'Murió trabajando por nosotros': Los hijos de una víctima de Atlanta tienen dificultades para seguir adelante

Vigilia a la luz de las velas organizada por la Korean American Association of Greater Atlanta en Norcross, Georgia, el 21 de marzo de 2021, en recuerdo de las ocho personas que murieron en el tiroteo del spa. (Jeenah Moon/The New York Times)
Vigilia a la luz de las velas organizada por la Korean American Association of Greater Atlanta en Norcross, Georgia, el 21 de marzo de 2021, en recuerdo de las ocho personas que murieron en el tiroteo del spa. (Jeenah Moon/The New York Times)

DULUTH, Georgia — Ya era la 1 de la tarde cuando Randy Park se levantó a duras penas de la cama un miserable día de marzo. Había sido una noche larga de televisión y videojuegos para distraerse del vacío que acechaba en la casa adosada donde alguna vez su madre había preparado de comer entre sus turnos de trabajo en un spa. Caminó por el pasillo a tientas, pasó la recámara deshabitada de su difunta madre y, con un empujoncito, despertó a su hermano menor, Eric.

Se les hacía tarde para enfrentar otro día solos.

En las secuelas inmediatas de los asesinatos en el área de Atlanta, los rostros afables de Randy y Eric Park, ahora de 22 y 21 años, parecían estar en todas partes, incluso en una página de GoFundMe que se estableció después de que su madre, Hyun Jung Grant, fue asesinada. Se vieron desbordados por las donaciones de dinero, los paquetes de ayuda, los reporteros en su puerta y tantas llamadas que el teléfono de Eric dejó de funcionar.

Pero en los meses transcurridos desde entonces, en la cúspide de la adultez, los hermanos Park en general han tenido que navegar el mundo a solas.

Después de un tiroteo masivo el dolor adopta muchas formas. Entre los deudos en el área de Atlanta están Mario Gonzalez, cuya nueva esposa, Delaina Ashley Yaun, era una clienta en Young’s Asian Massage. Incluyen a los nietos de Suncha Kim, que emigró de Corea del Sur en 1980. Y también están Randy y Eric Park, cuya tristeza se acrecienta por saber que su madre soltera fue asesinada haciendo un trabajo que le desagradaba, una parte de su vida de la que sabían poco y que la mantenía alejada de casa muchas horas.

“Murió trabajando por nosotros”, dijo Randy Park. “Es muy injusto. De por sí no tenía una buena vida”.

El camino a seguir para los hijos de Grant es turbio y las interrogantes que deben responderse son mundanas y profundas a la vez. ¿Regresarán a la universidad o trabajarán? ¿Cómo usarán el dinero, casi 3 millones de dólares en total, que les llegó en las contribuciones? ¿Qué harán con el resto de sus vidas?

Dolientes fuera de Gold Spa en Atlanta el 18 de marzo de 2021, donde Hyun Jung Grant fue asesinada a tiros. (Chang W. Lee/The New York Times)
Dolientes fuera de Gold Spa en Atlanta el 18 de marzo de 2021, donde Hyun Jung Grant fue asesinada a tiros. (Chang W. Lee/The New York Times)

Pero antes de esclarecer todo eso, simplemente tratan de aprender a vivir con su dolor, recreando rituales conocidos, aunque de manera imperfecta, para reconfortarse en los días largos.

Los hermanos Park viven en un enclave coreano en los suburbios de Atlanta. Hasta hace poco, Randy tenía un trabajo de tiempo completo en una pastelería y cafetería cercana. Eric tenía dificultades con el aprendizaje a distancia en Georgia Gwinnett College. La pandemia y la muerte de su madre pusieron fin a esas actividades.

A lo largo de su vida los hermanos han pensado que sabían cómo valerse por sí mismos porque su madre siempre estaba trabajando. Pero las últimas semanas les han mostrado todas las maneras en que Grant los cuidaba de lejos: limpiaba la casa entre turnos de trabajo, cocinaba porciones grandes que le duraban varios días y llamaba todas las noches del trabajo para ver cómo estaban.

