo y profesor universitario en la Universidad Autónoma de Madrid que parece idolatrarlo y que ha contado magistralmente el desarrollo de la técnica CRISPR en su libro “Editando genes, recorta pega y colorea”.

A la nostalgia en plenos tiempos del COVID por no poder acudir a eventos masivos de divulgación como el mencionado, sumo ahora el recuerdo del realismo de Mojica. Siempre decía que era improbable que le dieran el Nobel y se empeñaba en rebajar el subidón de optimismo que todos parecíamos mostrar. “Qué bonito sería que después de Ramón y Cajal y Severo Ochoa, tú te llevaras el Nobel de química alguna vez” le dijo Montoliu sobre el escenario de Bilbao. Aplaudimos como locos claro, en el fondo era lo que todos deseábamos, porque Mojica no solo era un romántico de la ciencia, era además uno de los nuestros. Quizás el nombre que necesitábamos para que en España se tomara en serio de una vez a la ciencia y sus artesanos.

Y digo bien, artesano, porque Mojica – que mostraba un talento innegable cuando acabó su licenciatura – podría haberse dedicado a, yo que se… investigar sobre la cura del cáncer o cualquier otra actividad más lucrativa, y en cambio dedicó su vida a la ciencia básica. Cuando en el laboratorio de la universidad de Alicante un grupo de “locos enamorados de la ciencia” le pidieron que estudiara a cierto microbio (la arquea Haloferax mediterranei) capaz de prosperar en ambientes tan salobres como los de las salinas de Santa Pola, él lo hizo por puro romanticismo y por afán de aprender.

Fue así como descubrió que en el ADN de este microorganismo aparecían una misteriosas reiteraciones que Mojica llamó CRISPR (por sus siglas en inglés “repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente espaciadas”). Aquellas secuencias repetidas resultaron ser fragmentos de ADN de virus insertados en el código genético del microbio. Su arquea de las salinas las empleaba a modo de protección contra esos patógenos pasados, heredando esta especie de “inmunidad” a través de sus progenitores.

CRISPR-Cas9 editando genoma. (Imagen CC vista en Wikimedia Commons).
CRISPR-Cas9 editando genoma. (Imagen CC vista en Wikimedia Commons).

¡Increíble! Microbios que “recordaban” la información genética de pasados invasores para así, llegado el caso de un nuevo ataque, enviar unas tijeras moleculares para “cortar por lo sano” con su ingrata presencia. No era de extrañar que tras publicar su hallazgo, otros investigadores tomaran el relevo y se dedicaran en cuerpo y alma a comprender como funcionaba aquel sistema inmune hereditario.

En 2018, ante el auditorio del Euskalduna, Mojica nos contaba que en cierto momento, uno de sus ayudantes entró en su laboratorio a contarle que había dos genetistas que decían que el CRISPR (su creación) podía servir para editar genomas. Ante las risas de todos, Mojica reconoció habérselo quitado de encima con un “estoy muy ocupado, ya hablaremos”.

Ayer, cuando la academia sueca galardonó a la francesa Emmanuelle Charpentier y a la estadounidense Jennifer Doudna por el desarrollo de las tijeras CRISPR/Cas9, muchos nos sentimos terriblemente decepcionados por Mojica. Nada más lejos de mi intención que abrazar el victimismo pero... ¿pudo la falta de fuerza de la “marca España” en el mundo de la ciencia, jugar en su contra?

¿Qué habrá sentido nuestro compatriota al verse fuera? Me lo aclara por twitter Lluis Montoliu, quien habló ayer mismo con él. Me dice que lo encontró tranquilo y relajado. “Para él termina una exposición mediática brutal que nunca buscó, y se alegra que su trabajo haya sido premiado con un Nobel”.

La ciencia es así, avanza incesantemente por el tablero ajedrezado de la historia como una reina que olvida a sus peones. Aunque a Mojica eso parece darle igual, a pesar de que no acudirá a Estocolmo a recibir los laureles, él está feliz porque “es como ver que el hijo que uno tiene ha triunfado en la vida”.

Imagino no obstante, que internamente estará decepcionado. De hecho lo reconoce indirectamente en declaraciones a EFE: “algunos teníamos la esperanza de que tuvieran en cuenta que nada sale de la nada y que hay un trabajo siempre detrás”.

Los suecos han optado por premiar uno de los dos enfoques posibles: el del desarrollo de una herramienta que tiene casi infinitas aplicaciones en la medicina y en otros campos. El otro enfoque, que ha sido dado de lado, era el del descubrimiento del sistema que utilizan las bacterias procariotas para defenderse frente a los virus, y ahí Mojica tenía todas las papeletas para llevarse el galardón.

¡Mala suerte! Demasiados nombres implicados, y en justicia hay que alegrarse de que la academia abandone su “tradicional misoginia” y sean dos mujeres las galardonadas con el Nobel de química. Lo importante es que esta tecnología haya recibido el espaldarazo internacional del mundo académico.

Me queda el regusto amargo de comprobar que, en esta ocasión, el enfoque pragmático ha vencido al romántico, aunque supongo que no hay que darle demasiada importancia. Para mi Francis Mojica es y será un héroe de la ciencia por siempre, con o sin viaje a Suecia.

¡Felicidades maestro!

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