Una niñera tuvo sus 15 minutos de fama, y una industria sigue bajo las sombras

Aunque un video musical habló de la indemnización para una niñera, 76 millones de trabajadoras domésticos en el mundo siguen sufriendo abusos y careciendo de derechos laborales

Ernestina Ochoa, que ayudó a fundar un grupo que aboga por las trabajadoras domésticas, en su casa de Lima, Perú, el 10 de octubre de 2023. (Ángela Ponce/The New York Times)
Ernestina Ochoa, que ayudó a fundar un grupo que aboga por las trabajadoras domésticas, en su casa de Lima, Perú, el 10 de octubre de 2023. (Ángela Ponce/The New York Times)

La historia de Liliana Melgar, una migrante boliviana que se marchó a España hace 15 años, refleja la trayectoria de millones de trabajadoras domésticas que limpian, lavan, cocinan y cuidan niños en hogares de todo el mundo.

Pero resulta que Melgar trabaja en casa de Shakira, la superestrella colombiana.

El último video musical de Shakira, “El jefe”, en el que participa el grupo mexicano Fuerza Régida, retrata la vida de inmigrantes pobres con grandes sueños, que se ven atrapados trabajando para malos empleadores que ganan mucho dinero que nunca llega. Hacia el final del video, de tres minutos de duración, Melgar hace un cameo mientras Shakira canta: “Lili Melgar, esta canción es para ti porque nunca te pagaron la indemnización”.

El video ha colocado a Melgar —que, al parecer, fue despedida por el futbolista español Gerard Piqué, expareja de Shakira, antes de ser recontratada por la cantante— en un inesperado primer plano y ha elevado el perfil de los aproximadamente 76 millones de trabajadores domésticos de todo el mundo.

The New York Times intentó ponerse en contacto con Shakira, que ahora vive en el sur de Florida, y con Melgar, pero no obtuvo respuesta. Un agente que representa a Piqué no respondió a una solicitud para hacer comentarios.

Las trabajadoras domésticas desempeñan un papel especialmente crucial en los hogares de América Latina y el Caribe, donde casi una de cada cinco mujeres empleadas son trabajadoras domésticas, según la Organización Internacional del Trabajo, la segunda tasa más alta del mundo después de Oriente Medio.

Ernestina Ochoa, que ayudó a fundar un grupo que aboga por las trabajadoras domésticas, en su casa de Lima, Perú, el 10 de octubre de 2023. (Ángela Ponce/The New York Times)
Ernestina Ochoa, que ayudó a fundar un grupo que aboga por las trabajadoras domésticas, en su casa de Lima, Perú, el 10 de octubre de 2023. (Ángela Ponce/The New York Times)

El cameo de Melgar en el video, que ha sido reproducido más de 57 millones de veces en YouTube, es una especie de reivindicación tras la pérdida de su empleo, rescatada por una jefa famosa y adinerada. Pero su caso es una excepción a la situación de las trabajadoras domésticas en los últimos años.

Antes de que comenzara la pandemia de coronavirus en 2020, las trabajadoras domésticas de la mayoría de los países de América Latina y el Caribe habían conseguido nuevos derechos que fijaban límites a las horas de trabajo semanales, establecían salarios mínimos, creaban incentivos para que los empleadores firmaran contratos laborales e imponían límites de edad.

Sin embargo, la pandemia, que hundió las economías de toda la región, se cebó con los trabajadores domésticos, haciendo que muchos de perdieran sus empleos. El sector no se ha recuperado del todo.

“Para nosotras, es como si todavía estuviéramos viviendo la COVID-19”, afirmó Ernestina Ochoa, de 53 años, trabajadora doméstica en Lima, Perú, que ayudó a fundar el Sindicato Nacional de Trabajadoras del Hogar, un grupo de defensa de los derechos. “Si te reducían el salario, no te lo volvían a aumentar”.

Muchos de los derechos que las trabajadoras domésticas habían conquistado antes de la pandemia tenían su origen en una primera oleada legislativa en Bolivia, Perú, Uruguay y Colombia, liderada por trabajadoras que organizaron sindicatos.

