Yahoo Noticias Negocio de Fresno sirve comida gratis con cada ronda de bebidas. ‘Como los de México’
Enclavado junto a las vías del tren en el centro de Fresno hay un restaurante de un solo piso pintado con colores que evocan la bandera mexicana. Un mural con la imagen del fallecido cantante mexicano Vicente Fernández adorna la pared exterior oriental.
Un caluroso viernes de junio por la noche, tres personas con globos de cumpleaños y bolsas de regalos entran por la puerta principal y se sientan en una mesa grande al fondo.
Cerca, dos hombres empiezan a beber su cuarta cubeta de cerveza mientras esperan a que empiece a tocar el grupo.
En una esquina, al otro lado de la sala, un grupo de compañeros de trabajo, principalmente oriundos de Nicaragua, celebran un aniversario de boda.
Bajo una brillante bola de discoteca, una banda sinaloense de 14 miembros calienta motores para su actuación, una hora más tarde de lo previsto.
Todos están aquí para disfrutar de El Godinazo, un restaurante único que recrea un trozo de la cultura costera mexicana en el corazón de California.
El negocio tiene un modelo sencillo pero poco común, al menos en Estados Unidos: paga tus bebidas y la comida es gratis.
El propietario del negocio, Raúl Godínez, abrió El Godinazo hace poco más de un año, inspirado en los populares centros botaneros de Nayarit, su estado natal. Un centro botanero es un tipo de restaurante al aire libre conocido por regalar botanas, o aperitivos, con cada ronda de bebidas consumidas.
Desde su apertura en mayo de 2022, El Godinazo se ha convertido en algo más que un restaurante único al estilo de Nayarit. También es un punto de encuentro comunitario, un improbable sabor a hogar para familias, amigos e inmigrantes de toda Latinoamérica.
La gente viene de todo el Valle Central –de tan lejos como Bakersfield, Turlock y Hanford– para conocer El Godinazo. Algunos han oído hablar de él en emisoras de radio en español y otros de boca en boca.
“Quieren saber si es real”, dice Godínez, “porque no se lo pueden creer”.
Un sueño de infancia nacido en Nayarit
Godínez, de 54 años, soñaba con abrir El Godinazo desde que era niño.
Nacido en el pueblo de Pescadero, Nayarit, recuerda haber visitado por primera vez un centro botanero cuando era joven en su estado natal. El único problema era que no tenía suficiente dinero para disfrutar de la experiencia completa.
“Me quedaba con hambre porque no tenía dinero para comprar más bebidas”, recordó. Así que se dijo que, cuando fuera mayor, abriría el suyo propio, “como los de México”.
Durante las últimas décadas, Godínez ha estado ahorrando para hacer realidad su sueño.
De día, Godínez dirige un negocio de refacciones automotrices en Fresno desde hace 18 años. Dijo que a menudo trabaja desde las 8 a.m. hasta la medianoche entre su trabajo diurno y El Godinazo.
“Tuve que aprender a hacerlo todo yo solo”, dice Godínez sobre la administración del restaurante, mientras toma una jarra de Clamato de un litro de la barra para prepararse una michelada.
Estudió el concepto viendo videos de YouTube desde Nayarit, ya que no puede viajar a y desde México debido a su situación legal, “al menos no sin un coyote”, dijo riendo.
“Hay un dicho”, dijo Godínez, que dice que “ir a Nayarit y no visitar un centro botanero es como no ir a Nayarit”.
Godínez se dio cuenta rápidamente de que no podía manejar el negocio solo.
Reclutó a su hermana para que le ayudara en la cocina, sobre todo con los platos favoritos de los clientes, como el caldo de camarón y el “Godinazo”, un plato de camarones bañados en una salsa especial de adobo hecha con chile guajillo, chile de árbol, mantequilla, pimienta y ajo. Ella es la única que conoce la receta exacta.
La mayoría de los platos son picantes, dijo Godínez. “La gente me dice: ‘¡Oye, esto lleva mucho chile!’”, a lo que él responde: “Pues lo siento, pero así es”.
Pero su principal socia en el negocio es su hija, Yosemite, quien se encarga de las responsabilidades legales, contables y administrativas.
“Es mi mano derecha”, dice Godínez de Yosemite, de 21 años, recién graduada en Trabajo Social por la Universidad Estatal de Fresno. Incluso eligió el nombre del negocio, una idea que se le ocurrió de niña.
“Siempre quise tener un restaurante tipo bar”, dijo, “y mi padre siempre nos ha apoyado mucho con todas nuestras ideas”.
