Tres neurotransmisores que inciden en las relaciones amorosas de calidad

Tres neurotransmisores que inciden en las relaciones amorosas de calidad. (Foto: Getty)
Tres neurotransmisores que inciden en las relaciones amorosas de calidad. (Foto: Getty)

Cuando se habla de tomar riesgos razonables, acostumbramos asociar esta idea solamente con negocios e inversiones. Muy pocas veces nos hacemos conscientes de que las relaciones amorosas tienen un alto nivel de riesgos. En esta oportunidad vamos a conocer, desde la neurociencia, las similitudes que tienen las relaciones de calidad y las inversiones rentables.

El impulso de vida desde la dopamina

Con frecuencia nos encontramos en situaciones claves que nos llevan a tomar decisiones importantes. Salir de los lugares donde ya no nos sentimos bien requiere un nivel bioquímico importante para romper la inercia. En este caso es cuando aparece la dopamina, para darnos un empuje y lanzarnos a la aventura de la vida.

Detrás de la dopamina encontramos el comportamiento del deseo. El deseo es el segundo nivel después de la necesidad y nos ayuda a darle forma a algo que queremos.

De acuerdo con el psicólogo Steven Reiss, existen 16 deseos que llevan al ser humano a moverse hacia algo: poder, curiosidad, independencia, aceptación, orden, ahorro, honor, idealismo, contracto social, familia, estatus, venganza, romance, comer, actividad física y tranquilidad.

La dopamina se encuentra en lo que el profesor John Douglas Pettigrew llama el espacio extrapersonal, que se define como el espacio donde se halla todo aquello que no se tiene ahora, que no se puede tocar. Cuando estamos en una situación donde el presente no nos representa una satisfacción consistente, nos vemos ante la oportunidad de conectar con nuestro espacio extrapersonal para salir del estancamiento, aburrimiento o agobio.

Dopamina y relaciones amorosas

A nivel de relaciones amorosas o afectivas, la dopamina se activa cuando “chocamos” con alguien que, bajo ciertos elementos bioquímicos, nos comienza a interesar. Muchos enamoramientos comienzan justo en los momentos donde las personas experimentan sus acercamientos con la muerte o lo rutinario, lo que se denomina “el rescate de Eros de los brazos de la muerte”.

A nivel del mundo de las inversiones y los negocios, la dopamina se activa cuando se hace insostenible el agobio, agotamiento y cansancio de la vida productiva actual de la persona. Muchas personas iniciaron su aprendizaje del mundo de las inversiones durante la pandemia, un momento donde estos disponían del tiempo y del agobio necesario para preguntarse si había otras formas de vivir y generar ingresos.

Las limitaciones de la dopamina se encuentran en el efecto de recompensa. Básicamente, la dopamina tiene sus inicios con el entusiasmo y la ilusión, pero solo puede mantenerse cuando la realidad supera la expectativa, o cuando las dosis de ilusión se van haciendo más grandes (ejemplo, pasar de invertir 100 para “probar” a invertir 1,000 con la ilusión de ganar más).

La confianza y el apego con oxitocina

Luego de vivir esos primeros impulsos, y de dar algunos pasos que nos hacen sentir que estamos en terreno seguro, pasamos al segundo nivel, que es la confianza y conexión que se logra, producto de la interacción predecible, pero constante.

El neurotransmisor clave para generar este efecto de confianza y conexión es la oxitocina. De acuerdo con el neurocientífico Paul J. Zak, la oxitocina es lo que permite que las personas se sientan tranquilas y confiadas ante situaciones inciertas, como pueden ser tanto las primeras salidas entre extraños que se gustan y empiezan a conocerse, como entre personas que colocan su dinero en una banca de inversión para empezar a operar.

La oxitocina fue, durante mucho tiempo, una hormona que se creía de uso exclusivo para reforzar los lazos entre una madre y su hijo recién nacido. Pero las investigaciones en neurociencia han comprobado que los picos de oxitocina se pueden detectar en momentos claves donde el amor y la confianza premian, como en el caso de las bodas y luego de una relación sexual placentera para ambas personas.

Pero, dependiendo de las condiciones que hayamos tenido en nuestras vidas alrededor de la calidad afectiva recibida y lo que signifique para nosotros las conexiones humanas, podemos quedar aferrados en situaciones amenazantes para nuestro bienestar, o pasar a crear contextos más estables que nos permitan crecer y evolucionar junto con parejas y asociados.

La felicidad cultivada desde la serotonina

Con frecuencia observo que la gran mayoría de las personas confunden la alegría con la felicidad. Todo lo que nos genera alegría, entusiasmo y hasta euforia, se refiere a cargas de dopamina (que en exceso generan adicción). Pero si lo que queremos es conectarnos con la paz, la satisfacción y la felicidad, el cultivo que nos ayuda a lograrlo proviene de la serotonina.

La serotonina es la fuente de la sensación de calma y de unión con el todo, por eso se le asocia con las experiencias espirituales. Cuando las relaciones amorosas están estabilizadas en un contexto saludable, el entorno de paz y tranquilidad convierte la relación en un refugio del alma, ese espacio donde la persona se siente a salvo y conectada con la vida.

Una historia de amor basada solamente en dopamina es un arrebato pasional intenso, pero de corta duración. Mientras, el elemento de serotonina hace posible que esta pueda trascender a un contexto más tranquilo con posibilidad de largo plazo.

Si a esto le sumamos que las personas involucradas tienen vidas personales plenas de manera individual con madurez emocional, hablamos de una relación que está lista para ser una historia de vida.

Lo importante nunca es urgente

A nivel de negocios, la serotonina permite mantener la calma ante los movimientos constantes del mercado. Un inversionista bien diversificado, cuyos recursos invertidos son excedentes y no forman parte de lo que requiere para vivir, puede aprender a mantenerse estable incluso en medio de las crisis.

Además de lo anterior, la serotonina genera en las personas la posibilidad de experimentar momentos de soledad plena, contemplación y enfoque para tomar cada vez mejores decisiones.

El arte de tomar riesgos y no salir golpeados ni heridos proviene de la capacidad de conocernos. Desde la neurociencia cada vez más tenemos claro cuáles son las fórmulas bioquímicas que se requieren para que esto sea posible.

Dejarnos llevar por aquello que nos genera tranquilidad a largo plazo puede sentirse bien al comienzo, pero puede salirnos caro. Aprendamos a arriesgarnos en orden y con calma, porque lo importante nunca es urgente. N

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Joselyn Quintero es especialista en neurofinanzas, autora de varios libros, conferencista y directora de Armonía F. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.

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