“Fundamentalmente, el trabajo doméstico remunerado es un empleo que existe en sociedades con una gran desigualdad económica”, aseguró Merike Blofield, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Hamburgo, en Alemania, y experta en trabajadores domésticos en América Latina.

El acceso al trabajo doméstico es un hecho “si se nace en una clase acomodada”, añadió.

Aunque la mayoría de los gobiernos de la región han ratificado acuerdos internacionales que garantizan los derechos laborales de las trabajadoras domésticas, los defensores afirman que la pandemia debilitó la responsabilidad de los empleadores que infringían las leyes. En algunos casos, se impidió a las empleadas domésticas salir de las casas en las que trabajaban por temor a que contrajeran COVID y contagiaran a las familias de sus empleadores.

Las tasas de empleados que trabajan con un contrato firmado y tienen derecho a prestaciones y protección del gobierno —un proceso conocido como formalización— son desiguales en toda la región.

Un estudio realizado en 2020 por la Organización Internacional del Trabajo concluyó que, mientras que Uruguay tenía una tasa de formalización del 70 por ciento entre los trabajadores domésticos, la tasa en muchos países de Centroamérica y el Caribe era inferior al diez por ciento.

En 2020, se aprobó en Perú una ley que exige que los trabajadores domésticos tengan al menos 18 años, pero Ochoa señaló que el gobierno había mostrado poco interés en hacer cumplir el estatuto.

“En este momento, todavía hay niñas que trabajan, todavía hay adolescentes que trabajan”, dijo. “El gobierno no ve lo que está pasando. No hay alternativa para que los padres digan: ‘Muy bien, mis hijas no tendrán que trabajar porque el gobierno las ayudará’”.

La complicada relación entre las familias latinoamericanas y los trabajadores de los que dependen se ha debatido de manera más abierta en los últimos años, en parte porque las representaciones en la cultura popular, incluida la música y el cine, han ayudado a centrar la atención en una mano de obra en gran medida invisible.

La película ganadora del premio Oscar “Roma”, ambientada en México en la década de 1970, presenta a una niñera indígena que cuida a una familia blanca en Ciudad de México y se ve envuelta en sus dramas cotidianos. La película, que se estrenó a fines de 2018, estimuló conversaciones sobre cómo los latinoamericanos consideran a los trabajadores domésticos parte de sus familias, incluso cuando son mal pagados, explotados o sufren abusos.

Y en 2011, se publicó una fotografía en una revista colombiana en la que aparecía una familia blanca adinerada sentada en una opulenta terraza mientras dos criadas negras sostenían bandejas de plata en el fondo, lo que desató un revuelo y puso de relieve las divisiones raciales que existen entre muchos trabajadores domésticos y sus empleadores.

Sin embargo, el año pasado se hizo historia en Colombia cuando el país eligió a su primera vicepresidenta negra, Francia Márquez, que había trabajado como empleada del hogar.

Santiago Canevaro, sociólogo argentino que ha escrito sobre las relaciones entre las trabajadoras domésticas y sus empleadores, afirmó que ese oficio era muy común en Latinoamérica porque había menos acceso a servicios privados o financiados por el gobierno, como guarderías o residencias de ancianos, que en regiones más desarrolladas.

Con la incorporación de más mujeres al mercado laboral, las familias dependen cada vez más de niñeras y amas de casa, muchas de las cuales no conocen necesariamente sus derechos legales.

“La empleada es tratada como una especie de objeto”, afirmó Canevaro. “De hecho, cuando los matrimonios se deshacen, una de las decisiones que toman es qué hacer con la empleada doméstica”.

Y como la discriminación contra los grupos marginados sigue prevaleciendo en América Latina, muchas mujeres indígenas y negras recurren al trabajo doméstico como la única forma viable de mantenerse y sostener a sus familias, y a menudo sufren abusos, explicaron los defensores.

“Es una batalla constante defenderte en tu lugar de trabajo”, comentó Ochoa, “y decir cosas como: ‘No, señora. Mi etnia y mi color de piel son negros, pero tengo un nombre. Me llamo Ernestina’”.

c.2023 The New York Times Company

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