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No todos lloran la muerte de Kobe Bryant en Los Ángeles

Personas sin hogar que viven en Skid Row. REUTERS
Personas sin hogar que viven en Skid Row. REUTERS

La ciudad de Los Ángeles es otra desde el fallecimiento de Kobe Bryant, su hija Gianna y las otras siete personas que viajaban con ellos en el helicóptero siniestrado el domingo pasado. Los autobuses llevan en su luminoso la frase “RIP Kobe”, cada día aparecen nuevos murales de la leyenda de Los Angeles Lakers, los santuarios y memoriales pueblan el centro financiero y las pantallas y los carteles recuerdan a esta figura emblemática que es parte de la identidad de los angelinos. Su marcha ha supuesto una pérdida irreparable y el luto es constante. Sin embargo, no todo el mundo siente la partida de la Mamba Negra de la misma manera, de hecho, hay gente completamente ajena a la tragedia.

Hemos visitado dos puntos neurálgicos donde cohabitan comunidades de personas sin hogar: Venice Beach y las inmediaciones a Skid Row, en Downtown LA. Fuimos con la idea de ver cómo están viviendo los más desfavorecidos la muerte de Kobe y encontramos a un nutrido grupo de personas que oscilan entre la indiferencia y la indignación.

“Mi vida vale menos que la de Kobe”, señaló con voz cansada un hombre que pedía dinero en el parking de un supermercado. “No me importa. Ya tengo suficiente con lo mío”, prosiguió. Aquella fue una de las conversaciones más coherentes que mantuvimos, ya que la tónica general fue la de toparnos con reacciones de indiferencia o exageradas proclamas a favor de Kobe que parecían ser fruto de la inercia, del latir de la ciudad, no salidas del corazón de los que las realizaban. Es como si estuvieran fingiendo empatizar con algo que realmente no les importa lo más mínimo.

Día a día en Skid Row. REUTERS/Patrick T. Fallon
Día a día en Skid Row. REUTERS/Patrick T. Fallon

Cerca de aquel hombre se encontraba un grupo de gente sentados en sillas de camping y en el bordillo de la acera con dos carros de la compra repletos de pertenencias. Pasaban un buen rato con el teléfono de uno de ellos en la mano. Tras analizar meticulosamente en qué medio iban a aparecer sus declaraciones, logramos mantener una corta conversación.

“Sí bueno, ese cabrón era querido, pero no usó su dinero para ayudar a los que lo necesitamos”, afirmó un hombre afroamericano. “Necesitamos ayuda y los hermanos millonarios nos tienen olvidados”. Ante la pregunta de qué haría si el tuviera tanto dinero, el tipo contestó: “Mejor no te lo digo”, ante las risas de sus amigos. La única intervención de uno de ellos fue para acercarse la grabadora a la boca y decir “sí, que nos ayuden, que se acuerden de Venice Beach”. Había llegado el momento de cambiar de aires.

La próxima parada fue en el centro financiero de Los Ángeles. Allí, la imagen que dejan varias calles es la de un poblado repleto de tiendas de campaña y una comunidad marginada. No es un lugar agradable y el ambiente no invita a interactuar con la gente. La estampa es genuina y tiene un componente oscuro que crea cierto malestar. Se trata de gente sin hogar que cohabita de una manera peculiar. Algunos hablan solos, otros parecen trapichear y la sensación general es que no se trata de un lugar seguro. Hay algo que no funciona en el sistema para que alrededor de 60 mil personas vivan en la calle en Los Ángeles, un 16 por ciento más que en 2018. Muchos parecen tener problemas mentales y las estadísticas apuntan a que existen veteranos de guerra que no han recibido la ayuda necesaria, un 29 por ciento de personas mayores de 62 años de edad y un sinfín de historias para no dormir. Anna es una voluntaria que afirmó a Yahoo! que hay mucha gente que duerme de día porque hacerlo de noche es una invitación a cometer robos y agresiones sexuales. Un hombre sin camiseta, con sobrepeso y los pantalones a medio subir, grita con los ojos abiertos como platos. Esta gente no estaba para dirimir sobre si les afecta o no el fallecimiento de Kobe, pero la respuesta parece clara: sus preocupaciones son otras.

Un hombre sin hogar recibe un corte de pelo. REUTERS/Lucy Nicholson
Un hombre sin hogar recibe un corte de pelo. REUTERS/Lucy Nicholson

Nos alejamos de Skid Row, y en una sola calle de distancia, en el Art District, el panorama cambia profundamente. Vemos a jóvenes profesionales comiendo tacos en un establecimiento de moda, a los llamados hipsters tomando un café en la esquina sin ningún problema. Los Ángeles es una ciudad de contrastes y eso también afecta a la opinión que se tiene sobre la tragedia. Tomamos un café con una pareja, él es italiano y se dedica a la postproducción de películas; ella, española y es directora creativa, su hija recién nacida tiene nacionalidad estadounidense. A ellos sí les sensibiliza la pérdida de la Mamba Negra.

Es momento de ir al Staples Center, el epicentro de los recuerdos y de las ofrendas. El lugar en el que se celebrará el primer partido de los Lakers desde que se conoció el fatal desenlace. En las inmediaciones al estadio, vemos a un hombre latino con la cara tatuada. Se está cambiando de camiseta y se huele las axilas. Mejor pasar de largo. Nos topamos entonces con una pareja que apoya su espalda en el edificio de un prestigioso hotel. Les queda poco tiempo allí antes de que les echen.

“¿Qué les parece el memorial de Kobe?”, les pregunto.

“Bien, hemos conseguido dos dólares”, señaló ella.

Es el dinero que les di como excusa para entablar una conversación.

Cada paso por las calles de Los Ángeles supone una oportunidad para hablar con personas que no tienen un techo bajo el que vivir. Hay demasiadas, y es obvio que el problema está fuera de control. Es lógico que lo último en lo que piensen es en la muerte de Kobe Bryant cuando lo verdaderamente importante es su supervivencia.

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