Otros dueños de restaurantes le dijeron a Godínez que un negocio que regalara comida nunca sobreviviría. Pero eso no lo detuvo, y asegura que el negocio va viento en popa.
“Es rentable”, dijo, “incluso estoy queriendo abrir una franquicia”.
Inmigrantes encuentran comunidad y familiaridad en restaurante de Fresno
Para los inmigrantes de Nayarit y otros estados costeros mexicanos, El Godinazo es un entorno familiar que se siente como en casa.
Un reciente viernes por la noche, Juan López y Jonathan Hernández, compañeros de trabajo en la empresa avícola Pitman Family Farms, con sede en Sanger, se reunieron en una mesa para darse un festín de ceviche, platos de camarones y aguachile con unas cubetas de cerveza.
López, originario de la ciudad de Tequila, Jalisco, visitaba El Godinazo por tercera vez. Dijo que el restaurante le recordaba a lugares similares de su país.
“En México, hay lugares donde llegas, compras una cubeta de cerveza y te traen pescado frito y tostadas de ceviche y esas cosas”, dijo. “Es como aquí”.
La gente de otros países latinoamericanos está de acuerdo.
A Jesús Molinares –quien lo visitó con compañeros de trabajo de una empresa solar local– El Godinazo le recuerda a establecimientos similares de su ciudad natal, Matagalpa, Nicaragua, que sirven bebidas acompañadas de platos nicaragüenses gratuitos con carne, arroz, frijoles y ensaladas.
“Por eso me gusta estar aquí”, dijo mientras la banda tocaba de fondo “Las Mañanitas”. “Es un lugar muy agradable, muy relajado”, dijo, “Muy bueno”.
La banda de la casa, Banda Sinaloense Pura Cajeta, que toca todos los viernes y domingos por la noche, a veces toca canciones como “El Corrido de Nayarit”, una balada nostálgica que rinde homenaje al estado natal de Godínez.
Esto se debe a que algunos de los miembros del grupo también son de Nayarit.
Según un análisis de los datos del censo mexicano realizado por el Instituto de Política Migratoria, entre 2015 y 2020, 14,000 personas emigraron al extranjero desde Nayarit, y el 93% se dirigió a Estados Unidos. California —particularmente el sur de California— es su principal destino.
El líder de la banda, Jonathan Castaño, de 28 años, quien de día trabaja como técnico de laboratorio dental y es graduado del Fresno City College, dijo que ya estaba familiarizado con el concepto del restaurante, ya que él también es originario del estado costero mexicano. También conocía a la familia porque estudió en McLane High School con el hijo de Godínez.
“Por eso dije: ‘Ayyy, me gusta este restaurante para nuestra banda’”, dijo.
Restaurante mexicano ofrece cerveza y comunidad
Godínez ve su centro botanero como algo más que un restaurante. También es un lugar para socializar en un ambiente familiar.
“Si comes en un restaurante, te llenas y te quieres ir”, dice Godínez. “Pero aquí no. Estás socializando, charlando, merendando. Y hay gente que se queda dos, tres, incluso cuatro horas”.
En su libro “A Place at the Nayarit”, Natalia Molina, profesora de estudios americanos y etnicidad en la Universidad del Sur de California, documenta la forma en que el restaurante de su abuela nacida en Nayarit, El Nayarit, se convirtió en un espacio comunitario y una red de apoyo para los inmigrantes nacidos en Nayarit en Los Ángeles.
Describe a lugares como El Godinazo como “anclas urbanas”, o espacios creados por grupos étnicos marginados, como los inmigrantes, que ayudan a las comunidades a encontrar conexiones.
Para Godínez, de eso se trata.
En El Godinazo son bienvenidas personas de todas las edades y procedencias.
“Ancianos, jóvenes, mujeres, hombres, niños”, dice. “Somos amigos de las 100 familias”.
Godínez dijo que el espacio es un refugio para algunos, como las madres solteras que podrían no tener a nadie con quien dejar a sus hijos.
Las mamás pueden bailar, mientras “los niños se acuestan en las sillas junto a su mesa”.
Cuando el sol empieza a ponerse en la cálida tarde de verano, El Godinazo cobra vida. Un camarero reparte ocho platos de caldo de camarón picante a una gran comitiva. Con la banda en pleno apogeo, las parejas se dirigen a la pista de baile y empiezan a saltar rítmicamente al ritmo de la banda. La gente se apiña alrededor de las mesas, ahora cubiertas de bebidas y mariscos, sin que se vislumbre el final de la fiesta.