Y sin la mirada de su madre, que emigró a Estados Unidos antes de que sus hijos nacieran, su vecindario puede resultar extraño. Ella era su vínculo no solo con la comunidad, sino también con su herencia coreana.

A decir verdad, había mucho de Grant que sus hijos no sabían.

Les dijo que había sido una maestra en Corea del Sur y por un tiempo breve vivió en la ciudad de Busan antes de mudarse al estado de Washington, donde encontró trabajo como mesera. Se casó y divorció, pero los hermanos Park nunca tuvieron una relación con su padre. Grant y los niños se mudaron a Atlanta hace más de una década para vivir con otras familias coreanas, primero en un apartamento y más recientemente en una casa adosada que rentaba.

Junto con otros inmigrantes coreanos, trabajaba en Gold Spa en una franja de varios centros comerciales en el noreste de Atlanta. Dar masajes era un trabajo agotador que requería de largas horas. A veces tenía que ausentarse de casa varios días seguidos. Aspiraba a algo más —un mejor trabajo, una casa propia— y no hablaba mucho de su trabajo, incluso prefería decirles a algunas personas que trabajaba en el mostrador de maquillaje. Pero tenía que mantenerse y estaba decidida a que sus hijos fueran a la universidad.

Muchas noches Randy y Eric se encontraban solos en casa, esperando su llamada para saber cómo estaban.

¿Cómo te fue hoy? ¿Ya comieron? ¿Tu hermano menor está en casa?

Gold Spa, donde Grant trabajaba, era uno de los tres negocios en los que trabajadores y clientes se hallaron en la línea de fuego el 16 de marzo. Ella estaba entre las ocho personas asesinadas. El sospechoso, Robert Aaron Long, les dijo a las autoridades que había atacado los negocios porque quería eliminar la “tentación” sexual. Un fiscal en Atlanta ha dicho que eligió a algunas de las víctimas porque eran de ascendencia asiáticas y afirmó que planeaba pedir la pena de muerte para él.

Los hermanos no tenían una relación muy estrecha de chicos, pero su duelo los ha unido. Juntos, contemplaron el rostro de su madre por última vez en la funeraria. Juntos hojearon sus álbumes de fotografías en preparación del memorial. Han descubierto fotografías de familia que tomó su madre y guardó en su teléfono. Se buscan cuando se sienten solos.

Poco a poco, los hermanos están contemplando su futuro. Eric piensa regresar a la universidad en algún momento del próximo ciclo escolar. Randy está considerando terminar los últimos semestres que le quedan en la Universidad Estatal de Georgia o quizá enlistarse en un campamento de informática. Se imaginan un viaje a Corea del Sur para conocer a la familia de su madre.

Entre las partes más difíciles de la ausencia de Grant para los hermanos Park está la larga lista de viajes futuros y momentos importantes que esperaban compartir.

Esa realidad les pegó el cumpleaños 21 de Eric, cuando su madre también habría cumplido 52 años. Desde hace años tenían pensando brindar cuando Eric llegara a la edad legal.

Entonces, la mañana del 4 de mayo, Randy y Eric hicieron lo que pudieron para recrear la celebración que su madre tenía en mente. Compraron pastel de frutas de una panadería coreana de la localidad y buscaron dónde conseguir una botella de Chamisul soju, un destilado coreano, antes de conducir a su tumba.

En esos días había habido tormentas, pero mientras los hermanos atravesaban el campo, la lluvia escampó y solo quedaron nubes grises.

Randy guiaba el camino, pues visitó el lugar varias veces para los preparativos del entierro. Vertieron el licor alrededor de la tumba de su madre como libación y comieron su pastel en platos de papel.

Se quedaron ahí, en silencio, una media hora, sin saber qué decirse. “¿Tienes hambre?”, preguntó Randy. Eric asintió y se fueron.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company