Sí, los universos 'para lelos' existen, pero solo si lees tabloides

Imágenes de la preparación de un lanzamiento de globo aerostático en la Antártida. En primer plano las antenas del experimento ANITA. (Crédito imagen: Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA).
Imágenes de la preparación de un lanzamiento de globo aerostático en la Antártida. En primer plano las antenas del experimento ANITA. (Crédito imagen: Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA).

Seguramente si eliges medios generalistas para informarte sobre ciencia, específicamente aquellos que no tengan a especialistas sobre física de partículas (por ejemplo) en nómina, a mediados de esta semana habrás experimentado un “subidón” indescriptible. ¿Quién no va a sorprenderse con un titular que afirme que la NASA ha detectado la existencia de un universo paralelo en el que el tiempo corre hacia atrás?

La sorpresa con el titular era tan grande que alcanzó a la propia NASA, que tuvo que reaccionar negando la mayor, una vez que un tabloide británico plagado de “culos y tetas” (hablamos del Daily Star) publicara en su edición digital un titular así de llamativo. (Titular por cierto que luego se copió a lo largo y ancho del planeta, incluyendo medios supuestamente serios como Clarín y Antena 3).

Pero vayamos al comienzo. Los neutrinos son unas esquivas partículas subatómicas sin carga y con una masa sumamente dificil de medir, que apenas interaccionan con la materia. Estas cualidades les permiten viajar “perfectamente” en línea recta, ya que al carecer de carga no se ven afectados por los campos magnéticos, así como atravesar cuerpos masivos sin interactuar con ellos. De hecho en estos momentos podría haber neutrinos atravesando la Tierra, sin que nadie pueda detectarlos “directamente”.

¿Nadie? Bueno, ahí entra en juego el experimento ANITA (siglas para Antena Antártica de Impulso Transitivo) ideado inicialmente por la Universidad de Hawái, y en la que colaboran varias universidades estadounidenses e internacionales más. Este experimento recibe financiación de la NASA, pero la agencia estadounidense dista mucho de controlarlo o gestionarlo.

El experimento ANITA, del cual existen hasta la fecha cuatro actualizaciones (con la quinta ya en preparación) comenzó a prepararse en el verano de 2006. Básicamente consiste en liberar globos aerostáticos a una altura de 40 kilómetros, que portan una antena capaz de detectar, no los neutrinos directamente, sino las “huellas” (dejadas en forma de ondas de radio) producidas por sus escasas interacciones con la capa de hielo.

Las sensibles antenas de ANITA logran captar estas interacciones (básicamente partículas secundarias producidas por el impacto de algunos neutrinos cósmicos de alta energía contra los átomos de hielo) gracias a lo que los físicos llaman efecto Askaryan. El objetivo final del experimento ANITA es arrojar algo de luz sobre los rayos cósmicos de ultra energía (que por cierto están detrás de las últimamente mediáticas “Ráfagas Rápidas de Radio”).

Esta es la razón por la que el experimento ANITA se montó en la Antártida, allá donde el grueso hielo transparente y las condiciones prístinas (carente de la contaminación electromagnética generada por nuestras comunicaciones) minimizan las distorsiones de ruido y permiten a la antena detectar estas emisiones de radio residuales.

Como os decía, en la historia de ANITA y sus múltiples vuelos, hasta el momento se han detectado rara vez los neutrinos de ultra alta energía. De las cuatro decenas de detecciones, prácticamente todas entraban “dentro de lo normal”, pero luego en 2016 se detectaron dos emisiones de radio “anormales”, ya que aparentemente no habían sido producidas por neutrinos procedentes del espacio sino por neutrinos tau llegados desde el propio interior de la Tierra, algo que en teoría resultaba imposible ya que esos neutrinos en particular, son tan energéticos no pueden atravesar nuestro planeta.

A raíz de estas dos detecciones anómalas, para las que a día de hoy los físicos no tienen explicación, surgieron diferentes interpretaciones teóricas, algunas de ellas muy especulativas. Una de estas, que implicaba la presencia de materia oscura atrapada en el interior de la Tierra, acabó publicada en 2018 en este trabajo.

Luego, una revisión a este ejercicio teórico, llevado a cabo el pasado mes de abril por la conocida (y respetable) revista New Scientist, fue la desencadenante del artículo del tabloide británico. (Os dejo el enlace a New Scientist, aunque para poder leerla hay que registrarse y pagar la cuota de inscripción).

Precisamente este hecho, el de que haya que pagar por leer el artículo en New Scientist, jugó a favor del texto publicado por el tabloide Daily Star. Una pena, porque de haber podido leerlo de forma gratutia, habrían llegado a la parte en la que uno de los científicos involucrado en el experimento admite que “existen uno o dos pares sueltos” para la teoría del universo paralelo.

Lo más normal con estas dos mediciones anómalas es que se deban a un error de cualquier tipo, de hecho probablemente las señales se hayan producido en el propio hielo. Tal y como reconocen los autores del artículo en New Scientist, “la probabilidad de que durante una campaña de vuelo de la misión ANITA se hayan captado dos neutrinos tau atravesando la Tierra es de una entre un millón”.

Además, merece la pena añadir, que esas dos detecciones extrañas, captadas por ANITA 3, no han vuelto a captarse por la versión mejorada posterior del experimento. Eso por no mencionar que otros dispositivos que trabajan con neutrinos y que resultan más sensibles que ANITA (como el observatorio Ice-Cube) no han detectado nada que parezca indicar una ruptura en el modelo estándar. Por desgracia el experimento DUNE no está aún operativo.

¿Debemos entonces descartar definitivamente la posibilidad de ese universo paralelo deflacionario en el que el tiempo va hacia atrás? Pues para ser justos no, seguramente la probabilidad de su existencia es mayor que cero, aunque siendo serios, las evidencias no juegan a su favor. Debemos de tener en cuenta que para poder aceptar una hipótesis “tan grandilocuente”, esta debería someterse al famoso adagio de mi adorado Carl Sagan: “Afirmaciones extraordinarias, requieren de evidencias extraordinarias”.

Resumiendo y para que quede claro: 1) Es probable que esas dos mediciones anómalas de 2016 se deban a algún error en la configuración de ANITA y que nunca volvamos a captar nada similar. 2). La realidad es que la NASA no ha detectado ningún universo paralelo, y mucho menos uno tan exótico como el del titular. 3) No es buena idea informarse sobre ciencia leyendo tabloides.

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