Niña con autismo y su familia buscan un nuevo hogar luego del incendio en su apartamento
Después de una larga noche sin dormir cuidando de su hija Katherin Leyva, de cinco años, quien tenía fiebre, Beatriz Pérez dejó a sus otras dos hijas en la parada del autobús escolar el 8 de septiembre.
Katherin se quedó en casa no solo porque estaba enferma, sino también porque aún no había empezado en la escuela primaria J. W. Johnson, a la espera de una evaluación de su autismo severo.
Pérez, de 27 años, regresó al apartamento de un dormitorio en Hialeah que alquila con su madre y se durmió, pero la despertaron los chillidos de Katherin.
Katherin no puede hablar y a veces se comunica con ruidos, pero esto sonaba diferente.
“Había un incendio. La casa estaba llena de humo”, dijo Pérez. “Katherin estaba negra por el hollín”.
“Estábamos aterrorizadas”.
Pérez temía que la cocina de gas explotara. No podía alcanzar las llaves de la puerta principal que colgaban de la ventana de la cocina a causa de las llamas. Desesperada, corrió a la ventana de la sala y golpeó el cristal. Empujó a Katherin y volvió a golpear el cristal, haciendo un agujero más grande para que ella también pudiera deslizarse.
Escaparon, alertaron a los vecinos y llamaron a los bomberos, quienes llegaron a la conclusión de que un cortocircuito había causado el incendio. Afortunadamente, nadie murió y la estufa no llegó a explotar.
Pero, casi cuatro meses después, en cierto modo, el humo aún no se ha disipado de sus vidas.
Otro nuevo comienzo
Pérez y su familia —incluyendo a sus otras hijas, Evelyn Leyva, de tres años, y Rachel Leyva, de siete— perdieron en el fuego sus zapatos, ropa, colchones, alimentos y otros artículos para el hogar; también perdieron los dos pajaritos que habían adoptado y que tenían en una jaula encima del frigorífico.
Cuando llegaron los bomberos, rompieron la cerradura y extinguieron las llamas, pero su casero le dijo a Pérez que no podrían dormir allí esa noche.
“Lo peor no fue perder nuestras cosas. Fue enterarnos de que nos habían desahuciado y no teníamos a dónde ir”, dijo. “Las niñas llegaron a casa de la escuela y tenían hambre, preguntaban por sus mascotas, lloraban”.
En ese momento, Pérez recordó la vida en su Cuba natal, en donde carecía de la mayoría de las necesidades básicas, incluido un profesional de la salud que pudiera diagnosticar y tratar adecuadamente a Katherin.
Recordó cómo eso persistió cuando se mudó a España por un tiempo y luego a la Florida, cuando se separó de su pareja hace aproximadamente un año.
Aquella noche, consiguió una habitación de hotel a través de Advocacy Network on Disabilities, una organización sin ánimo de lucro que presta servicios a familias de niños con discapacidades en los Condados Broward y Miami-Dade. Entonces se mentalizó para empezar de nuevo, sabiendo que sería un reto.
Como Pérez cuida de Katherin a tiempo completo, ella y su madre, de 67 años, estiran los ingresos de esta como cuidadora en Homestead para mantenerlos a todos.
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“Fuerza de mi interior”
Advocacy Network, que nominó a la familia para Wish Book, también le dio a Pérez lecciones de maternidad en torno a temas como la comunicación, el control de esfínteres y el establecimiento de rutinas.
“Sentía que no hacía lo suficiente por Katherin, porque tenía que compaginar su cuidado con el de sus otras dos hijas como madre soltera, pero le enseñamos que es un proceso, así que ganó confianza”, dijo Jessie Castillo, educadora de padres de la organización.
Cuando el casero les permitió volver después del incendio, Pérez regresó con sus tres hijas, pero desde entonces han tenido dificultades.
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Katherin gritó la primera vez que vio el apartamento y se negó a entrar. Hace semanas que apenas duerme; también desarrolló un vínculo más fuerte con su madre, por lo que Pérez ahora se ducha con la puerta del baño abierta para que Katherin pueda verla en todo momento. Duermen juntas.
Pérez sigue teniendo pesadillas. A veces, inexplicablemente, huele a humo dentro del apartamento.
“Fue traumático”, dijo Pérez. “Muy traumático”.
Le cuesta superarlo, pero Pérez encuentra un propósito cada vez que ve sonreír a Katherin o a alguna de sus otras hijas.
Su hija de cinco años, quien empezó a ir al colegio en noviembre como parte de un programa para niños con necesidades especiales, ahora presta más atención y puede estar sentada más tiempo. También le encanta bailar al ritmo de Maluma, un cantante colombiano de reggaetón, y le encanta ver Masha y el Oso, un programa de dibujos animados.
“De alguna manera saco fuerza de mi interior para seguir adelante”, dijo Pérez. “Ellas me necesitan”.
Paso a paso
Con ayuda de los vecinos, repintaron el apartamento. Pérez compró una nueva alarma de incendios y una nueva cerradura para la puerta principal. También recibieron donaciones de la Cruz Roja, de Advocacy Network y de sus seres queridos para reponer los enseres perdidos, aunque los vestidos no les quedaran bien a las niñas o las sábanas fueran más grandes que sus colchones.
El hombre que le había vendido los dos pájaros se enteró del incendio y le regaló un tercero. Las niñas, quienes no habían puesto nombre a los pájaros que murieron en el incendio, bautizaron al nuevo como Tita.
Sin embargo, a pesar de los progresos, siguen teniendo necesidades.
Pérez necesita a un médico, ya que le molesta el tobillo desde que se cayó por la ventana durante el incendio.
Katherin necesita Pediasure de chocolate, lo único que come, necesita pañales y toallitas húmedas y también necesita urgentemente terapias para adquirir habilidades, ser más independiente y mejorar su calidad de vida.
La familia necesita un frigorífico nuevo; ahora tienen dos, pero ninguno enfría bien y, sobre todo, necesitan una nueva casa, porque el casero ya les dijo que esta la venderá en enero y necesita que se vayan.
Pérez espera que el programa Wish Book de este año y los lectores de Miami Herald puedan ayudar.
“Lo que más necesitamos es ayuda para el alquiler”, dijo Pérez. “Pero, en realidad, aceptaremos cualquier cosa que podamos conseguir”.
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